Después de cada entrenamiento en el comedor, descendía al sótano de la oficina de Alex para intentar idear todas las opciones con las que contábamos para entrar.
Solo veía a Lucas mientras luchábamos, ya que había sido designado finalmente a la cocina en las noches para preparar la cena.
Parecía molesto conmigo, con la vida, o con todo en realidad.
Las únicas palabras que cruzábamos eran las de reproches al lanzarnos puñetazos al aire.
Alex se había convertido en la única persona que parecía estar en sintonía conmigo en el momento.
Compartiendo la misma meta clara, la de encontrar la manera de entrar a la colonia y sacar lo que nos interesaba ahí dentro.
Y ese día específico, ella llegó con una idea que cambió todo. —Debemos entrar a la fuerza, con toda la artillería que tengamos, y una muy buena arma para asegurar que nos dejen entrar.
—¿Mi padre?— añadí arqueando una ceja.
—Tu madre.
No me negué, pero tampoco me mostré muy contenta de ello.
No le perdonaba lo que había hecho, pero no le guardaba el mismo rencor a mi padre.
—¿Hablas de tomarla como rehén?— pregunté sabiendo que la respuesta a aquello era bastante obvia.
—Así es— se levantó y me miró a los ojos con un gesto incómodo, de no saber si decir lo que quería decir.
—Y a ti— finalizó, ganándose una mirada confundida de mi parte.
— No entiendo... ¿por qué, yo?
—Porque hasta donde tu familia sabe, fuiste secuestrada por un grupo rebelde. Entraremos con la excusa de que las tenemos de rehenes, apuntando con un arma. Y la recompensa que pediremos será monetaria, les diremos que es todo lo que queremos. Y a cambio de ello las soltaremos ahí. Infiltrándote en el lugar, y el resto será por tu cuenta.
Me quedé sin palabras. Sonaba a un buen plan, sin embargo, no sería convincente que fueran hasta allá sin saber lo que había dentro, nunca lo creerían.
—Necesitamos tener una coartada del porque ustedes sabrán la ubicación de la colonia. Necesitamos correr algún rumor creíble, para que piensen que no tenemos ni idea de lo que pasa, esa es nuestra única carta.
—Entonces, saquémoslo de manera realista a alguien que sabe de la ubicación.
Hagamos que tu madre hablé.
Iba a preguntar cómo, pero supe al instante lo que estaba tramando y me negué rotundamente.
—No la vas a tocar— expresé de mala gana.
—Entiendo que a ella le importó un carajo que a ti te lo hicieran dentro de ese faro. No es ninguna santa— se levantó Alex desesperada, acariciando sus sienes como señal de un fuerte dolor de cabeza al enfrentarse nuevamente a mí.
—Sé lo que hizo, pero eso no me da el derecho de elegir hacérselo a ella también.
—Oh, no solo estaba pensando que fuera a ella.
Y entonces, sus ojos adquirieron una tonalidad oscura y perturbadora, revelando la profundidad de sus intenciones.
Comencé a formular una pregunta, pero antes de que pudiera articularla, Alex me interrumpió.
—Necesitamos que ella sea la que le diga a tu padre que ambas fueron secuestradas y obligadas a hablar, y debe estar cien por ciento convencida de ello. Por lo que... tendrá que ser realista, Arabella. Todo lo que le hagamos a ella para que hable, te lo haremos a ti también. Es la única manera en que lo crea.
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ARABELLA II: Puños de sangre
Roman pour AdolescentsContinuación de Arabella I Arabella intentara descifrar las locuras del mundo de sangre y poder que la han envuelto desde que era una niña. Y tendrá que decidir que pesa más: Si la familia que ha conocido toda la vida, ó el amor que ha despertado en...