Bosque

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No habían pasado más que unas horas desde que mis padres se habían marchado de la isla, y yo seguía recostada, aturdida por el suero que fluía por mi brazo.

Los sueños de mi vida anterior frente a las cámaras aún inundaban mi mente, mezclados con los recuerdos del año que pasé en la isla.

Seguía viendo a Liana regañándome por no seguir adecuadamente la agenda. Y al dueño del club presentándome a toda esa gente.

Aunque todos y cada uno de los recuerdos que tenía de mi otra vida, seguían mezcladas con las vivencias del año que pase en la isla.

Primero soñé que estaba en la pelea en Las Vegas, pero en lugar de la boxeadora australiana con la que me enfrenté, ví el rostro de Annie. En otro sueño, Eric, vestido de reportero, me preguntó sobre mi signo zodiacal en una rueda de prensa, con los flashes cegándome y la presión del público tensando el aire. Y en otro, Lucas y yo salíamos de fiesta, y me regalaba uno de los cigarrillos que había hecho en la fogata.

Pero el mejor sueño de todos, había sido el de aquellas vacaciones de verano en las que regresé a casa después de la gira de la temporada.

Y en él, llegue con Olivia de la mano, presentándola a mis padres y ganándome una sonrisa finalmente orgullosa de su parte. Y en ese sueño, le mostré mi habitación que por tantos años había habitado en aquella mansión y, finalmente, la dirigí al baño de la recámara en la que se iba a quedar.

Ví su ropa deslizándose por su cuerpo lentamente.
Y la vi mirarme con la respiración entrecortada, y con sus grandes ojos brillando con una mezcla de deseo y diversión, mientras un hermoso color durazno teñía sus mejillas al quedar desnuda frente a mí.

Ese fue el último sueño, que me despertó con un cosquilleo entre las piernas y un extraño bochorno en mi rostro, como si aún pudiera sentir la calidez de su piel bronceada desvistiéndose frente a mi cuerpo.

Tardé unos segundos en recuperar la consciencia de donde me encontraba. Y recordé las palabras de la doctora Rosaline en donde mencionaba que me quedaría una noche mas aquí en la enfermería bajo observación.

La verdad es que no tenia las fuerzas ni siquiera de intentar quitarme la aguja en mi brazo. Me despertaba cada cierto tiempo un tanto desorientada mientras los medicamentos dentro de mi torrente sanguíneo me mantenían en un trance intermitente.

La sombra de un árbol oscurecía parte del reflejo de la luna en la ventana. Y lo único que podía pensar mientras veía aquello, era cuanto ansiaba estirar mis piernas, correr libre por la playa, sentir la energía bajo mis pies y volver a pelear en un ring.

Mi vida parecía escrita por un autor con un muy mal sentido del humor, deleitándose página tras página llena de las tragedias de mi vida.

Me sentía sumamente frustrada por haber pasado tanto tiempo aquí y no haber conseguido nada.

No tenía control sobre mis acciones más básicas, como elegir cuándo ducharme o qué ropa ponerme. Y sobre todo, me sentía triste por haber encontrado personas cercanas a las que podía llamar amigos y no saber si volvería a verlos.

Lo único que tenía por ahora era la horrible confesión de mi hermano, la certeza de que uno de mis amigos se encontraba encerrado en el faro y la incertidumbre de la ubicación de Olivia.

¿Erick y Annie habían salido de la isla? ¿O estaban igualmente encerrados en ese faro?

Bajo el efecto de la anestesia, comencé a delirar con las palabras que había escrito en mi libreta durante mis terapias con la doctora, recordándome el origen de las cosas de acuerdo a ella y a la oposición constante que enfrentaba por oponerme a ello.

ARABELLA II: Puños de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora