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—¡Es ella, es ella!

—¡Ha vendido a contarnos una historia!

—Puedo apreciar que habéis oído hablar de mí.

La voz de la mujer conectó inmediatamente con la atención de los más pequeños, llevándoles a formar un corrillo a su alrededor.

—¿Quién quiere sumergirse en un mundo lleno de fantasía?

Los vítores de los niños no pasaron desapercibido, y los padres, que se encontraban en los mercados cercanos, tomaron una distancia prudente para observar. No era nada común, por no decir que nunca sucedía, ver a una joven tan hermosa realizar ese tipo de espectáculos.

Por otro lado, las manos de la joven comenzaron a danzar con movimientos delicados sobre el aire.

—Érase una vez...

Esa era la señal.

Ahora, con todos los presentes absortos en su presencia y su cantar narrativo, varios hombres se movieron entre la multitud, dando algún que otro empujón o deslizando sus dedos por los bolsillos ajenos.

Su danza resultaba hipnotizante para todo aquel que contemplaba sus movimientos. Los niños se acercaron, siguiendo la letra repetitiva de la canción, bailando al ritmo junto a ella. Y pronto los adultos también se animarían a participar.

Ese era el momento perfecto.

Deslizándose entre el gentío concentrado, sus manos se escabulleron entre los bolsillos de los de mayor edad, logrando así su objetivo.

—Señores—ladeó una sonrisa dirigida hacia un hombre de gran musculatura, su segundo al mando—. Lo tenemos.

—Capitán—asintió—. Es momento de retirarse.

Aprovechando el jaleo, el grupo tomó camino por unos callejones hasta llegar al embarcadero.

—¡Felicidades, caballeros!—retiró el corcho del pequeño recipiente que colgaba de su cuello—. ¡Hoy han realizado un excelente trabajo!—aduló al ver los sacos llenos.

Volcando el diminuto frasco, dejó caer en la palma de su mano algo de polvo y, llevándolo a sus labios, lo esparció con un fuerte soplido sobre el mar, dejando a la vista un gran barco.
La madera roja estaba esculpida con delicados detalles negros. Las velas gigantescas y amarillentas estaban recogidas sobre los soportes de los alargados pilares, esperando liberarse para tomar contacto con el viento.

El grupo de piratas subió a bordo. El chirrido de la vieja pero resistente madera provocaba una sensación de calidez en los corazones de cada uno. Estaban de vuelta en casa, listos para zarpar.

—¿No desea antes cambiarse?—cuestionó su segundo al mando, el hombre de gran complexión, Edward, al verla con intenciones de partir a mar abierto.

—Bien es verdad que este vestido no resulta de mi agrado—acarició la suave madera del timón—. Pero no puedo arriesgar a mi tripulación. Marchemos cuanto antes y aseguremos nuestra victoria definitiva.

El hombre no hizo más que sonreír con ternura.

—En ese caso, espero órdenes, mi capitán.

—¡Izad las velas con energía, queridos!—carcajeó—. ¡Que hoy hay celebración!

Los gritos graves y masculinos resonaron desde proa a popa antes de dar paso a pequeñas conversaciones indistintivas y el ruido de las botas llenas de mugre pisando sobre la madera del barco.

El sonido de las velas cayendo y siendo golpeadas por el viento con fuerza resultaba un auténtico deleite.
Sintió la brisa marina acariciar sus mejillas y revolver sus cabellos.

ÉRASE UNA VEZ DOS CORAZONES ROTOS || CAPITÁN GARFIO | KILLIAN JONES X LECTORADonde viven las historias. Descúbrelo ahora