El Regalo de la Magia: La Historia de un Amor Inesperado

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Los Potter podían parecer las personas más amables y carismáticas del mundo, pero dentro de su hogar no todo era color de rosa. James y Lily Potter habían empezado una relación mientras cursaban su último año en Hogwarts. Todos los que los veían aseguraban que no había pareja que se amara más que ellos y que seguro un hijo nacido de esa unión solo le esperaría amor. ¡Qué equivocados estaban!

En efecto, los Potter tuvieron un hijo al que amaron con todo su corazón. Un año después de su graduación anunciaron que el heredero de dicha familia llegaría al mundo. Fue un acontecimiento importante, el pequeño bebé sería el único dueño de la gran fortuna que poseían los Potter, y sin contar la gran fama con la que contaban los mismos, siendo James Potter un jugador de Quidditch de talla nacional y Lily Potter una gran escritora en El Profeta. Todo en la vida de los Potter era prácticamente perfecto, nada podía arruinar su felicidad, solo la noticia de un segundo embarazo, pocos meses después del nacimiento del primogénito y supuesto único heredero.

—No quiero otro hijo, James. En el diario están bien con el hecho de que tengo que cuidar de Charlus, pero otro hijo acabaría con mi carrera para siempre.
—Lo sé, Lily, lo sé. Mi carrera de Quidditch apenas está despegando en serio y un segundo hijo no me permitiría firmar el contrato con los Murciélagos de Ballycastle, como se supone que haré.
—Entonces, ¿qué propones? No quiero abortar, sería horrible para mí someter a mi cuerpo a eso, pero no quiero este bebé. Me niego a cuidar de él.
—Esperemos un poco y ya se nos ocurrirá algo. Por mientras, nadie debe saber que estás embarazada de nuevo.

Los meses pasaron, y por mucho que no quisieran a ese bebé, el embarazo iba de la mejor manera posible. Habían decidido que el niño sería dejado en una canasta a las puertas de un orfanato y así no tendrían que preocuparse por nada. El día había llegado. Lily Potter entró en labor de parto en medio de una tormenta de verano en horas de la noche. Su esposo sabía que necesitaba ayuda para que su mujer diera a luz al pequeño estorbo y deshacerse de él lo más rápido posible, así que fue al hospital San Mungo y engatusó a una de las medi-brujas que allí trabajaban, haciéndola pensar que se acostaría con él. La llevó a su casa y cuando todo estuvo listo, la colocó bajo un poderoso Imperius.

—Harás que mi esposa tenga a ese bebé, te llevarás al niño y lo dejarás a las afueras de un orfanato. Luego irás a un acantilado y te lanzarás al vacío para que nadie sepa jamás lo que aquí ocurrió —dijo de manera sombría el Potter, y así fue hecho. La mujer hizo nacer a un bebé de cabellos castaños tan oscuros que casi parecían negros, de piel acaramelada y sonrojado. Cuando el proceso terminó, la mujer hizo lo que se le ordenó: llevó al infante a las puertas de un orfanato y luego se lanzó de un risco.

La mañana siguiente al suceso, un pequeño bebé fue encontrado a las puertas de un orfanato y fue acogido de inmediato por los habitantes del lugar. El niño se notaba que no tenía mucho de haber nacido y cuidaron de él lo mejor que pudieron. Todos pensaron que sería sencillo que al niño lo adoptaran, era un bebé hermoso de cabellos oscuros y ojos verdes que parecían un par de esmeraldas. Pero el tiempo pasó, y al llegar el primer año de vida del bebé, nadie había querido adoptarlo.

Una tarde, luego de casi dos años de que el pequeño niño llegara a las puertas de ese lugar, un hombre joven venía acompañado de uno un poco mayor, que para sorpresa de la encargada del orfanato no era otro que Tom Marvolo Riddle, un joven que vivió en dicho orfanato hasta su mayoría de edad y a quien ella en lo personal le tenía un gran aprecio.

—¡Pero miren quién decidió venir a visitar, si es el pequeño Tomy!
—¿Pequeño Tomy? Ese jamás lo había escuchado —dice el hombre más joven de los dos con una sonrisa burlesca.
—Señorita Crawford, ya no soy un niño para que continúe usando dicho apelativo —dice con ironía, pero sin molestia en verdad.
—Tonterías, Tomy, siempre serás el pequeño Tomy para mí. Después de todo, yo era quien cambiaba tus pañales —comenta la anciana con una risa cariñosa y burlesca, que solo generó una risa divertida en el hombre más joven y una desganada y resignada en Tom.
—Dejando de lado esos recuerdos tan entrañables, me gustaría saber, Tomy, ¿quién es el apuesto joven que te acompaña? —dice la anciana con una mirada de curiosidad y esperanza.
—Pues, señorita Crawford, a usted no puedo intentar ocultarle nada, ya que seguro ya lo notó. El hombre aquí a mi lado es uno de mis dos esposos, su nombre es Severus Riddle, antes Prince, pero el Riddle le queda mejor, ¿a que sí? —La risa cantarina de la anciana resonó en el pasillo donde se encontraban, y solo generó una sonrisa de orgullo en Tom.
—¡Oh, Tomy! Siempre supe que eras incorregible. ¿Cómo soportan tus dos compañeros tus excentricidades?
—Con mucha paciencia, señorita Crawford, con mucha paciencia.
La anciana ríe de manera dulce al escuchar las palabras del pelinegro mientras siguen caminando por el pasillo de manera tranquila.
—Dime, Tomy, ¿qué los trae por aquí? No creo que simplemente vinieras a presentarme a uno de tus dos compañeros, ¿o sí?
—Nunca podría ocultarle nada, señorita Crawford. Venía a dejar un pequeño donativo al orfanato, este fue el lugar que me vio crecer y usted la única persona que cuidó de mí en mis años más vulnerables. Creo que sería apropiado dejar algo a cambio por todo lo que se hizo por mí en este lugar.
La anciana mira enternecida al hombre frente a ella. Tom siempre fue muy serio y en general no se relacionó mucho con los niños del lugar, pero ella siempre cuidó de él, supo desde el principio que era un niño especial.

Cuando la anciana estaba lista para agradecer a Tom por su ayuda, un pequeño temblor se percibió en el edificio, y los tres ocupantes del pasillo se miraron entre ellos sin entender nada. Bueno, eso hasta que el pelinegro más joven habló.
—Eso fue un estallido de magia accidental —susurró el pelinegro, sin saber si la anciana conocía el secreto de la magia y sin notar que su esposo lo había escuchado.
—Así es, Severus, fue magia accidental —dijo Tom en tono bajo, pero audible para todos en el pasillo, y Severus lo miró alarmado hasta que el castaño más alto habló—. La señorita Crawford sabe la verdad de la magia, Severus. Ella me vio haciendo magia accidental cuando era un niño, y al parecer, aunque ella no tiene magia, en su familia hace ya varias generaciones hubo al menos dos magos, y por ello sabe que puede que alguno de sus descendientes lo sea. Pero dejando eso de lado, ¿tiene algún niño mágico aquí, señorita Crawford?
—La verdad, Tom, es que la última vez que vi magia accidental de un infante fue la tuya. No sé qué niño podría ser el que la esté generando. Han llegado algunos estos años.

Cuando estaban a punto de empezar a buscar cuál de los más de cuarenta niños que había en el orfanato había hecho magia accidental, un bebé de cerca de dos años de edad salió flotando de manera lenta de una de las habitaciones cercanas al pasillo donde se encontraban y reía de manera cantarina al ver a la señorita Crawford cerca.
—Parece que ya sabemos quién está haciendo magia accidental.
—Así parece, señorita Crawford. ¿Quién es este pequeño? —dice Tom de forma divertida, mientras agarra al bebé en el aire y este, al verlo, le sonríe y empieza a jugar con su corbata.
—El pequeño bebé aún no tiene nombre, Tom. Llegó aquí hace casi dos años, recién nacido, por lo que sabemos, con pocas horas de nacido. Yo soy quien lo cuida, pero ya estoy muy vieja para cuidar a un niño tan enérgico como él, y al parecer se complica más ya que es un bebé mago.
La señorita Crawford comentó de manera triste. El bebé no sería adecuado para la adopción ahora, ya que siendo un niño mágico, sería complicado explicar a las personas las cosas que el niño podía hacer. Lo que ninguno de ellos notó fue la mirada fija del bebé hacia Severus, quien al girarse y quedar cara a cara con el pequeño escuchó algo que dejó a los adultos atónitos:
—Mah... Mah —dijo el pequeño, con ojitos cristalizados y llenos de lágrimas, estirando sus bracitos hacia el pelinegro más grande en un afán de llegar a él—. Mah... ma

Cuando Severus notó que el niño estaba a punto de romper en llanto, lo arrebató de los brazos de su esposo y lo empezó a arrullar, logrando que el niño se durmiera en sus brazos enseguida. Al ver esto, Tom tomó lo que sería para otros una decisión precipitada, pero para él estaba más que claro.

—Señorita Crawford, ¿los papeles de adopción están disponibles para firmar de inmediato? —Esto generó la reacción de Severus.
—Tom, ¿qué estás pensando? Es una locura, es una insensatez, es... —No terminó de hablar ya que Tom lo calló con un beso y le sonrió mientras contestaba:
—Es lo correcto, amor. El bebé necesita una familia y no cualquiera, una de magos que entiendan su magia accidental. Además, sé que estuviste hablando con Regulus para pedirnos a mí y a Sirius que adoptemos, y este bebé llegó a nosotros de la manera más hermosa posible, flotando como el ángel que es, para alegrar nuestras vidas. Sev, sé que Sirius estará feliz de por fin tener un hijo y yo haría cualquier cosa por verlos felices a los dos.

Las lágrimas de Severus no se contuvieron. Tom tenía razón, el pequeño bebé llegó a ellos de la forma más hermosa posible.

—Bueno, pequeño Harry, parece que te vienes a casa con nosotros. Solo no te despiertes aún, todavía tienes otro padre al que hacer feliz —dijo el pelinegro, mientras sonreía con ternura a su esposo y dejaba besos en la coronilla del bebé dormido.

Ecos de una Sangre Maldita: El Juego Mortal de las FamiliasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora