Sobre cómo una Licenciada en Administración empieza su vida en Buenos Aires

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Cuando Mar llegó a Buenos Aires ni bien se recibió de Licenciada en Administración de Empresas en Córdoba, no pensó que ese sería el comienzo de una nueva etapa en su vida. Como buena traga (se le dice traga a alguien que es muy estudioso y le va muy bien), terminó su carrera con una oferta laboral en Capital Federal, porque a la empresa que la contrató le gustó mucho el enfoque que le dio a la gestión de proyectos en su tesis.

Y allá fue, con una maleta, muchos sueños y sobretodo, las ganas de dejar el pasado atrás. Porque Mar, a pesar de tener los ojos del color del mar y la piel del color de la bruma, estaba cansada de intentar encajar en un círculo social que, lejos de dejarle buenos recuerdos, le dejó algunos traumas que superar. Pensó que la gran metrópolis, un nuevo porvenir y nuevas aventuras ayudarían y se lanzó a lo desconocido.

No es que no viviera en una metrópolis. Era de Córdoba Capital, y tenía la chispa que todo cordobés tiene. Su tonada, bien marcada, no pasó desapercibida cuando se bajó en Retiro y le preguntó a un guardia por la salida para buscar un taxi que la llevara a Palermo. Tuvo que contenerse ante la imitación berreta del hombre del idioma mediterráneo, pero agradeció que el tachero que le ayudó con sus cosas y le sostuvo la puerta del auto para que ella pudiera subirse fuera más ubicado y se interesara por lo que ella había ido a buscar.

Lejos de asustarla, don Cacho le dio algunos consejos para moverse, sobre todo en horarios y zonas y le dijo que cualquier cosa que necesitara, contara con él para trasladarse. "Tengo una hija de tu edad" le había comentado. Mar aceptó la tarjeta personal del chofer cuando llegaron a destino, y contenta se bajó frente a su nuevo edificio.

El departamento alquilado era sencillo, un estar grande con cocina integrada, un baño y un dormitorio pequeño con balcón desde el que podía ver... bueno, el patio interno y los balcones de sus vecinos, pero al menos podría salir a tomar algo de aire si así lo deseaba. Sin embargo, Palermo estaba lleno de parques, de calles bonitas, de locales comerciales y de actividades para hacer. Seguramente algo iba a encontrar.

Los primeros tiempos en la empresa fueron bastante amenos, colaboró con recursos humanos en un principio y luego como secretaria de la gerencia. Era una empresa de telecomunicaciones vanguardista de alcance local, pero con proyección nacional y ahí es donde entraba ella: colaborar en un proyecto de expansión que les permitiera ofrecer el servicio de internet de fibra óptica al interior de la provincia de Buenos Aires, a las provincias limítrofes luego y, finalmente, el resto del país.

Durante sus dos primeros años en Buenos Aires pudo crecer gracias a este trabajo, pero su objetivo iba más allá: ser su propio jefe. Así que cuando juntó la plata y la experiencia necesaria para comenzar a emprender, destinó un año más para preparar a una chica nueva que entró en la empresa, y finalmente renunció.

Cualquiera diría que su proyecto como administradora, teniendo los antecedentes de un promedio envidiable, un trabajo estable luego de poner un pie fuera de la universidad y haber renunciado siendo encargada de un área en una empresa que comenzó a cruzar las fronteras de la provincia de Buenos Aires, sería fundar una la suya propia quién sabe en qué rubro... Pero Mar tenía otros planes.

Desde que se mudó al departamento de Palermo, cada vez que salía a tomar el subte D, contemplaba una esquina que, de antaño, había sido un pequeño bodegón típico de la zona. Era de esos locales que tienen ventanas altas de marco de madera y puerta de doble hoja. Estaba enamorada del lugar porque le hacía recordar mucho a Córdoba, especialmente a casas de su San Vicente, y pensó que sería un gran lugar para poner el negocio de sus sueños: una cava, en donde pudiera ofrecer bebidas y embutidos, atendido por ella misma y con productos de su tierra natal.

Así que, cuando renunció, lo primero que hizo fue irse a su local porque sí, Marisa "Ansiedad" López lo alquiló un par de meses antes de la apertura para ponerlo a punto y con la ayuda de sus papás, pudo traer los primeros productos: aceitunas de Cruz del Eje, salame de Colonia Caroya y Oncativo, alfajores de las sierras y más. Ya tenía las paredes pintadas, el mobiliario instalado, las heladeras en concesión funcionando y solamente quedaba ordenar. La inauguración estaba cerca, y Mar quería que todo estuviera en su sitio. Esa noche, antes de apagar la luz y volver a su departamento, Mar contempló el lugar. "Mi lugar".

Bodeguita de Mar (Lionel Scaloni)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora