II

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—Qué adulador—rodó los ojos tomando otro trago—. No quiero imaginar a cuántas ha endulzado el oído con sus palabras y ha hecho con ellas todo tipo de bravuconerías.

—No tienes por qué ser la excepción—pasó la lengua por sus dientes con una sonrisa socarrona.

El hombre al lado de Freya aclaró su garganta exageradamente, rompiendo la tensión entre ambos capitanes que no apartaban la mirada el uno del otro.

—¡Señores!—ella llamó la atención de sus hombres mientras Killian permanecía atento a sus movimientos—. ¡Un brindis por la vida más honrada!

—¡Y por la capitana!—ensalzó uno.

—¡Sí!—todos levantaron sus jarras, brindando rápidamente y bebiendo con descontrol.

—Mañana será un día complicado—suspiró acomodándose en su asiento.

—¿Resistente?—dio una veloz mirada a la bebida—. Debe ser complicado soportar el comportamiento pícaro de tantos bucaneros. Más, teniendo a una dama de tal atractivo.

—Deja tus palabras para otra necesitada, Killian.

—¿Y esas confianzas?—inclinó su cuerpo sobre la mesa, buscando acercamiento—. Permíteme el atrevimiento, amor, pero diría que gustas conocerme en profundidad.

—Es lo que quisieras, Garfio.

—Eso me gusta menos—torció una mueca.

—Además, esa tal Milah seguro que ahora llora en casa por tu regreso

Sus ojos volvieron a conectar con esos zafiros intensos. Sin embargo, dicha intensidad ahora emanaba de un sentimiento más negativo, como si de ira se tratase.

Su bebida cayó sobre la mesa, el capitán había tirado de su brazo con fuerza, acercándola a él para susurrarle con duras palabras.

—No te incumbe.

—Estás caminando por una senda muy peligrosa, Jones—susurró de vuelta.

La taberna se había llenado de un pesado silencio y, cuando Garfio se apartó, fue consciente de las palabras de la mujer. La tripulación, completamente fiel a su capitán, apuntaba al hombre con sus espadas, rodeándole, sin dejarle ni una sola escapatoria. Si ella lo quería y ordenaba, era ejecutado en ese mismo instante.

—Caballeros—cerró sus ojos, pareciendo meditar—. Bajen las espaldas, ¡estamos de celebración!

Liberando algunas tensiones, los hombres del mar enfundaron sus espadas para continuar con sus acciones anteriores, pero sin dejar de permanecer atentos a la protección de su capitán, teniendo a Killian Jones como amenaza para ella.

—Como dama que soy, debo ser tratada como tal—rió al ver el rostro todavía intimidado del hombre—. ¿No cree, capitán?—tomó la nueva jarra que Edward le había traído—. ¡Un brindis!

—Cuánto descaro oculto debajo de tanta belleza—sonrió de lado, negando levemente en señal de rendición, levantando también su bebida para brindar con ella.

La noche transcurrió sin ningún otro inconveniente. El ambiente era menos cargado y los capitanes hablaban a gusto entre risas, comentando sus hazañas y piraterías.

—Eh, ¡hacen buena pareja!—carcajearon los piratas señalando a sus jefes.

—No seas impertinente.

—¡Oh, Eddy!—se acercó uno, pasando un brazo por sus hombros—. Debes estar ardiendo en celos. Con lo mucho que "quieres" a la capitana... Pobre. Para rematar, eres su segundo al mando—contuvo la risa—. ¡Tan cerca y a la vez tan lejos!

ÉRASE UNA VEZ DOS CORAZONES ROTOS || CAPITÁN GARFIO | KILLIAN JONES X LECTORADonde viven las historias. Descúbrelo ahora