El misterio de la doble muerte

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Lian_

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Lian_

Llegamos a la morgue después de tres horas de conducir. El lugar estaba desierto, salvo por un guardia que nos miró con curiosidad. Luca se encargó de distraerlo, mientras Adara y yo nos colamos por una puerta trasera. Entramos en una sala fría y oscura, llena de puertas metálicas pequeñas en las paredes.

― ¿Qué estamos buscando exactamente? ― me susurró Adara.

― ¿Ves las etiquetas? Tienen códigos numéricos, son las fechas de la muerte. Abramos todos los que coincidan con el 10/5― le respondí con ironía.

― ¿Y cómo sabremos cuál es el correcto? ― preguntó irritada.

― Tendremos que revisar cada cajón, uno por uno ―le contesté, mientras me acercaba a las puertas, eran de metal, las cuales conservaban los cuerpos a una temperatura baja para evitar su descomposición.

― ¿Todos? ¿No son demasiados? ― se sorprendió, mirando alrededor.

― No tenemos otra opción. Tenemos que encontrar algo, antes de que nos descubran ― le recordé.

—Bien, hagamos esto rápido. No quiero estar más tiempo aquí, siento que voy a vomitar. —dijo rápidamente mientras se llevaba una mano a la boca. Pude notar su piel pálida, y como las piernas le temblaban. No estaba acostumbrada a ver cadáveres eso seguro.

Empezamos a abrir los cajones, y a mirar los cuerpos que había dentro. Algunos estaban intactos, otros mutilados, otros quemados. Todos tenían una cosa en común: estaban muertos.

― 10/5 ¿Qué te parece este? ― me mostró, abriendo el cajón. Era un hombre con un tiro en la cabeza.

― No, ese no es. Ese es un suicida. Lo sé porque lo vi en las noticias.

― ¿Y este? ― señaló a una mujer con una herida profunda de arma blanca.

― No, ese tampoco. Ese es un homicidio. Lo sé porque lo vi en el periódico.

―¿Y este? ― me enseñó a un niño con una herida en el cuello.

―No, ese menos. Ese es un accidente. Lo sé porque lo vi en la televisión ― ya estaba cansado de responder.

― ¿cómo sabes todo eso? ¿Acaso tú los mataste y el noticiero es tu excusa?― me preguntó, con una mirada de sorpresa y desconfianza.

― ¿Qué? ¿Me estás acusando de ser un asesino? ― le respondí, indignado. ― Eso es falso. Yo soy fiel al clan, la principal regla es respetar el tratado de paz.

― ¿Clanes? ¿Existen más grupos? ―me interrogó mientras abría otro cajón.
En este cajón de la morgue por fin encontramos al cambiante. Tenía el mismo cabello, los mismos ojos, la misma ropa. Pero había algo que lo delataba: un rastro negro en la nuca y las uñas.

― ¿Qué es eso? ― preguntó, asustada.

― Eso es un cambiante, como nosotros. Pero de otro tipo. Este es un cambiante clase tres. Se dedica a asesinar a sus objetivos humanos, tomando su forma. Pero si mueren, se quedan en esa forma. Así borraron las pruebas ― le expliqué lo más sencillo que pude.

― ¿Y por qué hay uno que se parece a mí?― se quedó paralizada.

Pero de un momento a otro, cambió de actitud. Se puso a saltar como loca y a decir que era fascinante y que era una buena inspiración para una saga de libros. Tal vez liberar tanta adrenalina y cortisol desembocó a que se le fundiera el cerebro.

― No lo sé, tal vez lo obligaron a tomar tu forma o era un cómplice que luego traicionaron. Pero tenemos que averiguar si dejaron alguna prueba de quienes fueron. Tal vez haya alguna pista en el informe del forense.

― ¿Y cómo lo conseguimos?

― Con estas llaves. Luca me las ha dado. Dice que se las ha sacado al guardia, con su encanto personal ― le dije, con una sonrisa irónica.

― ¿Qué? ¿Cómo? ¿En qué momento te las dio?― me miró frunciendo el ceño y confundida.

― No me lo preguntes. Luca es capaz de cualquier cosa ― le aclaré.

― Vamos, chicos. No tenemos tiempo que perder. Tenemos que ir a la oficina del forense, antes de que nos pillen ― interrumpió Luca, apareciendo de repente.

― ¿Qué has hecho con el guardia? ― le exigí que respondiera.

― Nada, solo le he dado un beso de buenas noches. Ah y me encargue de las cámaras― confesó Luca, con una sonrisa pícara.

― ¿Qué? ¿Le has besado? ¿Por qué? ― pregunté confundido.

― Porque me gustaba, ¿Qué crees? ― mintió Luca.

La verdad era que Luca no había besado al guardia, seguro le aplicó la de los puños.

Salimos de la sala, y nos dirigimos a la oficina del forense. Abrí la puerta con las llaves, y entramos. Había un ordenador, una impresora, y varios archivos.  Busqué el informe del cuerpo que se parecía a Adara. Luca se quedó vigilando la puerta.

― Aquí está. El cuerpo fue encontrado hace dos días, en tu departamento. Tenía un disparo en el corazón. No hay huellas, ni ADN, fue dado como suicidio y identificada como Adara Rossi― terminé de leer.

―Entonces no dejó rastros. ¿Qué debemos hacer ahora? Con lo que has dicho, das a entender que no podremos identificar al muerto― respondió pensativa.

― No lo sé, Adara. Pero hay algo que no me cuadra. Algo que no encaja. Tal vez... ― no pude terminar.

De repente, se oyó un estruendo. La puerta de la oficina se abrió de golpe, y entraron varios hombres. Eran cambiantes, como nosotros, lo supe por el color de sus ojos. Pero no pertenecían a nuestro clan.

― ¡Ahí están! ¡Mátenlos! ― gritó uno de ellos.

― ¡Rápido, Lian! ¡Agarra la muestra y vámonos! ― gritó Luca.

Recolecté un dedo del cuerpo, y lo guardé en mi bolsillo. Luego, sujeté la mano de Adara, y la arrastré hacia la salida. Luca nos siguió, cubriéndonos las espaldas.

― ¡No los dejen escapar! ¡Disparen! ― gritó uno de los cambiantes.

Se oyeron varios disparos. Algunos nos rozaron, otros nos hirieron, para la suerte de Adara ninguna bala la alcanzó por qué Luca la cargó y como ya no somos humanos tenemos nuestra ventaja de autocuración.

Pero seguimos corriendo, sin mirar atrás. Llegamos al auto, y nos subimos. Me puse al volante, y arranqué. Luca se quedó en la puerta, y se transformó. Se convirtió en una mantis gigante, con unas pinzas afiladas y unas alas brillantes. Se lanzó sobre los cambiantes, y empezó a cortar sus cabezas como una guillotina.

― ¡Qué demonios es eso! ¡Es una mantis! ¡Es un tipo dos! ―gritó uno de los cambiantes.

― ¡Mátenlo! ¡Mátenlo! ― gritó otro.
Pero Luca era más rápido, más fuerte, más letal. Cortó, picó, destrozó a los cambiantes, sin piedad. Luego, voló hacia el auto, y entro por la ventana del acompañante.

― Vamos, Lian. Pisa el acelerador. Tenemos que salir de aquí ― dijo Luca, volviendo a su forma humana.

El auto salió disparado, dejando atrás la morgue. Y los cadáveres. Empeoraba la situación.

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Está noche salí tarde de estudiar pero aquí está su esperado capitulo con un poco de acción a partir de aquí las cosas se van en picada. Nos leemos mañana 🍷

Entre Letras y Bestias Donde viven las historias. Descúbrelo ahora