Seokmin
Quince años después…
«Corre, vamos, no dejes de correr».
Supliqué para que las piernas me siguieran bombeando. Los músculos me quemaban como si me hubiesen inyectado veneno y ya no sentía los pies descalzos chocando contra el frío y duro suelo del bosque, pero no me iba a rendir, no podía.
«Respira, corre, no te detengas».
Recorrí la oscuridad del bosque con la mirada en busca de los discípulos. No había nadie a la vista, pero era solo cuestión de tiempo. Pronto se darían cuenta de que había desaparecido, pero no podía quedarme, no podía cumplir mi deber preestablecido con el profeta, no después de lo que había pasado esa noche. Me ardían los pulmones por culpa de los intensos jadeos y el pecho se me hinchaba de agotamiento.
«Ignora el dolor. Corre, no dejes de correr».
Cuando conseguí pasar la tercera torre de vigilancia sin ser visto, me permití un breve momento de alegría. La verja no estaba demasiado lejos. Me concedí un segundo de esperanza. Puede que esta vez consiguiera escapar de verdad. Entonces, se oyó el estruendo de la alarma de emergencia y me detuve en seco.
«Lo saben. Vienen a por mí».
Me obligué a acelerar el ritmo y a hacer caso omiso de las ramas y espinas afiladas que se me clavaban en las plantas de los pies. Apreté los dientes.
«Ignora el dolor, ignóralo, piensa en él».
No podían encontrarme. No podía permitir que lo hicieran. Conocía las normas. No salir nunca. No intentar escapar jamás. Y, sin embargo, estaba huyendo. Estaba decidido a liberarme de su crueldad de una vez por todas. Al ver los altos postes de la verja, los brazos me bombearon con energías renovadas y recorrí los últimos metros que me separaban de ella. Me estampé contra el rígido metal y los postes rechinaron por la fuerza de la colisión. Empecé a buscar un agujero de forma frenética.
Nada.
«¡No! ¡Por favor!».
Corrí junto a la valla, pero no había ningún hueco, ningún agujero, no había esperanza. Preso del pánico, me tiré al suelo y empecé a arañar la tierra húmeda para abrir un túnel, para cavar hacia la libertad. Levanté el barro seco con los dedos. Las uñas se me rompían, la piel se me rasgaba y empezaba a sangrar, pero no me detuve. La única opción era encontrar una salida. La sirena seguía sonando, cada vez más alto, como si fuese la cuenta atrás de mi captura. Si me encontraban, me vigilarían día y noche, me tratarían incluso peor que hasta ahora, sería aún más prisionero de lo que ya era. Prefería morir.
«¿Cuánto hace que me he ido? ¿Estarán cerca?»
El pánico me nublaba la mente, pero seguí cavando. Entonces, oí a los perros que se acercaban, oí los ladridos, los gruñidos, la rabia, la despiadada furia de los perros de los guardias de la Orden. Empecé a cavar más y más deprisa. Los guardias discípulos llevaban armas; grandes y semiautomáticas. Defendían esa tierra como leones. Eran brutales y siempre alcanzaban a sus presas. Me capturarían y me castigarían, igual que a él. Me torturarían por desobedecer.
«Igual que a él».
Los gruñidos de los perros eran más fuertes, los ásperos jadeos y los enervantes ladridos se oían cada vez más cerca. Me tragué el llanto que amenazaba con salir de la garganta y seguí cavando, escarbando, en busca de la libertad. Me concentré en el deseo de ser libre. Por fin libre.
Me detuve un instante al escuchar un murmullo de voces. Se oyeron unos gritos secos dando órdenes, los cañones de las pistolas al cargarse, el eco de los seguros al quitarlos y las pisadas de las botas que se acercaban cada vez más. Estaban demasiado cerca. Estuve a punto de gritar de terror y frustración cuando calculé que el agujero que había hecho no era lo bastante grande para pasar por él, pero tenía que continuar. No tenía elección, tenía que intentarlo. No podía pasar ni un día más en aquel infierno.
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Wolf eyes - SeokSoo
Fanfiction∘₊✧𝙃𝙚 𝙝𝙖𝙨 𝙩𝙝𝙚 𝙢𝙤𝙨𝙩 𝙗𝙚𝙖𝙪𝙩𝙞𝙛𝙪𝙡 𝙬𝙤𝙡𝙛 𝙚𝙮𝙚𝙨 𝙄'𝙫𝙚 𝙚𝙫𝙚𝙧 𝙨𝙚𝙚𝙣✧₊∘ . . . . . . . . Joshua:Top Seokmin:bottom adaptación sin finés de lucro, todos los derechos a su respectiva autora.