Capítulo 23. Tus Deseos Son Mis Órdenes

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"Hablar con ella".

¿Qué se suponía que él quería hablar con ella? No tenían absolutamente nada de qué hablar ¡Sólo asesinó unos mundanos humanos! No eran la gran cosa, no iban a arrepentirse de sus pecados ni a mejorar con el tiempo ¡Ellos simplemente iban a asesinar a Abril!

Se adentró en el inmenso edificio con sus hombres atrás de ella. Cuando el portero del mismo la vió abrió sus ojos con sorpresa y antes de que pudiera decir algo ella simplemente se encaminó en dirección al ascensor, aquel que la llevaría con su "padre", dejando una larga fila de almas que la miraban con un dejo de disgusto por no esperar su turno.

-Señorita, debe tomar un número y esperar como los demás, le ofrecemos disculpas por los inconvenientes y la espera, sin emb....

-¿Acaso no sabes quién es ella?

Preguntó uno de sus seis acompañantes, haciendo que el ángel arqueara una ceja, Samantha soltó un suspiro pues ni siquiera se quería molestar en hablar con uno de ellos.

-El valor monetario que poseía en vida no tien....

-¡Tú estúpido...!

Samantha levantó su mano y Amon gruñó. Girándose sobre sus talones se dirigió hasta aquel aparato que repartía los números y mirando a todos a su alrededor con una sonrisa soberbia tiró del mismo, sacando la mayor cantidad de números posibles y luego incendiándolos en sus manos bajo la atenta y sorpresiva mirada de todas las almas y ángeles en el lugar.

-Si tienen una queja pueden decírselo a su "papi", virgenes.

El ascensor se abrió, había dos almas en él y sus hombres se encargaron de sacarlos con rapidez, dándole paso a ella que se adentró en el mismo junto con sus seis acompañantes. Miró su reloj de muñeca, era sencillamente increíble lo mucho que tardaba aquel ascensor en llegar hasta el piso más alto, no lo podía creer, debería estar bebiendo un buen vino o en su defecto volver al whisky. Cuando las puertas al fin se abrieron se adentró en la oficina del fondo, haciendo una señal con su mano para que sus hombres esperaran fuera de la misma bajo la atenta mirada de aquellos arcángeles mediocres. En el momento en el que abrió las puertas y las miradas se posaron en ella los serafines pararon de cantar, causando que su tan preciado padre se girara en su silla para mirarla.

-¡Samantha, estaba esperandote! -aquella sonrisa estúpida en su rostro como siempre no hacía más que sacarla de sus casillas. Él se levantó y acercándose a ella la guió hasta estar frente a su escritorio- Vamos, toma asiento tengo algo importante que tratar contigo.

-¿Dónde están las galletas con chispas de chocolate? Sólo vine por ellas.

Ella se sentó en la silla frente al escritorio y él se apresuró a sentarse frente a ella, mirándola con una sonrisa "angelical".

-¡Oh, Rafael las traerá en unos instantes! Sé lo mucho que te gustan esas galletas, así que le pedí preparar un montón para ti, sin embargo, no viniste en un tiempo... No te esperaba hoy.

-Ajá, sí ¿Qué quieres? -se cruzó de piernas, mirándolo con una ceja arqueada y recostándose en el respaldo de la silla- Estaba ocupada allá abajo.

-Por favor, déjennos. -los serafines parecieron dudar, sin embargo acataron la orden y salieron por la puerta, seguramente entrando en pánico al ver a sus demonios afuera de la oficina- Estaba pensando en mi nueva creación cuando de repente me llegó una noticia por parte de Miguel.

-Miguelito siempre tan cotilla, tiene que estar atrás de mí viendo y diciéndote todo "Samantha trata de robarte el trono", "Samantha está levantando a los ángeles en tu contra", "Samantha creó el SIDA" -él sólo soltó una risa ante lo que ella decía y Samantha sólo frunció el ceño- ¿Qué tontería te dijo esta vez?

Tus deseos son mis órdenes | RivariDonde viven las historias. Descúbrelo ahora