Me despierto y abro los ojos lentamente. Miro a mi alrededor. Estoy recostada sobre mi cama, rodeada por cuatro paredes blancas forradas de dibujos coloridos que confieren a la habitación un aspecto de cuento de hadas. A mi izquierda hay una pequeña mesita con cajones, y, justo al lado, una ventana con la persiana bajada. A juzgar por la tenue brecha de luz que se cuela por debajo, deben de ser las seis o las siete de la mañana, y afuera un nuevo día está por comenzar. Me fijo en un pequeño cuadro en particular que está colgado de la pared. Es el dibujo de un girasol pintado con acuarelas.
Giro la cabeza nuevamente hacia la izquierda. Encima de la mesita de noche están mis gafas, un libro de recetas y los nuevos medicamentos que me recetaron la semana pasada. Las investigaciones para erradicar la diabetes están avanzando y los médicos cada vez aprenden más sobre esta enfermedad. Tengo esperanzas de que pronto se podrá curar casi por completo. Desgraciadamente, yo ya no estaré para verlo.
Han pasado ya muchos años desde mi estada en el hospital. Cuando mi estado de salud mejoró me dieron el alta y ya nunca volví a ver a la mujer de blanco ni al resto de personal que me había cuidado y visto crecer en el hospital. Estoy segura que desde entonces no he vuelto a ser la misma. Claro que físicamente también he cambiado mucho, pues ahora no soy más que una vieja de piel arrugada y pelo canoso. Las articulaciones empiezan a fallarme, y creo que pronto tendré que empezar a usar silla de ruedas. Igual que tú cuando te conocí. Quién sabe si dentro de un tiempo volveré a regresar al hospital, esta vez para quedarme. Y reunirme contigo.
No puedo evitar sonreír levemente con simple la idea de volver a verte. Me levanto despacio de la cama y me acerco a la ventana. Subo la persiana y una cálida brisa de aire entra y me acaricia el rostro arrugado. El corazón me late al ritmo del canto de los pájaros, formando una bella melodía que me invita a cerrar los ojos y disfrutar de esta sensación. Los rayos de sol inundan la habitación y un ligero olor a flores frescas lo impregna todo. Ha llegado la primavera.