Capítulo 19. Un Ángel

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Paciencia, aquello que más le hacía falta a Samantha en ese momento. Si bien idear un plan y llevarlo a cabo tomaba tiempo y requería paciencia, ahora mismo lo que más quería era tirar todo al suelo e incendiar el lugar completo, pero más importante, incendiar a aquel hombre. Ramiro Luján. Él la miraba con arrogancia, y obviamente ella sólo ocultaba sus ansias de sangre tras una sonrisa amable... y falsa.

-¿Qué podría traer a Samantha Rivera a mi oficina?

Samantha miró a su alrededor, habían dos guardias, uno al lado del hombre y otro en la puerta, además de las cámaras, que quizás estaban siendo observadas por algún guardia de seguridad... eliminar la cinta sería una molestia, eliminar los recuerdos de sus mentes otra molestia. Ella quería hacerlo rápido y sin testigos pero estuvo observándolo por días y nunca había estado solo, parecía tener sus espaldas muy bien cuidadas.

-Señor Luján, tengo una denuncia contra usted -aquella había sido la solicitud de Filis, luego de insistirle por una semana, logró convencerla de que hicieran las cosas de manera "justa"... vaya desperdicio de su tiempo. Sacando unos papeles, Samantha los dejó sobre el escritorio del hombre el cual alzó una ceja sin parecer entender lo que había dicho- Sería interesante poder hablar con su abogado al respecto así que mi tarjeta está anexada a los documentos...

-¿Una denuncia de quién?

-Oh, eso podría averiguarlo si utilizara un poco su materia gris -fue su turno de sonreír con soberbia al recibir una mirada retadora del hombre, que comenzó a analizar el documento- No tengo nada más que hacer aquí, así que si me disc-

-Esto es basura -la interrumpió, si tan sólo supiera lo que le molestaba ser interrumpida y quién era en realidad. Conteniendo un suspiro de molestia Samantha lo miró inquisitivamente- ¿Quién es Oscar? ¿Por qué atentaría contra su vida sin siquiera saber quién es?

-De nuevo... es cuestión de pensar un poco.

-Cuide sus palabras señorita Samantha, y de nuevo le digo, esto no es más que basura, no voy a molestarme en hablarle a mi abogado por una acusación falsa.

Samantha estrechó sus ojos.

-¿Me está diciendo que no recuerda a su tan preciado cuñado Dean? Aquel que asesinó al esposo de la señora Mills, ese que Oscar se encargó de meter en prisión aún después de que usted lo amenazó en su propio despacho -él la miró desconcertado, abriendo sus labios para tratar de decir algo sin embargo Samantha hizo un ademán con su mano, impidiéndole poder decir algo- Esperaré la llamada de su abogado, que pase buenas tardes señor Luján.

No permitió que el hombre pudiera pronunciar una palabra hasta que se halló fuera de su despacho. Hombres como ese no eran más que una plaga con la cual tratar, creyéndose intocables cuando para ella no había nada que fuera intocable en ese mundo, debía agradecer que el mismo Oscar le pidiera no tocarlo, de otra forma ella haría justicia por su propia mano de una manera muy... sangrienta. Fue luego del almuerzo que manejó hasta la firma en la que trabajaba Filis... o al menos en la que estuvo trabajando minutos antes de ver a Ramiro.

El moreno estaba recogiendo sus cosas con enojo, metiéndolas en una caja. Para cuando Samantha se adentró en el lugar lo miró mientras el organizaba sus cosas con furia y rapidez como si fuera una alma que lleva el diablo... ¿Entendieron? Porque su alma ya estaba siendo llevada por el diablo.

-¿Qué sucede aquí?

-¡Ese idiota se las arregló para que me despidan! ¿Puedes creerlo? Diez años, Samantha ¡Diez años en los que me dediqué a llenarle los bolsillos a esta gente con dinero y ahora simplemente él hace una llamada y ¿Qué me dicen? -Filis cambió su voz a una un poco más gruesa- "Es una pena informarle que sus servicios no son requeridos en nuestras instalaciones" -gruñó al recordarlo haciendo que Samantha soltara una pequeña risa- ¿De qué te ries? ¡Estoy desempleado ahora!

Tus deseos son mis órdenes | RivariDonde viven las historias. Descúbrelo ahora