Capítulo 2

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Joshua

Entré en el complejo hecho una furia, me ardía la sangre. Varias perras del club se apartaron de mi camino, una reacción inteligente. Abrí de un portazo las puertas de mi oficina, me detuve ante la pared más cercana y di un puñetazo contra el cemento. Cerré los ojos y respiré despacio, repasé lo que iba a decir con cuidado.

No podía perder los nervios delante de los hermanos. Mi vicepresidenta y mejor amiga, Yuna, entró en la habitación tras de mí intentando no hacer ruido, pero las botas crujían sobre el suelo de madera noble. Me giré para mirarle y me indicó que estábamos solos. Solté un largo y frustrado suspiro.

—¡P-putos D-Diablos de m-mierda! —conseguí articular con mi maldita boca defectuosa.

Yuna se me quedó mirando, inexpresiva. Se acercó al minibar y me sirvió un bourbon, ya sabía qué hacer. Me pasó el vaso lleno de mi medicina particular. Me lo acabé de un solo trago. Luego, bebí otro, y, después, otro más. Finalmente, sentí que la soga que siempre me oprimía las cuerdas vocales se aflojaba.

—¿Más?

Yuna seguía de pie junto al minibar con una botella de Jim Beam en la mano. Me aclaré la garganta e hice un intento:

—N-n-no.

¡Mierda!

Con las manos, le pedí que me sirviera otro trago, y otro, y uno más para asegurarme. Levantó las cejas, preguntando sin palabras si quería más.

—M-mejor —solté con un suspiro de alivio.

La habitación me daba vueltas, pero al menos la pitón de mierda que tenía metida en la laringe había decidido echarse una siesta.

—Y-Yuna, más te vale llegar al fondo de e-esto o v-vamos a ir a la g- guerra, ¿lo entiendes? ¡E-Estoy hasta la c-coronilla d-de t-todo!

La expresión le cambió. Se puso pálida como un fantasma y levantó las manos para enfatizar sus palabras:

—Joshua, hombre, tranquilo. Te juro que lo tenemos todo controlado. Algún hijo de puta se cargó el trato a nuestras espaldas.

Esta cagada de operación había sido cosa suya y claramente no tenía ni puta idea de qué había salido mal. ¿Cómo pudo irse a la mierda en pocos días un trato pactado hace meses con los rusos? Me pasé una mano por la nuca y con la otra señalé hacia la iglesia. Yuna asintió con la cabeza, había entendido mis instrucciones.

Estiré la mano para coger la media botella de Beam que quedaba y bebí directamente de ella. Sentí cómo el ardiente líquido me quemaba la garganta. Yuna fue a reunir a los hermanos y así darme tiempo para recomponerme. Mientras paseaba impaciente por la oficina, supe que tenía razón. Los putos Diablos.

¡Tenían que haber sido ellos!

Alguien nos había vendido,era la única explicación. ¡Y el cabrón iba a morir por ello!

Salí de la oficina y entré en la iglesia, mientras acababa de tragar el licor marrón oscuro. Me ayudaba a hablar con más fluidez. Las putas palabras siempre se me atragantaban, nunca ponían de su parte. Rápidamente, los hermanos llenaron la habitación, veía la tensión en sus caras al mirarme, con miedo. Hacían bien. Estaba a punto de hacerle a alguien otro agujero en el culo. Olía a tumba. Nadie traicionaba a un hermano. Al menos, nadie que tuviera intención de vivir una vida larga y sin dolor.

Sonreí al ver cómo casi se cagaron encima al verme. Lo único que impide que la gente te machaque por ser un cabrón que no sabe hablar es ser un asesino con sangre fría y puños de hierro. Tiene gracia, nadie dice una mierda sobre cómo te ahogas con las palabras si de un puñetazo en la boca lo dejas paralizado de cuello para abajo.
Yuna cerró la puerta, señal de que todos los Verdugos estaban presentes. Pegué otro trago al bourbon y me senté en el asiento superior, mazo en mano. Mi VP* se puso a mi derecha, observándome con atención y esperando a que empezase. Saqué mi cuchillo KM 2000 del ejército alemán favorito de la bota y lo clavé en la madera de la mesa que tenía delante, la hoja atravesó el grueso roble como si fuese mantequilla. Todos abrieron los ojos de golpe.

Wolf eyes - SeokSooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora