Una delgada línea que mantiene el control

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—Empiezo a pensar que te gusta visitarme, lo entiendo, entre ese pantano al que llamas habitación y mis aposentos dignos de la realeza, hay mucha diferencia.

—Entre mi pantano y tu habitación llena de papeles arrugados con dibujos de patos y patos de goma, prefiero mi pantano, muchas gracias. Además, tu alfombra es horrible.

—¡Oye, qué tienes contra mi alfombra! Tiene forma de una manzana ¿o será que te abre el apetito?

—Absolutamente no. Disculpa mi apuro, pero prefiero terminar rápido con esto.

—Eso veremos—Se sentó en la cama y lo señaló por completo—. Sin ropa esta vez.

—No veo la necesidad de tal solicitud, señor.

—Alastor—su voz mostraba emprendimiento, pero se notaba el toque juguetón en sus palabras— ¿Te avergüenza que te vea tal como viniste al mundo, o debería decir al infierno?

Lucifer se cuestionó muy seriamente cuál de las dos opciones era la correcta para su oración, mientras miraba al techo dudando sobre cuál frase era la más adecuada, al bajar la mirada de regreso encontró que el otro ya estaba quitándose los pantalones, el pecho descubierto y su piel libre.

El rey se recostó en la cama observando como el otro iba directamente al punto, quedando completamente desnudo frente a él, se veía incómodo, pero Lucifer podía cambiar eso con algo de esfuerzo. Se quedó apreciando la belleza del otro durante unos momentos, sus extremidades negras que se tornaban del color canela del resto de su piel, las cicatrices que estaban por todo su cuerpo, antes las dejó pasar pero ver que había varias incluso por sus piernas le llamó la atención, sobre todo, la gran cicatriz en su pecho causa del ataque de Adam, él podía apostar a que a Alastor no le gustaba hablar de lo que sucedió en esa batalla.

—¿Seguirás mirándome toda la noche? Porque preferiría usar al menos la ropa interior si va a ser ese el caso.

—Aún si así fuera, no te lo permitiría.

—Debí asumir que el rey del infierno sería un pervertido.

—Debiste. Siéntate conmigo.

Alastor se sentó en el centro de la cama frente al rey y, cual serpiente hambrienta, se acercó lentamente hacia él para comenzar a pasar sus manos por su cuerpo, ya no se tomó su tiempo de explorar, esta vez fue directamente a aquellos lugares que le causaban escalofríos. Estar desnudo era como estar desprotegido y se sentía tan alerta que cada toque le ponía los cabellos de punta.

Ante esa reacción, el ángel caído conocía la mejor solución, acariciar sus orejas, justo por detrás en la unión con su cabeza, sabía que con un poco de caricias el otro comenzaba a relajarse un poco más, y así fue, Alastor le gruñó cuando notó lo que intentaba hacer y alejó la cabeza de su alcance, dejando al descubierto su cuello. El rey aprovechó la oportunidad y se acercó a su cuello para lamer y morder con fuerza, dejando gotear la sangre por el cuello hasta su torso, saboreando cada tinte de la sangre humana. Un suspiro llegó a un lado de su cabeza, pudo sentir al otro tragando saliva bajo sus dientes.

Deslizó sus manos suavemente por sus costados hasta llegar a su cintura, sus labios de deslizaban de su cuello por su clavícula, lamiendo todo a su paso, llevó sus manos a sus pezones, retorciéndolos bajo sus dedos sin cuidado, lamió cada cicatriz que encontró a su paso, notando los escalofríos en la piel del otro. Lo rodeó queriendo explorar su espalda, sin embargo, se encontró algo extraño en su exploración.

—Oh, ti-tienes cola, se ve... amm... lindo—Dijo Lucifer sin esperar el detalle inofensivo en alguien que era popular por el temor que solía provocar. Sujetó la extremidad esponjosa, sorpresivamente el pelaje era más suave que el de su cabello, tal vez por tenerla siempre oculta.

Un trato para conveniencia mutua | Lucifer x AlastorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora