Capítulo 8. ¿Qué deseas saber?

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Era una tarde tranquila de domingo, Samantha se encontraba acostada en la amplia cama mientras acariciaba el cabello con mechones rubios de Abril, que miraba el techo como si fuera lo más interesante del mundo. Habían almorzado hace ya varias horas y Abril tenía ansias de un postre, que terminó siendo Samantha y ahora se encontraban allí, mirando el techo.

El viernes no había podido tener ningún tipo de acción con ella porque incendió su sofá por lo que luego de controlar el fuego se marcharon a una pizzería y trataron de tener una cita común luego de aquel inconveniente, disfrutando de su noche como una pareja normal y Ilegando al departamento a descansar. El sábado Abril decidió ir al supermercado y Samantha la acompañó, llevando cantidades anormales de golosinas para la castaña y para sí misma, además de encargarse de pagar la mitad de la compra, habían hecho el almuerzo en casa y luego salieron al cine, descubriendo que Samantha era tan amante de los Vengadores como ella, especialmente de Iron man, cenaron en un restaurant y Samantha le insistió en pagar pues ella fue quien tuvo la idea de ir a un restaurant tan costoso, terminaron caminando hasta el departamento de Abril bajo a luz de la luna y las estrellas, sí, muy romántico, pero al llegar a casa nada sucedió. Lo que la dejaba en el domingo, para Samantha, los domingos eran de flojera total, desde levantarse a las once y media de la mañana hasta permanecer todo el día en casa haciendo literalmente nada, a Abril le sorprendió que haya aceptado estar con ella y que no hubiera un incendio de por medio, supuso que sólo había sido la emoción del momento. Abril desvió sus ojos del techo para fijarlos en su acompañante que tenía sus ojos cerrados sin embargo sabía que estaba despierta.

-¿Samy? -como toda respuesta ella sólo hizo un sonido gutural- ¿Por qué incendiaste el sofá el viernes y hoy no incendiaste la cama?

Samantha abrió sus ojos, mirando el techo con interés, parecía pensar una respuesta coherente o al menos una que pudiera entender Abril.

-Cuando estoy muy excitada tiendo a perder el control de mi misma, como te habrás dado cuenta mi temperatura normal es siempre muy elevada, así que si le echas más leña al fuego sólo generarás una llama más viva, eso es lo que sucede, yo debo liberar ese calor de alguna manera.

-Oh, ¿es por eso que alguna veces mientras estamos juntas tú sólo escupes fuego de la nada?

-Exacto... en ese momento no lo hice, de hecho me contuve mucho de hacerlo así que supongo que sólo terminé por incendiar el sofá, lo siento.

-No es un problema, igualmente lo arreglaste -permanecieron en silencio nuevamente, Samantha continuaba acariciando el cabello de Abril y ella sólo dibujaba patrones sin forma en la piel del pecho de Samantha- Y exactamente... ¿Qué más puedes hacer?

Samantha no pareció entender la pregunta, por lo que miró extrañada a Abril.

-¿A qué te refieres?

-Ya sabes, además de desaparecer y aparecer en donde lo desees ¿Qué más puedes hacer? -la risa de Samantha no se hizo esperar pues aquella pregunta le parecía tonta- Ya para de reír y dime.

-Puedo hacer todo ¿Por qué crees que cumplo deseos? Piensa en algo y lo hare.

-¿Puedes cambiar de forma? -luego de soltar una risa Samantha paró de acariciar el cabello de Abril y se cubrió con la sábana, la forma de Samantha fue encogiéndose hasta que sólo quedó un pequeño bulto entre las sabanas dejando a la rubia confundida. Abril se sentó en su sitio luego de segundos al sentir algo peludo caminando por sus piernas bajo la frazada- ¿Qué dem...? ¡Wow! -al levantar las sábanas, se encontró con un pequeño gato negro, parecía no tener más que sólo meses. Lo tomó en sus manos mirando los profundos ojos color escarlata, siendo aquella definitivamente Samantha- ¿No eres tú el gatito más lindo del mundo? -recibió un maullido como respuesta además de un asentimiento con la cabeza por parte del animal- Bueno... es obvio que eres tú, ese ego sólo podrías tenerlo tú en cualquier forma -dejó al gato sobre sus piernas, acariciándolo durante un tiempo viendo como parecía gustoso ante las caricias que le proporcionaba- ¿Puedes ver el futuro?

Tus deseos son mis órdenes | RivariDonde viven las historias. Descúbrelo ahora