Una imagen de los míos

129 27 28
                                    

—Tu apuesta es muy extraña —dice Tenya, observando a Izuku en tanto extrae una camisa limpia de su maletín de cuero. Es una pieza extraña el maletín, igual que lo es la ropa del demonio. Por supuesto, todo lo que Tenya posee proviene de Arcadia, por lo que no es extraño que luzca tan inusual. La camisa de manga larga que lleva puesta es de color azul marino, e Izuku juraría que su tela está casi tiesa. En todo el tiempo que ha tratado a Tenya, no ha visto ni una sola arruga aparecerse en ninguna de sus prendas. Sus pantalones casi siempre son negros, igual que el par de botas que suele usar. Éstas tienen joyas incrustadas de color rojo y azul. También hay joyas en su cinturón y en los bordes de sus mangas. Posee, además, la capa más bonita y suntuosa que Izuku ha visto en su vida. Justo ahora no la tiene puesta, pero es ésta de un negro imposiblemente oscuro, hecha de la misma tela rígida que no se arruga y con tejidos en oro, plata y diamante, según lo que Tenya le informó cuando se la mostró.

Izuku jamás ha poseído algo tan elegante. Es cierto que tenía ropa más o menos decente cuando vivía con los Omodoro, puesto que, como sirviente principal de uno de los herederos de la familia, no podían permitir que se le viera vistiendo harapos. Aun así, a un simple sirviente no se le habría permitido jamás vestir algo tan lujoso como lo que usaban sus amos. Pero Izuku igual nota con cierta satisfacción que ni las prendas más finas de los Omodoro se habrían podido comparar con los exquisitos ropajes de Tenya.

Izuku eleva un brazo para atraer hacia sí su mochila. Después de andar por Haknam durante todo el día, sus ropas se han impregnado con toda clase de olores y ambos están impacientes por cambiárselas.

—Será divertido —responde, sonriendo a medias. Revisa dentro de la bolsa y saca una camisa de algodón de color blanco. No es suya. La robó de la casa de sus antiguos amos.

—¿Y qué pasa si perdemos? —dice Tenya, mirándole. Izuku apenas puede verle, pues la realidad es que, si hay algo de luz en la habitación, es solo porque Todoroki la está produciendo. A cierta distancia de ellos, el Exterminador parece estar haciendo un inventario de sus pertenencias. Izuku sospecha que nada más busca una forma de perder el tiempo en tanto espera a que Bakugou regrese de las regaderas y mientras finge no estarles prestando atención.

—Bueno, si perdemos, supongo que nos matarán, pero al menos nos la habremos pasado bien antes de morir.

Tenya enarca una ceja.

—No tengo planeado morirme pronto, Izuku.

Izuku le ve sin mayor afectación.

—Si no pensabas morirte, quizá debiste pensar en eso antes de ayudarme, Tenya —desvía la mirada—. ¿No sabías que los aliados de Omphalos cazan a todos los demonios que cometen crímenes en Naxos?

—No me pareció que lo que hicimos fuera un crimen.

—A tus ojos no. Pero apenas acabas de poner pie en este mundo, Tenya —suspira y vuelve a mirarle—. Hasta yo sé que lo que hicimos tiene un nombre, y se llama masacre.

—¿Y por qué no me lo advertiste?

—No tenía modo de saber que no lo sabías, ¿y por qué iba a detener a la persona que me estaba salvando la vida?

Tenya no pierde el gesto severo. Izuku otra vez desvía el rostro.

—De todas formas, ¿no se supone que los demonios son inmortales?

El Clovek no le responde al instante, así que Izuku aventura otra mirada hacia él. Le nota pensativo, quizá un poco enojado, pero lo que no encuentra en él es rencor.

Tenya no le hace responsable por todo lo que ha ocurrido.

—Somos inmortales de cierta forma —responde por fin—, pero eso no significa que no podamos morir, ni tampoco significa que yo viviré para siempre.

Cuatro contra el mundo [KatsuDeku] [TodoIida]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora