Capítulo 4

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🌺 K Y L I E 🌺


   —Cariño, ¿sabes donde he dejado las cartas del tarot? ¡Marissa está apunto de venir y no las encuentro por ningún lado!

Mamá entra a mi habitación despertándome con sus chillidos y abriendo todos los cajones del armario.
—Segundo cajón a la derecha del armario del salón —murmuro somnolienta. Mamá sale corriendo.

—¡Bingo! ¡Gracias mi vida! —chilla des de la otra punta de la casa.

Me remuevo entre las sabanas y salgo de la cama. Ando por el pasillo descalza hasta llegar al baño. Me doy una corta ducha evitando mojar el pelo.

Salgo cuando acabo y me pongo el albornoz que arrastra un poco por el suelo. Lavo mis dientes y deshago el moño para dejar libres mis rizos pelirrojos. Salgo del baño apagando la luz y entro en mi habitación. Escojo unos pantalones largos anchos de un estampado étnico, una camiseta de tirantes marrón y unas sandalias marrones que más bien parecen unos zuecos.

Una vez vestida salgo del cuarto con la bandolera puesta.

—¡Uy uy uy... Marissa el tren del amor pasará por tu estación! —mamá canturrea sujetándose el turbante que lleva y señalando una carta de las cartas de encima de la mesa.

—¡Ay no me digas eso! El último tren que paso me dejó a dos paquetes y se marchó a otra parada sin ni siquiera avisar.

—Qué me vas a decir a mi, el último tren me dejó a este paquete tan bonito que tengo aquí —mamá se levanta y me achucha y besuquea por toda la cara. Yo protesto.

Mamá es aun más bajita que yo, está un poco gordita o como a ella le gusta decir, está hermosa. Siempre nos dicen que nos parecemos pero la verdad es que yo no me encuentro mucho parecido a ella, salvo por mi mata de pelo pelirrojo, les pecas de la nariz y los ojos marrones verdosos.

Me hace gracia la metáfora de que el tren pasa por tu estación. El tren es esa cosa/persona que pasa por la estación/tu vida y que cuando te das cuenta ya se ha ido. A lo que se refieren ella es que el tren es un hombre, o cabrón como a veces dice mamá, y la estación en este caso entre sus piernas, no se si me entendéis. Mamá conoció a un hombre hace dieciocho años, estos juntaron sus semillitas y de ahí salí yo, el hombre se asustó y se fue por ese famoso tren sin ni siquiera conocerme. Siempre hemos sido mamá y yo, no necesitamos a ningún hombre en nuestras vidas.

—Mamá me estas ahogando —intento pellizcarle para que se aparte.

—¡Ay Kylie! Mientras más mayor más arisca... Ya verás cuando te llegue a ti con las gemelas Marissa, lo que te espera... —me deja libre y se vuelve a sentar en la silla frente la vecina de al lado.

—Anda Ky, ves a probar un trocito de pastel de calabaza que he traído. ¡Está recién horneado! —dice Marissa con una sonrisa en la cara.

Arrastro mis pies hasta la cocina y cojo un trozo del delicioso pastel. Lo engullo rápidamente y bebo un poco de agua.

—Ya me voy que llego tarde —beso la mejilla de mamá y luego la de Marissa.

—¡Pásatelo bien amorcito! —escucho decir a mamá antes de cerrar la puerta y picar para que suba el ascensor.

Vivimos en unos apartamentos. Concretamente en la sexta planta y como que no voy a bajar andando...

—¡Ey Ky! —se abren las puertas del ascensor y veo a Theo dentro, mi vecino. Lo conozco des de toda la vida, es majo y me cae muy bien. Tiene la misma edad que yo y va al mismo curso pero de otro instituto. Es un poco más alto que yo y delgado. Es blanco como la leche. Su pelo castaño rizado me recuerda a una escarola. Tiene los ojos grandes y azules. Es guapo y a la vez no. Tiene una guapura extraña. Yo me entiendo.

5  A L i V EDonde viven las historias. Descúbrelo ahora