4. La promesa

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Habían pasado un par de meses desde la mañana en que me desperté en hospital. Me contaron que estaba en allí porque me había dado un ataque cardíaco por la diabetes. Aunque había estado ingresada antes debido a mi enfermedad nunca me había llegado a pasar algo tan grave. De hecho, en el tiempo que estuve en el hospital varias veces tuve problemas con el azúcar y me desmayé, pero los médicos actuaron rápido y no ocurrió nada más. Cada vez me iba encontrando mejor, pero seguía sin recordar con exactitud lo que pasó antes de llegar.

Nos habíamos hecho muy amigas desde entonces, nos quedábamos cada noche hablando hasta tarde y nos teníamos mucha confianza. En aquél momento te habías convertido en la persona más importante de mi vida. Te apreciaba mucho, y me sentía querida y valorada estando contigo. Aún así, no podía dejar de darle vueltas a cómo era mi vida antes, así que una tarde decidí sacar el tema.

– ¿Han venido tus padres a visitarte alguna vez en el hospital?

– Al principio pasaban para saludarme regularmente, pero a medida que el tiempo avanzaba dejaron de venir, y ahora solamente me escriben cartas de vez en cuando. – Me contaste. Era la primera vez que me hablabas de cómo era tu vida fuera del hospital. Sentí lástima por ti, pero tenía demasiadas preguntas en la cabeza como para centrarme en el momento. ¿Porqué todavía no me había venido a visitar nadie? ¿Porqué los médicos no me habían hablado de mis padres en ningún momento? Al ver que no contestaba debiste leer la incertidumbre en mis ojos y decidiste ayudarme.

– Oye, no le des más vueltas. ¿Quieres que te cuente algo gracioso? Cuando llegué aquí a las enfermeras les costó lo suyo aprenderse mi nombre, así que al principio me llamaban "la pelirroja", y, aunque al cabo de un tiempo ya empezaron a llamarme Abril, hay una médico que todavía me llama por mi apodo. ¡Nadie se ha atrevido a corregirla hasta ahora! – Comenzaste a reírte mientras hablabas, y terminaste la frase en un bostezo. Empezaba a hacerse tarde. Me pareciste adorable, y no pude reprimir un sonrisa.

– Abril... – Comenté en voz baja. – Me gusta tu nombre.

– ¿Porqué? A mí me parece un nombre de lo más normal. – Me preguntaste con una expresión divertida, observándome con tus ojos cansados.

– No lo sé... te pega mucho. Abril me recuerda a la primavera, que es delicada y radiante, como tu personalidad. – Respondí con la mirada perdida y la mente en las nubes. Tú te quedaste callada un rato. Hasta pensé que te habías quedado dormida. Pero entonces me respondiste con la mirada seria.

– Te prometo que, pase lo que pase, nunca te abandonaré. Chloe García Alonso, siempre estaremos juntas. – Tu tono era relajado y seguro. Te acercaste un poco y, sin dejar de mirarme a los ojos, levantaste el dedo meñique. Asentí levemente con la cabeza e hice el mismo gesto, cerrando la promesa.

– Te prometo, Abril Fernández DeLaTorre, que nada podrá separarnos. – Susurré. Y en ese momento supe que ya no importaba qué había sucedido antes de llegar al hospital ni cómo había llegado a parar aquí; lo único que importaba era que ahora estaba contigo, y no lo cambiaría por nada del mundo.

Te lo prometoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora