IGNIS

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Tres.

Retiro el seguro de la granada y la lanzó con todas sus fuerzas, y un grito desgarrador escapó de sus labios mientras el proyectil volaba hacia el enemigo. Nos agachamos instintivamente, cubriéndonos las cabezas con los brazos en un gesto desesperado de protegernos.

Y una fuerte explosión resonó mientras los disparos cesaban por completo. 

Mis oídos zumbaron con un sonido blanco, mientras Alex retiraba el seguro de otra granada y la lanzó hacia la puerta principal, que había sido mi lado a cubrir. Y al agacharme nuevamente, el estampido de la explosión fue como un puñetazo en mis oídos, incrementando el dolor ya agudo que sentía.

—¡Ahora!— escuché apenas como un murmuro lejano. Y a pesar del mareo en mi cabeza y la confusión en mis movimientos, nos levantamos. 

Disparé mi arma hacia el pasillo, abriéndonos paso por si algún guardia seguía en pie, mientras gritaba el nombre de Olivia con todas mis fuerzas.

La vi bajar corriendo por las escaleras al fondo del salón. Y sin esperarla, acompañé a Alex hacia el pasillo mientras disparábamos contra las personas que yacían heridas y medio vivas en el suelo.

Acabando con el dolor de su cuerpo chamuscado en el suelo.

Alex recargo, bajando la guardia en el momento en que un guardia se lanzo a ella desde las escaleras. Y me percate enseguida que no llevaba arma ya que tenia quemado la mitad del brazo.

Por lo que me acerque a ellos, y lo jale de los hombros, apretando con fuerza su lesión  y consiguiendo con ello que se doblegara de rodillas. Y en esa posición golpee con ambos puños su cara, y no se necesito mas que el metal de mis nudillos en su cráneo para acabar con su vida.

Y entonces vi subir a Alex los primeros escalones a los pisos de arriba. 

—¡Rápido! Ellos aún no saben sobre la puerta al laboratorio. Los guiaré arriba. —Subió los escalones hacia el primer piso justo cuando el cuerpo de Olivia me alcanzó, jadeante y con la mano herida por el agarre del arma.

Miré una última vez a Alex, con su rostro iluminado por una sonrisa valiente que intentaba ocultar el miedo que todos compartíamos. Y asentí con una sonrisa forzada antes de desaparecer escaleras abajo con Olivia. Mientras escuchábamos la voz de Alex gritando a todo pulmón.

—¡Aquí estoy, jodidos millonarios! 

Escuchamos los disparos al aire una y otra vez. Mientras abríamos la pesada puerta del laboratorio, y oímos también el fuerte sonido de varios pasos subiendo las escaleras junto con desalmados disparos resonando por los pasillos.

Entramos sin mirar atrás y aseguramos la puerta con la silla que Alex había retirado hacía un rato cuando salimos. Y respire hondo una vez que estuvimos a salvo.

Sintiendo notablemente el interior del laboratorio como un refugio en medio del caos de afuera.

Observé a Olivia, cuyos pómulos estaban manchados de pólvora, dándole la apariencia de una niña pequeña que había pasado todo el día jugando en la tierra. Su rostro, normalmente limpio y sereno, ahora tenía un aire de vulnerabilidad que me partía el alma. Me aferré a su hermoso rostro con ternura, sintiendo el calor de su piel bajo mis dedos, pues en ese momento era lo único familiar y reconfortante que me quedaba en el mundo. Sintiendo que de alguna manera, la brutalidad de lo que habíamos vivido nos había unido de una manera tan profunda que ni siquiera había imaginado posible antes.

Nos abrazamos brevemente, incapaces de contener la mezcla de alivio y tristeza. Sentí su respiración entrecortada contra mi cuello y el ligero temblor de su cuerpo, señal de las emociones contenidas que luchaban por salir. Luego, nos separamos, pues sabíamos que teníamos una misión más que cumplir: encontrar a Jhiang, nuestro último rayo de esperanza.

ARABELLA II: Puños de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora