Aprendiendo a tocar

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Alastor lo miró confundido, su sonrisa creció pero sus ojos lo juzgaban ante la propuesta que estaba por hacer.

—Veo que te quedaste sin una fuente de sangre angelical y los efectos de la abstinencia comienzan a hacer efecto en ti—Alastor gruñó—. ¿Qué? Soy distraído, no un tonto, idiota.

—En realidad-

—¡Cierra la boca! —No lo dejó continuar con el que indudablemente iba a ser un insulto—. Te vi salir de la tienda de Rosie, no eres alguien de visitas nocturnas y, sobre todo, saliste molesto y con las manos vacías. Podría apostar a que la dama se negó a seguir proporcionándote la sangre angelical que evidentemente se volvió una adicción en ti.

—No es una adicción ¿Quieres llegar al punto de todo esto de una vez o tendré que retirarme de mi propia habitación?

—No lo harás, te ofrezco satisfacer esa necesidad, te daré mi sangre.

Alastor lo miró con ojos abiertos, sus orejas hacia atrás temblaron ante la proposición. Se mordió el labio y luego hizo la pregunta que ambos sabían que seguía a continuación.

—¿A cambio de qué? —Le frunció el ceño, no sabía qué podía tener él que el rey del infierno no pudiera conseguir y su alma ya no era moneda de cambio.

—¿No confías en mi caridad?

—¿Debería?

—No, no deberías. Yo te ayudaré a satisfacer tu necesidad si me ayudas con la mía. Te daré mi sangre, si me das tu cuerpo.

Alastor se congeló en su lugar, ahora más que otra cosa estaba confundido ante el requisito del rey, entonces solo pudo reír.

—¿Es en serio? ¿Estás caliente y quieres chantajearme con eso? Usa a Angel Dust para tus necesidades sexuales y olvídate de mi.

—De hecho, eso pensaba hacer, hasta que un maldito pecador idiota comenzó a preocupar a mi hija lo suficiente como para verme obligado a averiguar que tenías entre manos—Lucifer se apoyó en su bastón mientras se miraba las garras—. Entiendo, si no quieres, no hay trato. El punto sería que fuera algo consensuado. La sangre te hace falta, te he seguido toda la tarde y no has notado mi presencia, has olvidado tu micrófono, pareces molestarte con más facilidad. Distraído, olvidadizo e irritable.

—Tu presencia es lo que me irrita.

—¡Muy irritable! La abstinencia te está causando muchos problemas, solo espera cuando comience a dolerte el cuerpo y estés tan débil que apenas puedas ponerte de pie, tomará un par de días hasta que pase el dolor y estés libre de la sangre. Pero siempre que la veas, sentirás esa hambre incontrolable en tu ser.

—Creo que podré lidiar con eso, no tiene que preocuparse por mi, su majestad, mejor preocúpate por tu relación paternal con tu hija que parece ser mucho más débil que mi voluntad.

Lucifer hizo una mueca, quería golpearlo, era una patada en el trasero, pero mantuvo la fachada, el primer paso para tentar a alguien era mostrar confianza.

—Ya veo, entonces el poder de mi sangre tampoco te interesa, es más fuerte que la de los ángeles comunes, te dará más energía y sabe mucho, mucho mejor.

Alastor dudó por un momento, pero enseguida respondió: —No, gracias, mientras menos tenga que ver contigo, estaré mucho mejor.

—Bueno, entonces no hay nada más que pueda hacer, es una lastima, habrías disfrutado mucho nuestro trato.

Lucifer soltó las serpientes alrededor del cuerpo del pecador y le sonrió, chasqueó los dedos y un pequeño frasco dorado que podía ser cubierto por completo con su mano apareció en su palma, se lo lanzó a Alastor y le sonrió mientras se retiraba de la habitación.

—Si cambias de opinión, siempre sabes dónde encontrarme.

Cuando Lucifer salió de la habitación, Alastor miró el frasco resplandeciente en sus manos, se levantó y se arregló sus ropas, se acercó a su mesa y abrió la pequeña botella, el aroma inundó su olfato, un aroma similar a la sangre humana, pero más... Fresco, más atractivo. Alastor podría apostar que incluso más que la sangre que consiguió con Rosie.

Sintió la saliva acumularse en su boca ¡Era una trampa, era obvio! Pero al inicio de esa semana, Rosie se negó a seguir abasteciendo a Alastor con la sangre angelical, antes solo le advertía del consumo, ahora comenzó a actuar por el bien de su amigo, Alastor no estuvo de acuerdo y ella solo le ofreció un frasco ¡para toda la semana! No iba a aguantar con tan poco.

Dos días antes ya comenzaba a sentir los efectos de la falta de la sangre, salió en busca de cualquier comida que pudiera llenarlo pero nada sabía igual, ni si quiera la sangre fresca de los pecadores que antes le llenaba por completo, era verdad, estaba irritable, distraído y ansioso, no quería tener que ver a nadie del hotel hasta que descubriera como controlarse por sí solo, en especial Lucifer, el maldito diablo acertó cuando dijo que Alastor se preguntaba si su sangre sería dorada y tan buena como la de los ángeles, por eso no quería ver al rey tampoco.

Fue con Rosie esa tarde en un momento de desesperación intentando conseguir algo, ella se negó rotundamente y Alastor se enfureció, pero queriendo mantener su amistad sobre su necesidad, se retiró antes de cualquier rabieta. Intentó mezclar la poca sangre que quedaba en el frasco que le dio Rosie con la sangre de venado, en un vano intento de aumentar la cantidad, no fue en absoluto lo mismo.

Ahora, con la tentación enfrascada frente a él, se jaló el cabello de desesperación, tragó saliva, necesitaba probarla, la sangre de ángeles le hacían sentir más poder, con la sangre de Lucifer debería ser algo similar.

Tragó saliva y dio un trago a la pequeña botella. Solo pudo pensar en una cosa apenas la sangre tocó su paladar.

—Mierda.

Se acabó la botella tan rápido que cuando no quedó ni una sola gota, gruñó de frustración, lanzó el frasco contra la pared dejando que el cristal se esparciera por la habitación. La saliva seguía goteando de su boca, se sentía poderoso, casi podía ignorar que había un contrato que mermaba sus poderes, se sentía fuerte.

Se limpió la boca y arregló el desastre que había en la habitación antes de ir a ver a Charlie que al parecer estaba alterada por su desaparición.

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Un trato para conveniencia mutua | Lucifer x AlastorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora