El rescate sangriento

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El disparo resonó en mis oídos

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El disparo resonó en mis oídos. Pensé que era el fin, que iba a morir. Pero luego, noté que no había recibido ningún disparo y que el baúl se cerraba de nuevo. Abrí los ojos y, a continuación, escuché un rugido que me heló la sangre. Era el rugido de un animal salvaje que atacaba a mis secuestradores.

―¡¿Qué es eso?! ¡¿Qué es eso?!―oí que gritaban, aterrorizados.

―Es un lobo, un lobo gigante ¡Dispara, dispara! ―oí que respondían, desesperados.

Oí varios disparos, pero también gruñidos, mordiscos y alaridos de dolor. Luego, el silencio se hizo sepulcral. Me quedé quieta, sin saber qué hacer. El olor de la sangre me quemó las fosas nasales como una brasa ardiente. ¿Había terminado todo? ¿Estaba a salvo? ¿O estaba en más peligro?

De repente, el baúl se abrió de nuevo. Parpadeé, tratando de enfocar la vista. Frente a mí, vi la cara de un hombre de ojos rojos. La sangre descendía de sus labios hacia su cuello. Él me miraba con una mezcla de odio y desprecio.

―Tranquila, no te preocupes. Si te quisiera muerta de inmediato ya lo habría hecho , sin dudarlo, maldita zorra ―me dijo con voz burlona y cruel.

―¿Qué... qué eres? ¿Y cómo que zorra? Tú eres.― intenté replicar, pero su mano me tapó la boca y sentí la presión que ejercía. Su risa burlona resonó en mis oídos mientras me agarraba de la mordaza y me arrastraba fuera del coche.

Ya en el suelo pude ver que de ambos sujetos que hace unos segundos decidían cómo matarme solo quedaban manchas de sangre en el pavimento. Me azotó contra la calle y pisó mi cabeza, su sonrisa se ensanchó y me susurró al oído:

―Soy lo que tú quieras que sea, querida... ―dijo él, con una voz sarcástica―. Y tú eres la maldita escritora que acabó con mi hermana... Ahora vas a pagar por ello.

―¡Yo no maté a nadie! No entiendo nada de lo que está pasando. ¿No sabes que?, ni me importa tu puta hermana.―dije, desafiante.

Aproveché un descuido de mi atacante cuando su rostro quedó a la altura de mi oído y le golpeé con el codo, haciendo que soltara mi cabeza. Acto seguido, le propiné una patada en la entrepierna y me puse de pie con rapidez. Corrí hacia el otro lado de la calle, en busca de un refugio o alguien que pudiera ayudarme.

Pero no contaba con que él fuera tan rápido y persistente. Me alcanzó en unos segundos y me jalo de mí pierna, tirándome al suelo de nuevo. Sentí su aliento en mi nuca y su voz amenazante:

―No vas a escapar de mí. ¡Te voy a hacer sufrir como ella sufrió!, es lo mínimo que te mereces. ― gritó con rabia.

Intente soltarme, pero él sujetó mi cabello con fuerza. La carretera estaba desierta y nadie podria oír mis gritos.

En ese instante, el celular de él empezó a sonar. Él soltó bruscamente mí cabello y sacó el teléfono del bolsillo. Miró la pantalla y frunció el ceño.

―Mierda, tengo que contestar. ―dijo, apartándose―No te muevas de ahí, esto no ha terminado.

Aproveche el momento para intentar liberarme de las ataduras. ¿Quién era? ¿Qué significaba lo que me había dicho? Todas esas preguntas rondaban por mi cabeza, mientras el sonido del celular seguía resonando en la noche.

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Adara_

Queridos lectores, gracias por acompañarme en esta historia, iré mostrándoles a los personajes al final del primer capítulo que narren.
Su presencia es silenciosamente apreciada.

Con gratitud, L.N.Acosta

Entre Letras y Bestias Donde viven las historias. Descúbrelo ahora