La razón por la que late tu corazón

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Con total honestidad, Alastor no pensaba que fuera si quiera posible que algunos de esos pecadores cambiaran su naturaleza desastrosa y lo habían demostrado en ese conflicto dentro del hotel, e incluso si alguno de esos pecadores terminaba volviéndose una mejor persona, no dudaría ni cinco minutos sin ser devorado por otros pecadores egoístas en cuanto ofreciera su mano a torcer, pero lo que necesitaba era subirle el ánimo a la princesa y funcionó, el hotel necesitaba estar en pleno funcionamiento para que todo mantuviera su orden habitual y para ello Charlotte tenía que estar con sus ánimos habituales.

Entonces cuando finalmente llegó el día de la reunión de Charlie, la joven junto a su novia cruzaron el portal a medio día mientras el resto de pecadores la observaban irse, Alastor hubiera jurado que Lucifer intentó por un momento cruzar con ambas chicas, pero se detuvo justo a un lado del portal, observando con la nostalgia clásica del rey las puertas doradas al otro lado.

Cuando el portal se cerró, todos se dispersaron para volver a sus tareas habituales, todos excepto Lucifer que aún miraba al lugar donde había desaparecido el portal, jugando con su bastón en sus manos como un gesto inconsciente de preocupación.

—Si planea esperar a la princesa en este lugar hasta su regreso, permítame decirle, alteza, que es bastante más patético de lo que creía.

—Cierra la boca, Alastor, no estoy de humor.

—Oh, majestad, solo intento hacerle ver que por esperar aquí el tiempo no pasará más rápido, debería dejar de preocuparse tanto por Charlotte.

Lucifer lo miró con el ceño fruncido y, girando el bastón en su mano, comenzó a caminar hacia su habitación.

Cerró la puerta detrás de sí sin saber qué hacer, no era que no tuviera nada que hacer, en realidad estaba bastante ocupado, pero la preocupación excesiva lo carcomía tanto por dentro que se sentía incapaz de realizar cualquier cosa productiva.

Se recostó en su cama y enterró el rostro en las almohadas mientras rasgaba las sábanas, tal vez debería ir por un trago, la última vez había sido de mucha utilidad, pero no quería tener que lidiar con cualquier pecador conocido o no en ese momento.

Convocó con su mano el libro que había estado leyendo los últimos días en un desesperado intento de distraer su mente en algo menos desgastante. Leía palabra tras palabra de la novela romántica que, en un inicio, solo leyó por recomendación de Charlie en el club de lectura, no negaría que era más interesante de lo que hubiera esperado, pero en ese momento, ni una sola palabra era capaz de quedarse grabada en su memoria, releyendo el mismo párrafo una y otra vez para terminar entender lo que decía.

Tal vez perdió una hora con el libro, al final, completamente frustrado, arrojó el libro con molestia contra la pared para enterrar su rostro entre sus manos. Tal vez Alastor tenía razón, tal vez era en verdad patético.

Una suave melodía de jazz envolvió sus oídos llamando su atención, levantó el rostro para observar quién había encendido la radio y, dejándolo confundido, la sombra de Alastor estaba junto a la radio, alzó los hombros y sonrió como si la radio se hubiera encendido por accidente y en seguida desapareció dejando a un Lucifer confundido.

Se recostó en la cama con el acompañamiento musical e, inevitablemente, su hilo de pensamientos se desvió al venado y a todas las noches que había ido a sus aposentos, debía admitir que aunque no le terminaba de convencer la idea de obtener compañía con un trato de por medio, de no ser por ello, sus noches habrían sido mucho más solitarias, aprendió mucho sobre Alastor en esas semanas, conocía el cuerpo de Alastor mejor que él, hablaban por las mañanas y podría jurar que el imbécil tal vez no era tan desalmado como Lucifer pensó en un inicio (cabe aclarar que tampoco piensa que sea un ser lleno de amor ¡Alastor preferiría morir antes que eso!), pero incluso tras tanto tiempo de convivencia, sentía que en realidad aún eran dos simples conocidos y nada más... No sabía de la vida de Alastor, no sabía a quienes consideraba sus amigos, no sabe cómo ríe en verdad, no sabe si alguna vez en su vida ha llorado, si sabe tocar algún otro instrumento además del piano.

Un trato para conveniencia mutua | Lucifer x AlastorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora