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—¡Tierra a la vista!—anunció uno de los piratas desde lo alto del palo mayor.

—Mi capitán—pronunció Edward, esperando órdenes.

—¡Prepárense, muchachos, que hoy es nuestro día!—alzó el puño—. ¡Por la vida más honrada!

—¡Sí!

Todo se encontraba en orden, la tripulación estaba a punto de desembarcar y vestía con prendas altas para pasar desapercibido entre los pueblos del lugar.

—¡En marcha!—puso sus brazos en jarra, mirando a todos sus hombres—. ¡Y recuerden volver vivos o yo misma me encargaré de buscarlos en el infierno!

—¡Sí, mi capitán!

Una sensación de inquietud invadió su pecho de manera repentina, como si alguien le atravesara violentamente con una espada. Algo no iba bien, pero decidió dejarlo estar.

Grave error.

Una vez embarcados, le pareció extraño que todos se mantuvieran en la borda del barco, de la misma manera que si algo les impidiera avanzar.

—Caballeros, ¿qué...?

Su corazón se detuvo unos instantes y, asimilando la situación, caminó hacia el frente, quedando delante, pretendiendo proteger a los suyos. Desenfundó su espada, amenazando al ejército de la guardia real que rodeaba a La Silenciosa.

—¡Piratas!

—¡Ratas!—corrigió uno.

—¡Capitana Freya, queda detenida por piratería, numerosos cargos de saqueo, asesinato, desorden público y por suponer una amenaza para el reino!—el cabecilla la apuntó de igual manera con su espada—. ¡La pena es la muerte!

—¡Yo soy su esposa!—dio una risotada—. Atrévanse a dar otro paso y se la presentaré personalmente.

—No hará falta—enfundó su espada, dejando a todos los presentes desconcertados—. Usted misma ya ha condenado a los suyos.

__________|HORAS DESPUÉS|__________

Llegada la noche y saqueados los pueblos, la tripulación regresaba al navío con un buen botín entre las manos.

—Ed, asegura todo en el barco—ordenó, deteniendo su paso—. Aquello que sucedió con la guardia real no me ha dejado tranquila, y a mis hombres tampoco.

—¿Tiene algo en mente?

—Marcharnos de inmediato, no arriesgarnos a depender de nuestra ventaja—acarició el frasco que colgaba de su cuello con el polvo mágico—. Ve, haré una parada.

—Usted no puede ir sola por estos lares—negó—. No lo aceptaré.

—Lo harás—dijo severa—. Nuestra prioridad es la seguridad de los nuestros.

—Estoy en completo desacuerdo.

—Lo sé—sonrió—. Y también sé que obedecerás.

—Por supuesto, mi capitán—suspiró con otra sonrisa—. Con usted hasta el fin del mundo.

—Deja las formalidades de lado—dio palmadas en su hombro—. Nos conocemos...

—De toda la vida—ensanchó su sonrisa—. Y no cambiaría ni un segundo de todo lo que he pasado contigo, Freya.

Las palabras de Edward hicieron que la mujer frunciera el ceño y se le formara un nudo en la garganta. Sonaba como una despedida, y eso no le gustaba en absoluto.

—Deme su mejor licor—exigió nada más sentarse en la barra.

—¿Acaso tiene la cantidad suficiente para...?—el fuerte golpe sobre la madera le obligó a callar.

ÉRASE UNA VEZ DOS CORAZONES ROTOS || CAPITÁN GARFIO | KILLIAN JONES X LECTORADonde viven las historias. Descúbrelo ahora