Capitulo 3

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Johan

No puedo quitar los ojos de esta mujer, es tan hermosa y su rostro angelical provoca que te postres ante ella y la adores.

No sé qué me está pasando, simplemente no puedo dejarla ir.

Nunca pensé que llegaría este momento, siempre vi el amor de mis padres y hermano y me llegué a burlar de ese sentimiento, ahora al verla solo siento mi corazón latir con fuerza.

Bendito sea mi familia por obligarme a venir de vacaciones.

― ¿Vamos? ― Mi dulce chica parece aturdida ― ¿Al veterinario?

― ¡Oh, sí! ―Sonríe con sus mejillas sonrojadas ―Vamos.

La ayuda a recoger los gatitos y los metemos en una caja. Hago una mueca, puesto que no soy amante de los animales, siempre he huido, pero ahora los necesito para tener a la chica cerca.

No importa si tengo que tenerlos mientras ella esté conmigo.

Rayos, no sé qué es lo que pasa conmigo. Me estoy volviendo loco.

Bajamos las escaleras y me deleito con sus curvas, con un trasero que provoca azotar.

Estás mal.

Tomo las llaves y le abro la puerta como todo un caballero, me sonríe mostrando sus pequeños hoyuelos y no puedo evitar gemir mordiendo los labios. Ella pasa por delante y me apresuro desactivar las alarmas y abrirle la puerta.

―Gracias―De nuevo sonríe y sube. Le dejo la caja con los gatos en sus piernas y me acerco para ajustar su cinturón aprovechando perder inhalar su aroma ―Gra... cias.

Asiento y cierro la puerta, camino por la parte de atrás ajustado mi entrepierna para que la chica no se asuste y llegó a la parte de copiloto, abro la puerta y ella está ahí acariciando los gatitos que se asoman.

―Es importante ver que estén bien―Digo tratando de establecer una conversación.

―Sí, claro.

―Mientras vamos en camino podemos conocernos.

―Bueno, no hay mucho que decir de mí. Vivo sola con la señora Guzmán, no sé si la conoces―Niego con la cabeza ― ¿No conoces a nadie de por acá? ―Vuelvo a negar.

―Soy nuevo, apenas he llegado unos días.

―Oh―Esos labios. Desvió mi mirada para no terminar chocándonos en el auto.

―Bueno, ella me alquila una habitación.

― ¿Y tu familia? ―La miro de reojo y observo como su mirada se transforma en tristeza.

―No tengo, soy huérfana―Una punzada atravesó mi pecho al pensarla sola.

Siempre he tenido a mi familia.

―Lo siento.

―Te acostumbras―Desvía su mirada hacia la ventana ―Voltea por acá, está en la esquina―Señala y hago lo que me indica, cuando el auto se detiene le digo que me espere y bajo para abrirle la puerta y ayudarla a bajar.

―Gracias.

Le ayudo con la caja y ambos entramos a la veterinaria.

Nos quedamos esperando a que el veterinario revisará la camada y su madre, mientras le sigo haciendo preguntas averiguando de su vida. Cuando me dice que no tiene a ninguna pareja, siento un alivio enorme en mi pecho que me hace querer reclamar.

Observo como las personas que están en la clínica la saludan con tanta familiaridad que me provoca celos.

Cuando el médico sale y nos da las indicaciones vamos a la tienda de mascotas y compramos de todo para que los gatos se sientan entretenidos y de nuevo somos invadidos por los vecinos de la localidad que se acercan al Ángel.

La llevo de nuevo a mi casa no queriendo compartirla con nadie más, tuve que fingir una sonrisa cuando me presentaba a las personas y abstenerme a cargarla sobre mi hombro y llevarla como un cavernícola cuando se llevaba las miradas de los hombres.

―Prepararé la cena mientras acomodas a los pequeños―Le digo cuando la llevo al interior de la cabaña.

―Yo podría preparar la cena, has hecho tanto―Me acerco y acaricio su mejilla sin poder contenerme a tocarla.

―Eres mi invitada, tu encargarte de ellos y yo me encargaré de alimentarte―Asiente y me alejo antes que la bese.

Llego a la cocina y empiezo a preparar la cena, como siempre he vivido solo, sé cocinar bien. En algún tiempo tuve chef privado, pero me parecía un desperdicio para que me cocinara, puesto que la mayoría de veces me quedaba hasta tarde en la empresa y la comida se desperdiciaba, así que decidí aprender a cocinar y cuando tenía hambre yo mismo me lo preparaba y cuando no, simplemente pedía domicilio.

Saco las ollas y observo de reojo como ella los lleva a la lavandería que es un pequeño cuarto al lado de la cocina. De vez en cuando me asomo y la veo acomodar todo y deja los gatos con su mamá antes de levantarse y mirarme con una sonrisa

Se sienta en la isla mientras yo me muevo de un lado a otro cocinando, puedo ver como sus mejillas están completamente rojas y muerde sus labios.

Me pregunto que estará pensando.

Termino de preparar la cena y la sirvo en el pequeño comedor que da al exterior donde se puede ver el paisaje al fondo del mar. Cristina me ayuda a servir y nos sentamos a conversar el resto de la tarde, cuando es hora de despedirse me cuesta dejarla ir, pero debo ir despacio para no espantarla.

―Gracias por todo, mañana vendré temprano antes de ir al trabajo y volveré después.

―Acá te estaremos esperando.

Se acerca para despedirse y aprovecho para darle un abrazo quedándome más tiempo. Me despido de un beso en la mejilla y observo alejarse.

Miau.

Observo hacia abajo y vi a la madre de los gatos mirándome.

― ¿Qué? ―Le digo cerrando la puerta ―Más te vales que la convenzas de que se quede o tú y tus cachorros tendrán que buscar lugar.

Miau.

Ruedo los ojos, ahora me estoy volviendo loco y he comenzado a hablar con un gato.

Ignoro al gato y subo a mi habitación esperando que llegue el día de mañana.


Un verano abrazadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora