III

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—¿Cómo te encuentras?—se deslizó por la borda hasta chocar su hombro con el contrario.

—Bien—dijo aún tembloroso—. Gracias por salvarme la vida, dos veces.

—Mis hombres no hubieran hecho nada en mi ausencia—rió—. Al menos no algo que te hubiera llevado a la muerte—le miró de reojo.

—¿Disculpa?

—De cualquier manera—sonrió, mirando el mar con cierta nostalgia—. Son buenos chicos.

—Habláis de ellos como si fueran niños—la miró con curiosidad.

—Como si fueran míos—le devolvió la mirada con simpleza—. Así pues, he de cerciorarme que no supones ninguna amenaza para ellos. Que ahora mismo, en plena noche, no tendrías la osadía de lastimar a ninguno—se inclinó, quedando más cerca y clavando una mirada amenazante—. Porque me encargaría, no de acabar con tu vida, sino de hacer de ella un verdadero infierno.

—No sabría cómo convencerte con mis palabras, Freya.

—Qué desgracia que sepas de mí. Estoy en desventaja, entonces.

—Hawise—sonrió de lado.

—Así que has oído hablar de mis hazañas, Haw—se apartó, volviendo a apoyarse en la superficie de madera.

—Freya... Cuentan barbaridades de tí. Qua masacraste a tu pueblo y asesinaste a tu familia, aunque nunca encontraron los cuerpos—mantuvo su mirada sobre el manto negro en calma—. Hallaron sin vida al menos cinco soldados de la Reina junto al que era tu amante. Huiste.

—¡FALACIAS!

La voz embravecida se mezcló con el azote violento de las olas contra el barco, sobresaltado al hombre, que retrocedió asustado.

—¡Que se cosan la boca si no vivieron lo que yo viví!—caminaba de un lado a otro, inquieta, acariciando la empuñadura de su espada.

—¿No es así?

—¿Lo crees?—se detuvo a mirarle.

Las historias que le contaron de la capitana de La Silenciosa eran horribles, sin embargo, había escuchado tantas versiones y ahora la tenía a ella delante. Su mirada era diferente a lo que hubiera imaginado, estaba llena de dolor e inocencia. Le pareció ver incluso lágrimas.

Sacudió su cabeza al ser consciente de haberse quedado embelesado con su brillo.

—Tendrás familia, ¿no? Pareces alguien decente—caminó en dirección al camarote—. Te llevaremos de regreso a tu hogar.

—La verdad es...—la siguió, quedando a su lado— que viajé desde muy lejos. Unos bandidos me atacaron. Y ahora no sabría decir cuán lejano se encuentra mi destino.

—Solo dame una ubicación.

Miró el mapa extendido sobre la mesa. Deslizando su dedo, sus ojos bailaron por el plano hasta dar con la localización.

—¡Maravilloso!

Pegó un grito, dando un salto hacia atrás al sentir la brisa del cuchillo incrustado en la mesa, atravesando el mapa, justo en el punto que señaló.

—¡En marcha pues, cuando el sol asome por el horizonte!

Le sorprendían sus tempranos cambios de humor, pero sentía que tenían su porqué. Según los mitos, y relacionándolo con sus reacciones sorpresivas y llenas de indignación, ella había pasado por situaciones realmente difíciles. Además, su actitud no concordaba con aquellas falacias, como ella misma expresó anteriormente. Le proporcionó una buena cena, ropa limpia y un lugar donde dormir. Ella era una mujer, a más decir, maravillosa.

—¡Arriba, bribones!—entró golpeando el metal de un cucharón contra una cazuela—. ¡A darse el festín, que hay mucho trabajo por hacer!

—Capitán...—se quejaron varios a la vez.

—¡He soñado que tenía un hijo con usted, capitán!—carcajeó uno, desembocando las risas de otros.

—¡Mucho descaro!—dio una risotada—. ¡Si te levantas y trabajas bien me pensaré el hacerlo realidad!

—¡Acepto!—ya estaba de pie de un salto, vistiéndose a toda velocidad.

—¡Yo también quiero un hijo suyo, mi capitán!

—¡Y yo, y yo!

Pronto se desató el caos en la habitación abastecida de hombres y sus charlas escandalosas.

—¡Silencio!

Haciendo caso a la voz demandante del segundo al mando, todos los presentes sellaron sus labios, quedando paralizados en su sitio.

—¡Un respeto a la capitana!

—¡Edward sí que quiere un hijo suyo, mi capitán!—echó uno a reír de nuevo tras romper el pesado ambiente.

—¡Es más, si pudiera, seguro le hacía diez mil!—continuó otro.

Las mejillas del sujeto señalado se incendiaron de rabia y vergüenza. Miró con notorio enfado a los piratas responsables de reanudar el escándalo.

—¡Pues los paría todos sin problema!—exclamó la mujer, logrando numerosas ovaciones de su tripulación hacia Edward—. Y ahora, ¡marchando!—dio media vuelta.

Muchos, ya listos, corrieron detrás de ella, otros se dieron prisa en vestirse para hacer lo mismo. Desde el lugar se olía un aroma atrayente.

—¡Nuestro capitán ha preparado el desayuno!

Dentro de la amplia habitación, el "novato" miraba extrañado a los piratas que se daban mucha más prisa y cuyas bocas parecían hacerse agua.

—Vamos, grumete—animó uno, golpeando su hombro—. Si no te das prisa te quedarás sin desayuno.

—¿Por qué?

—¿No es obvio?—hinchó su pecho con orgullo—. ¡Hoy ha cocinado la jefa!

Por lo que pudo llegar a concluir, la tripulación se contentaba cada vez que la capitana cocinaba. Tal parecía que no era usual, pero cuando lo hacía resultaba una auténtica bendición para el paladar.

—Te he dejado algo—extendió un plato lleno de comida—. Esos salvajes han arrasado con todo—miró a sus hombres, sonriendo de oreja a oreja.

—Gracias—aceptó el detalle con timidez.

—¿Eres hombre?—uno golpeó la mesa—. Incluso la capitana tiene una personalidad mucho más tosca.

—Mi capitán, ¿cuál es nuestro siguiente destino?

—Tres meses—miró a Hawise.

—¿Tanto?

—Nos hemos desviado demasiado—carraspeó—. Además, nosotros ya teníamos planes. No los interrumpiremos por tu llegada—se cruzó de brazos—. Es el precio a pagar por tu libertad y el haberte salvado la vida.

—Bien, entonces.

—¡Hecho, entonces!—dibujó una gran sonrisa en su rostro.

—¡Capitán, sonríame a mí también!

—¡A trabajar, queridos!

Todos se pusieron en marcha, menos el ahora nuevo tripulante que veía atentamente a la mujer dando órdenes a cada uno de sus hombres, dirigiéndolos con maestría.

Era posible que los planes se atrasaran más de lo esperado, pero eso no le impediría llevarlos a cabo. Es más, la extensión de tiempo le ayudaría a ganarse su confianza lo suficiente como para no tener ningún tipo de desconfianza sobre él.

Lo conseguiría.

ÉRASE UNA VEZ DOS CORAZONES ROTOS || CAPITÁN GARFIO | KILLIAN JONES X LECTORADonde viven las historias. Descúbrelo ahora