Empanadas de lagartija y cerveza de cactus

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La Torre de los Centinelas más cercana hace ya rato que desapareció de vista, desvaneciéndose entre las dunas sinuosas de Danvacara. Aquí, en esta zona olvidada por las Divinidades, la arena es caliente, tostada y dura, y el viento, para empeorar las cosas, la arroja constantemente sobre la cara. Katsuki está harto de tragar arena cada cinco saltos que dan los Shardalah, así como del calor severo que se desprende del suelo desértico y amenaza con convertirlos en papilla en cualquier momento.

Detesta a Danvacara.

El estúpido de Todoroki no parece demasiado afectado. Por supuesto, la parte de él que desciende de Daguestán no debe estar pasándola muy bien, pero, a cambio, la que tiene sangre Danvacarense debe estar dándose un festín. Su cabello de dos tonos, una mitad de fuego y otra de hielo, deja en evidencia la mezcla de sangres que corre por sus venas. El otro Exterminador no ha emitido una sola palabra desde que partieron de Wruk, la ciudad más cercana a su destino, la mañana pasada. A Katsuki eso no le parece particularmente molesto. Si no tienen nada de qué hablar, entonces en definitiva no tienen por qué hacerlo. Han pasado las últimas horas montando en silencio sobre los Shardalah en tanto se dirigen hacia su destino, mismo que yace en el medio de la parte más inhóspita de Danvacara.

No es casualidad que no haya ninguna Torre de Centinelas en esa región. No hay ningún otro poblado en las cercanías, por lo que no tendría mucho sentido. Y eso es lo que han aprovechado aquellos que habitan en Haknam para construir el lugar más ruin sobre la faz de Naxos. Katsuki opina que va a ser en extremo divertido ver cómo reaccionarán los pobladores de Haknam en cuanto vean a sus uniformes rojo guinda aparecerse entre sus deplorables callejuelas. Katsuki nunca ha estado en Haknam, pero ha escuchado historias.

Historias repugnantes.

Es por ello que no siente el más mínimo grado de emoción cuando, por fin, ve al cubo negro que es Haknam comenzar a dibujarse en la lejanía. El sol acaba de bajar de su zénit para cuando lo visualizan, un monstruo de piedra negra surgiendo entre las dunas amarillentas. No se detienen al verle. De hecho, ni siquiera intercambian comentario alguno. Más bien, aprietan un poco el paso, dando órdenes a sus Shardalah para que aceleren. Mientras más pronto lleguen, más pronto terminarán con su misión y podrán salir de ese lugar. Katsuki espera que sea una misión rápida.

Pero sabe que probablemente no lo será.

Les toma un par de horas más llegar ante una de las entradas de Haknam. No tienen idea de cuántas tenga, porque éstas cambian todo el tiempo, pero ambos dan la orden a sus Shardalah de detenerse cuando se encuentran cerca de una fila de gente y de carrozas que esperan su turno para que se les permita ya sea entrar a la ciudad o descargar sus mercancías en ella. Las callejuelas de Haknam son demasiado estrechas para que cualquier clase de carro pueda entrar, por lo que todas las mercancías tienen que dejarse en alguna de las entradas.

Haknam, llamada también "la ciudad de las sombras", es espantosa. Ahora que se encuentran cerca de ella, Katsuki puede estudiarla a detalle. Desde lejos, simula ser un cubo gigantesco y poco uniforme de color negro. De cerca, se alcanza a notar que, en realidad, la ciudad está compuesta por una colección de grandes edificaciones muy juntas hechas de una piedra tan vieja que se ha ido ennegreciendo. Las edificaciones tienen todas varios pisos de altura y su cercanía es lo que las hace parecer una sola figura desde lejos. Ese es también el motivo por el que sus calles son estrechas.

Katsuki ve a Todoroki descender de su Shardalah por el rabillo del ojo. Hace lo mismo. Bomber, su Shardalah, aprovecha la oportunidad para estirarse, y el pelo dorado de su lomo se le eriza. Sus cuernos color cobre lucen lisos y limpios bajo el sol Danvacarense, muy a pesar de todo el polvo que les ha caído encima.

El Shardalah de Todoroki, por otro lado, es de una raza especial. Su estirpe proviene de la de las monturas de los Argente. Eso significa que es blanco, atigrado, de ojos azules y de cuernos plateados. Si Katsuki siente que sufre con el calor del desierto, el pobre Shardalah blanco debe estársela pasando peor que mal. Su raza viene del norte y soporta mejor los climas fríos que los cálidos. Aun así, el animal se comporta con dignidad y elegancia, apenas ofuscado por la arena que se le debe haber metido ya en la melena y entre los dedos de las patas.

Cuatro contra el mundo [KatsuDeku] [TodoIida]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora