Capítulo 6

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Con un jadeo seco, abrí los ojos de golpe y me encontré con un techo de madera oscura sobre mí. Tenía la visión borrosa por los laterales. Ha sido un sueño.

Ha sido todo un sueño.

Tuve un momentáneo sentimiento de paz que se evaporó cuando me fijé en el extraño techo y me puse rígido al darme cuenta de que no reconocía nada de lo que me rodeaba. La habitación estaba oscura y olía diferente a todo lo que conocía. ¿Algo así como a cuero y alguna especie de aceite?

Eché un vistazo a mi derecha, sin apenas abrir los ojos y vi a un hombre de pie junto a una mesa larga. Tenía el pelo largo y castaño y estaba sacando una especie de herramientas o pastillas de una bolsa negra. Estaba de espaldas a mí, por lo que pude ver la imagen de la parte de atrás de su chaleco de cuero. Durante varios segundos me esforcé en intentar averiguar lo que era, hasta que me dio un vuelco el estómago al reconocerlo: ¡Satán!

Traté de mantener la calma y controlar la respiración, mientras intentaba despejar la mente. Agradecido, me regocijé de que no se hubiese dado cuenta de que estaba despierto, pero, en ese momento, giró la cara y pude ver su corta barba castaña.

¿Un discípulo?

Estaba confuso y no lograba recordar cómo había llegado a un lugar tan extraño. Había sido mi vigésimo tercer cumpleaños, el día de mi boda con el profeta Yon, pero… pero algo había pasado, algo que me hizo huir. El corazón me empezó a latir a toda velocidad y la sangre me ardía bajo la piel. ¿Qué había sido? ¿Qué había visto? Una celda, un cuerpo, mi… ¡NO!

¡Jeonghan!

Jeonghan… en aquella celda… muriendo, golpeado, ensangrentado, abandonado. Con su último aliento me había pedido que corriese. No pude salvarlo. Corrí, pero… no podía recordar el resto.
Respiraba de forma entrecortada mientras intentaba mover la mano, pero tenía algo clavado en la piel. Empecé a tamborilear los dedos, nervioso. No recordaba qué me había pasado, cómo había terminado en esa cama, inconsciente, pero sabía que tenía que irme, debía huir de ese lugar.

Me puse a contar. Uno, dos, tres, cuatro, cinco…

Acerqué los dedos a las sábanas que me cubrían. Estaba vestido con una especie de bata.

Seis, siete, ocho, nueve

Respiré profundamente. Cuando llegué a diez, me incorporé despacio, sentía las extremidades demasiado pesadas. Saqué las piernas por un lado de la cama, me até la bata con fuerza a la cintura por pudor y aterricé sobre los pies descalzos. Un dolor agudo me atravesó la pantorrilla izquierda.De pronto, el extraño se dio la vuelta, sorprendido por mi repentino movimiento. Dejó lo que sea que tuviese en las manos y se acercó, con las palmas extendidas ante él y la sorpresa instalada en el rostro.

Eché un vistazo a la habitación: un montón de cajas de madera, una única silla de cuero negro, las paredes pintadas del mismo color, un baño y una cama. Bajé la vista al notar un pinchazo y vi que tenía algo en el dorso de la mano, un cable unido a una extraña bolsa que colgaba del cabecero. Me incliné y saqué la aguja, gritando de dolor al desgarrarme la piel, un hilo de sangre me corrió por el brazo.

—¡No! ¡Mierda! Espera. Cálmate. No, no pasa nada. —El hombre trató de calmarme con su profunda voz.

No lo reconocía de la comuna, pero estaba seguro de que era un discípulo, lo que significaba que tenía que irme. Deduje que Kyu me había encontrado después de todo. Aquel hombre era mi captor.

Wolf eyes - SeokSooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora