En la ciudad fantasma, tanto como habían monstruos y lugares ajenos a lo que todo el mundo creía, además de ser el lugar más tenebroso de la tierra, era popular entre los fantasmas e incluso Dioses que se convinaban.
Sin embargo, tanto como ambos seres, siempre se dirigían a dos lugares en específico: La Guarida del Apostador y los burdeles, en donde se encontraban las más hermosa (?) prostitutas de la ciudad.
Jian Lan salió del hermoso estudio de Mansión Paraíso, tenía una bolsa en el hombro, corriendo mientras el vestido hacía bonitas ondas, el maquillaje que al principio intentaba limpiar se quedó a mitad de su rostro, pero lo que iba hacer era más importante que su cara en estos momentos.
Volteó algunas calles y luego entró a una "residencia", a penas entró la luz roja y dorado le hizo brillar todo el oro y plata de su vestuario, últimamente se habia relacionado más al baile de las chicas de Masion paraíso, por lo que las mujeres que le vieron otra vez en este tipo de lugar se sorprendieron por su atuendo.
Lan Chang subió a la segunda planta y cuando vió una puerta con el número 70 cerrada y con una tela amarrada a la manija, pateó fuerte abriendola, la madera golpeó la pared.
Su expresión se desarmó y frunció el ceño viendo como dos personas hacían mover la cama tan abruptamente pero a penas escucharon el golpe de la puerta se espantaron e hicieron contacto visual con la mujer que acaba de llegar.
—Fuera. —Dijo Jian Lan mientras deshacía el nudo de la tela de la manija.
Estaba acostumbrada a que eso pasara, pero no en su habitación, en su cama, en su lugar personal, no siempre estaba ahí para quedarse a dormir, pero no era para que aprovecharan su ausencia.
Cuando ambas personas se colocaron sus ropas y recogieron sus pertenencias se fueron rápido, la prostituta miró a Lan Chang y susurró un pequeño "cobarde" golpeó a propósito su hombro haciendo que la bolsa de tela se resbale a su antebrazo, esa mujer se rió y cerró la puerta detrás de ella.
Dejó de fruncir el ceño y luego suspiró dejando salir toda la ira, no era el momento de molestarse y encabronarse de esta manera, lo importante ahora es ver si aún tiene esas pastillas.
Abrió el cajón de la mesita con la madera desgastada y vieja pero que daba un toque rural, habían cartas, pinceles y maquillaje, abrió el otro cajon y luego empujó hacía abajo la base, justo al fondo; como si se tratara de un hechizo; metió su mano y el cajón se volvió más espacioso.
Cuando sintió el vidrio en sus dedos tomó aquel contenedor, sonó ese ruido a algo golpear el cristal, cerró el cajón, el contenedor de vidrio tenía dos pequeñas pastillas en forma de perlas, había un dibujo de un triángulo de color azul.
La razón de porque ella tenia eso no era mucha, simplemente lo tenía por pura ilusión...
La puerta sonó 'toc, toc toc toc"
—Pasa.
El que entró fue Shi Qing Xuan, ¿por qué Qing Xuan, una persona de buena mentalidad y muy alegre a pesar de su situación está aquí?, la razón es, Lan Chang y él eran compañeros de lado, aunque el ex maestro del viento no se quedaba aquí como prostituta, a veces Lan Chang le prestaba su habitacion para dormir —claro que ya no lo iba hacer por lo que acaba de pasar—.
En cuanto apareció, inclinó ligeramente la cabeza saludándo, y se tiró en la silla del tocador —Estoy cansadooooo, Su alteza ya despertó, voy a ir a la aldea Puqi, estaré con él mientras tanto, puedes quedarte aquí para descansar, gracias por todo Lan Chang. —dijo con una sonrisa.
—No te preocupes, más bien, ¿recuerdas esa loción que hacia que te vuelvas loco? —Qing Xuan se rió y asintió— ¿Sabes dónde está?
El chico la miró extraño, esa loción no se podia utilizar solo porque sí, era un peligro para hombres que estaban realmente muy 'prendidos' al momento de tener algo íntimo con una persona, no era nada malo, pero era peligroso y listo.
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Juntos por SIEMPRE • HuaLian
RomanceAños después de que todo haya sido derrotado, El Dios Marcial siempre es sorprendido por aquellos momentos tan inesperados. Ya que la mala suerte aún vive en él, pues.. ¡UN RAYO LO GOLPEA! Este era un gran y poderoso rayo de la fertilidad. Hua Cheng...