Prólogo

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-No te muevas de aquí, Jisoo, ¿lo entiendes?

Subí el aire acondicionado de la camioneta, asentí con la cabeza y dije «está bien» con gestos.

Tras cerrar de un portazo la puerta del conductor, mi viejo y el aspirante se adentraron en el bosque con la primera de las cuatro bolsas para cuerpos que contenían japoneses muertos. En cuanto los perdí de vista, bajé de la camioneta de un salto; la hierba seca crujió al pisarla. Incliné la cabeza hacia atrás y respiré hondo.

Me encantaba estar al aire libre, ir en la parte de atrás de la moto del viejo, alejarme de los que esperaban que hablase. Me subí a la plataforma de la camioneta, partí una rama larguirucha de un cedro cercano y empecé a sacudir las agujas a mi alrededor, solo por hacer algo. Enviar fiambres al barquero podía llevar horas, solo la idea de cavar, encalar, enterrar me hace sentir cansado así que me dirigí hacia los árboles y me puse a buscar serpientes entre la hierba alta.

No sé cuánto tiempo estuve caminando, pero cuando levanté la vista, me había adentrado en las profundidades del bosque. El aire a mi alrededor no se movía y estaba completamente perdido.

Mierda.

Las instrucciones del viejo fueron claras: «No te muevas de aquí, Jisoo,¿lo entiendes?». Mierda, me mataría si tenía que venir a buscarme. Las reglas para deshacerse de los cuerpos eran simples: cavar, tirar y salir corriendo. Miré a mi alrededor y divisé una colina. Empecé a subir para llegar a terreno más alto. Pretendía encontrar el camino de vuelta a la camioneta antes de que el viejo apareciera y se enfadara.

Usé los troncos de los árboles como apoyo para escalar el empinado terreno. Al llegar a la cima, me sacudí el barro seco y los restos de corteza de los vaqueros. Cuando estuve más o menos limpio, oteé el horizonte y fruncí el ceño. A unos doscientos metros se levantaba la puta verja más grande del mundo. Me quedé boquiabierto. Era más larga y gruesa que cualquier cosa que hubiese visto antes. Me recordó a una cárcel, con rizos de alambre por toda la parte de arriba. Miré a mi alrededor, pero no vi signos de vida. Más allá de la verja solo había más bosque. Me pregunté qué sería. Estábamos en el culo del mundo, a kilómetros de las afueras de Yeonje, a kilómetros de todo. La gente no solía alejarse tanto del pueblo, no era tonta. El viejo decía que en ese lugar solo pasaban cosas malas: muertes, desapariciones, violencia y otros hechos inexplicables. Había sido así durante años, por eso empezó a venir aquí a deshacerse de los fiambres.

Me olvidé por completo de buscar el camino de vuelta a la camioneta y caminé entre la hierba alta en dirección a la verja. La curiosidad me hacía temblar de emoción. Me encantaba salir a explorar, pero casi me dio un infarto cuando, de repente, algo al otro lado de la verja me llamó la atención.

Había alguien allí.

Me quedé de piedra, con la vista fija en la silueta de una delgada y diminuta persona. Era un muchacho que llevaba un camisón largo gris y el pelo recogido de una forma extraña. Parecía de mi edad, tal vez un par de años menor. Con el corazón latiendo a toda velocidad, me acerqué con sigilo. Su cuerpecito de aspecto débil desaparecía entre los pliegues de tela oscura del camisón mientras se hacía un ovillo bajo las ramas de un gran árbol. Le temblaban los hombros por el llanto y se estremecía con cada sollozo, pero no emitía ni un solo ruido.Me dejé caer de rodillas, enredé los dedos entre los huecos de la verja y observé.

Quería decir algo, pero solo hablaba con Yuna o el viejo, no podía hablar con nadie más. Incluso con ellos, no lo hacía a menudo. Cerré los ojos, me concentré en desentumecer la garganta y luché por liberar unas palabras que nunca querían salir. Aquella era una batalla que siempre libraba y que rara vez ganaba. Relajé la mandíbula y, cuando intenté hacer lo mismo con los músculos de la cara, el diminuto muchacho se quedó inmóvil, con los ojos fijos en mí. Me solté de la verja y caí hacia atrás.

Wolf eyes - SeokSooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora