Capítulo 5 | 𝗡𝘂𝗲𝘃𝗮 𝗩𝗲𝗿𝘀𝗶𝗼́𝗻

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Capítulo 5

Mi hogar era mediano, un ejemplo clásico de arquitectura moderna. Invité a Karel a sentarse en el sofá, y mi madre nos ofreció una bebida caliente.

—Cariño, ¿quién es este chico? —preguntó ella, la curiosidad evidente en su voz.

—Es Karel, el sobrino de Karen —le informé, y ella asintió, conforme con la respuesta.

—Recuerdo que Karen solo tiene una sobrina y es mayor de edad —pareció recordar y enarcó una ceja.

Qué curiosa, uniendo la información del pasado con el presente.

—Sí, mamá, es que Karel no es su verdadero sobrino —intenté explicarle mientras me acomodaba al lado de él en el sofá —. Karel es el chico con el que jugaba de pequeña. Karen nos cuidaba a los dos. ¿Te acuerdas?

Mi madre se quedó pensando unos segundos antes de sonreír y asentir, como si finalmente recordara.

Caí en cuenta de que Karen sabía de nosotros y no nos había contado nada sobre nuestros encuentros de la infancia.

—¡Oh, sí! El pequeño Karel, claro que me acuerdo. Su cara me parecía un poco familiar —se acercó más a nosotros —. Estoy tan emocionada de verte. Solo espera a que Andry y Thalia lleguen; notarás la emoción en ellos.

Andry era mi padre y Thalia, mi abuela. Cuando el aroma del chocolate recién hecho y las tostadas se propagó por la casa, escuché el sonido de la puerta principal abriéndose: era mi padre.

Conversamos por un tiempo con mis padres, y luego se unió mi abuela con galletas. Aquel reencuentro no solo era especial para mí, sino también para Karel. Nuestra amistad de la infancia había dejado una huella profunda en ambos.

Ya siendo demasiado tarde, casi al anochecer, me despedí de Karel con la promesa de mantenernos en contacto.

Este reencuentro fue un regalo inesperado. Y prometía que nuestra amistad seguiría creciendo.

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Habían pasado varios días en los que no pude hablar físicamente con Karel, solo a través de mensajes. La lluvia constante no había permitido vernos.

Grandes días lluviosos en invierno, pero relajantes y acogedores. Las ventanas de mi habitación estaban cubiertas con cortinas que bloqueaban la luz exterior, creando un ambiente tranquilo, perfecto para leer o tomar una siesta. El sonido de la lluvia golpeando contra los cristales ayudaba a relajar la mente.

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El invierno aún seguía y la biblioteca se encontraba envuelta en una tranquila atmósfera. Los copos de nieve caían suavemente afuera mientras caminaba por el pasillo de la biblioteca. Había planeado encontrarme con él aquí.

Al entrar, mis ojos buscaron la figura de Karel entre los estantes y las pocas personas que estaban allí. Ahí estaba él, en la sección de poesía, con su suéter de lana y una sonrisa radiante en su rostro. Caminé hacia él y nos saludamos con un abrazo cálido.

—Estoy muy emocionado de volverte a ver.

—Yo también —sonreí —. ¿Has leído poemas?

—Ayúdame a buscar uno para leerlo.

Nos adentramos entre los estantes, caminando uno al lado del otro. Nuestras manos se rozaron en un encuentro tan fugaz como mágico. Un roce leve, apenas apreciable para el mundo exterior, pero en mi interior, muchas emociones se desataron.

Podía sentir el latido acelerado de mi corazón. ¿Por qué latía más fuerte estando cerca de él? Era algo que no entendía.

Bueno, a quién trataba de engañar, sabía lo que significaba. Nunca lo había sentido así antes, y era mejor hacer como si no supiera nada; él solo era mi amigo.

Nos quedamos observando las portadas de varios libros. Extendí mi mano al mismo tiempo que él extendía la suya para alcanzar un libro, y nuestras manos se rozaron por segunda vez, la apartamos rápidamente. Él seleccionó el libro y leyó la sinopsis.

—Este libro parece interesante —me mostró la portada.

Debía estar muy sonrojada, porque él se quedó mirándome mientras sonreía.

—Sí, lo parece —dije en un tono bajo.

¡Quería huir!

Esto era tan complicado de llevar. En los libros, estas situaciones suelen verse demasiado lindas, pero en la vida real, solo me llenaban de nervios y vergüenza.

Decidimos sentarnos en un rincón acogedor, junto a una ventana que mostraba el paisaje invernal enmarcado por la nieve. Observábamos los poemarios y nuestras miradas se encontraron.

Continuamos explorando los libros, pero mi atención ya no estaba en las palabras impresas de las páginas. Estaba completamente centrada en la presencia de Karel, en la forma en que sonreía y en anterior roce de nuestras manos.

Amor entre letras | 𝗡𝘂𝗲𝘃𝗮 𝗩𝗲𝗿𝘀𝗶𝗼́𝗻 | 𝗖𝗢𝗠𝗣𝗟𝗘𝗧𝗔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora