Ocultó su rostro entre sus dos manos grandes, cansado de tener que lidiar con la muchacha frente a él. Era la última persona que esperaba encontrarse ahora.
Claro que por el otro lado Maira tampoco estaba feliz de verlo.
Ella también estaba agotada de las disputas constantes entre ambos, solo discutían cada vez que se veían y jamás habían podido entablar una conversación amena. Incluso había pensado en abandonar las clases de nuevo para recuperar su paz, pero la mantenía tan entretenida que había dudado.
Amaba ir y ver a Julieta ser su profesora ahora, la hacía tan feliz y muchas veces recordaban viejos tiempos juntas.
La Loquita empezaba a caerle mejor, aunque tuviera que soportar sus insistencias y abrazos diarios. Tenía veinte años y le daba risa ver como se comportaba al igual que una niña de quince. Con su alma tan juvenil y satisfecha.
El teatro siempre había sido otra de sus escapatorias, de lo poco que le habían dado sus padres y la hacían genuinamente feliz.
Y muy en el fondo de todo estaba aquel hombre.
Lo conocía de lejos por su repentina fama hace unos años, en algún momento incluso le había parecido atractivo. Siempre que veía su película favorita se encontraba consigo y su voz, seguía encantándole. A pesar de pelear cada clase, le divertía verlo enojado. Disfrutaba de entretenerse con él.
Pero justo en ese momento... no.
No quería que nadie arruinara su felicidad y ahora lo tenía frente a ella, con una remera negra y un pantalón azul a cuadros. El cabello despeinado, como si hubiera estado durmiendo y su tan, pero tan característico semblante enojado.
Se le va a arruinar la cara de llevar tanta bronca siempre.
La música sonó un poco más fuerte de la nada, Soda Stereo invitaba a Maira a entrar y cantar con todas sus fuerzas, ignorando al castaño y su mal humor constante.
—Barone... —el susurro de su apellido escapó de sus labios, dejando caer su costado en el marco de la puerta. —¿Qué haces en mi casa?
—No sabía que esta era tu casa —, se quejó. Fue en ese momento que notó que su vestimenta no parecía algo que él vestiría, si no más bien como un pijama. La frustración lo acompañaba, podía notarse en su rostro agotado. Se confundió aún más al verlo.
—¿Qué haces acá? —frunció el ceño, aún más perdida.
—¿Qué haces vos, Maira? Es tarde, ¿Te parece tener la música a ese volumen?
Ella soltó una carcajada, parecía un padre.
—¿Quién te crees que sos? —habló— No necesito un papá que me diga que hacer.
—¿Ah, no? —se acercó a ella— Porque parece que sí, sos peor que Sofía.
—¿Qué te pasa con Sofía? —dijo aún más enojada, ella tampoco la quería a Sofi, a pesar de ser una adulta constantemente había que llamarle la atención en clase por sus gritos y molestias frente a otros compañeros —¿También tenes un problema con ella? Porque parece que vos tenes un problema con todos.
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Escarlata
RomanceSu apellido era adorado por la mayoría de los profesores, a lo largo de su vida siempre había sido así. Nadie podría advertirle que eso sería tanto perjudicial, como bastante beneficioso para ella. Maira llamaba la atención a donde fuera, el tipo d...