VI

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La luz era escasa, pero suficiente para indicar que la mañana no había concluido. Abrió los ojos sin ganas de levantarse de la suave superficie que atrapaba su cuerpo vacío de fuerzas.

—Has despertado.

Por un momento sus ojos se cruzaron con aquellos zafiros tan intensos.

—Debes comer—fue acercándose, dejando la bandeja de comida sobre la mesilla al lado de la cama—. Llevas conciliando el sueño por lo menos día y medio.

No dio respuesta, pero el capitán entendió su postura al verla girarse con resignación hacia el otro lado, dándole la espalda.

—Tienes que comer—dijo más severo—. Tus hombres-

—¡No los menciones!—se incorporó violentamente sacudiendo la superficie acolchonada, fulminando al hombre con la mirada—. No... No los... conoces, no tienes ningún derecho.

—Come o morirás de hambre—dio media vuelta, tras un breve silencio observándola, para retirarse.

Sola de nuevo en la habitación, fue incapaz de detener los horribles recuerdos de aquella noche. Más fuego, sin gritos, todos aquellos que difundían alegría sobre el navío permanecían muertos, encharcando las baldosas de madera con su propia sangre.

Pasaron las horas y nadie bajaba, por lo que llegó a la conclusión de que se encontraría en el camarote del capitán. Aunque poco le importaba, pues de todas formas sus lágrimas no se detendrían incluso sabiendo que cualquiera pudiera verla en ese estado tan vulnerable.

—Señorita—irrumpió una voz nueva—. Veo que no ha probado bocado.

Hizo una pausa larga y, al ver que no soltaría palabra, prosiguió.

—El capitán trata de ser amable con usted—se acercó con cuidado—. Eso no ocurre muy a menudo.

—Que se ahorre su misericordia—habló aún mirando al lado contrario a la puerta—. Como si me tira por la borda y me deja a mi suerte en medio del mar.

—Ya veo que no está por la labor.

—Mire que es usted muy buen observador.

—Sé que ha sufrido una perdida muy grande.

Tras sus palabras, el silencio se hizo aún más presente en la habitación, así que continuó.

—No debería torturarse por ello—hizo una pequeña pausa—. Es más, la fortuna que tuvo de salir viva es señal para realizar grandes cosas—habló con más energía—. A usted se le ha concedido otra oportunidad.

—Sin sentido alguno—sollozó y varias lágrimas volvieron a recorrer sus mejillas—. ¡Debería estar muerta! ¡Ese era mi destino!

—Esntonces su destino ha cambiado.

Sus ojos se abrieron con sorpresa. De repente las caras de todos los que una vez fueron su familia aparecieron en un triste recuerdo por la tragedia ocurrida, lo que le llevó a tener una revelación, y era que ya entendía su nuevo deber.

Ahora su propósito en la vida estaba marcado. Justo en el momento en que Edward murió en sus brazos y tres de sus hombres la arrastraron fuera del barco con sus últimas fuerzas.
Así pues, con ello en mente, se levantó de la cama, mirando al hombre de baja estatura con determinación.

—Venganza—cerró las manos con fuerza—. ¡Tráigame mi espada!

—No es una buena idea...

—¡Lléveme con su capitán!

—Antes me ordena traerle ropa limpia y prepararle un baño.

—¡Tonterías!—bramó.

—Si quiere ver al capitán antes debe cumplir con sus peticiones.

ÉRASE UNA VEZ DOS CORAZONES ROTOS || CAPITÁN GARFIO | KILLIAN JONES X LECTORADonde viven las historias. Descúbrelo ahora