Tus deseos son mis órdenes | Rivari

Capítulo 9. Tía Samantha

Tamara Estévez. Aquella mujer no había salido de su mente desde la pasada semana y lo que iba de esta, ya era jueves y había estado tan ocupada o distraída que no había podido ir con Filis para que le diera información de esa chica, sin embargo, hoy era el día, hoy definitivamente iría con Oscar. Pero cuando apareció en la oficina del jovén, se sorprendió de que no se encontraba allí, Filis era muy puntual y diligente, era imposible que no se hallara en su despacho a las ocho y treinta, siempre dejaba a Zoé en la escuela a las ocho y venía directo a su trabajo ¿Acaso algo había sucedido? Tomó una pluma que se encontraba en el escritorio del moreno y cerrando sus ojos para concentrarse, luego de unos segundos logró verlo... inmediatamente soltó la pluma, abriendo sus ojos con sorpresa ¿Qué hacía Oscar en una ambulancia?

Por lo que había visto él estaba siendo llevado en una ambulancia, por lo que no podía sólo aparecer allí, si lo hacía iba a causar algo más que un alboroto. Necesitaba aparecer en el hospital como una persona normal.

Soltando un suspiro apareció en aquel costoso auto que siempre estaba estacionado en el lugar que le pertenecía a Abril en el estacionamiento: de su edificio, aquel que en realidad nunca utilizaba, poniéndose rumbo al hospital. Una vez se encontró allí preguntó por el moreno, obteniendo como única información que aún se encontraba en terapia intensiva y debía esperar, al no ser familiar cercano no podían brindarle mayor información, pero para su fortuna Zoé se encontraba en la sala de espera.

-¡Tía Samantha! -la niña saltó a sus brazos con lágrimas en el rostro, aferrándose a ella como si fuera todo lo que tenía en el mundo, ella sólo acarició su cabeza tratando de tranquilizarla, la verdad es que a veces tenia muy poco tacto con los niños- ¿Cómo es que estás aquí? No sabia cómo llamarte.

-Sí que lo hiciste cariño, por algo estoy aqui, mi número está en tu teléfono -mirando fijamente a los ojos a la menor, ésta la míró hipnotizada y asintió con la cabeza, luego nuevamente miró el suelo lagrimeando un poco- ¿Qué sucedió?

-Papá... él... tuvo un accidente en su auto... justo cuando me dejó en la escuela un auto lo chocó.

-Bueno... es una fortuna que tú no estabas también dentro del auto -aquello no tranquilizó a la niña, que continuó llorando. Sin saber exactamente qué hacer, Samantha pensó que quizás podía hipnotizarla para que no llorara, sin embargo, eso era muy cruel incluso para ella, más cuando se trataba de Zoé- Vamos Zoé, no... no llores, estoy segura que Filis estará bien.

Ella se aseguraría de eso, no es como que no quisiera reclamar el alma de Oscar, era más como que no deseaba dejar a Zoé sola en el mundo, sin su adorado padre, con un futuro incierto, obligada a ir a vivir con su abuela, la madre de Filis que lo había echado apenas quedó su novia embarazada de Zoé, estaba segura que aquella mujer no deseaba a la niña cerca.

-¿Eso crees?

-¡Por supuesto, cariño! ¿Por qué mejor no vamos por un chocolate caliente y un desayuno? Apuesto que no has desayunado por todo lo que ha sucedido -como toda respuesta Zoé negó con la cabeza, limpiando sus lágrimas con sus manos- No se diga más, te compraré cualquier cosa que desees.

-Gracias, tía Samantha.

Apenas Zoé terminó su desayuno y Samantha su café, volvieron presurosas a la sala de espera, donde minutos después apareció un doctor que preguntó por los familiares de Oscar, fue allí cuando ambas se acercaron. Por el hecho de que Zoé era el único familiar y era una niña no podían darle la información, por lo que Samantha modificó la persona de contacto de Oscar por su nombre en un parpadear y pudo dirigirse a un lugar más privado con aquel doctor, dejando a Zoé en la sala de espera unos segundos más.

-¿Lo que sucedió es tan grave que su propia hija no puede saberlo?

-El joven Oscar está en coma -Samantha abrió sus ojos con sorpresa- No sería muy profesional decírselo a su hija siendo ésta menor de quince años.