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Pálido y sin respirar gracias a la voz gruesa que hizo cosquillas en su oído, así quedó el chico y siguió con su mirada aquellos ojos tan llamativos que sonreían ladinamente.

—¿SilverMoon?— fue lo único que salió de sus labios, muy parecido a un interrogante cuando en realidad era más una afirmación.

El hombre por su parte sonrió aún más al escuchar su voz, sonaba más hermosa que de costumbre.

—Así es, bebé. —Un silencio los encerró dándole tiempo a Dong Min de pensar en algo.

—¿Y no crees que al menos tengo derecho de saber el verdadero nombre de mi secuestrador?— tenía miedo, pero si actuando así tal vez ayudaría a su libertad. Trataría de agarrar confianza con él.

—¿Lo quieres saber? —el chico con una mirada diferente asintió. Dejó de lado su temor y decidió ser seductor, llamativo, más que aquel hombre frente a él.

—Por supuesto. Deseo con toda mi alma saberlo —el mayor se acercó más a su rostro.

—No trates de seducirme, dulzura, no sabes con lo que estás jugando —acarició su labio inferior con su pulgar y Dong Min lo atrapó con sus belfos, dando una pequeña mordida.

¿Y qué iba a hacer con aquel bello rostro y esa boca tentadora? Estaba a nada de llegar al límite.

—Desde que desperté y descubrí que estoy encadenado y en un lugar extraño, créeme que me imagino a que te refieres. —la risa leve del hombre cautivó más su atención, no obstante, la desconfianza seguía ahí. Solo quería irse y hacer como si nada pasó.

El hombre acarició esta vez su rostro, delicadamente, mirándolo fijamente a los ojos, mientras Dong Min solo trataba de no hacer notar su tensión.

—¿Puedo darte un beso? —preguntó con voz grave debido a su gran deseo, el simple hecho de tenerlo de frente le hacía revivir absolutamente todo.

—¿Por qué debería? —el mayor se fue acercando más a su rostro, presionando con fuerza su mandíbula.

—Porque es una petición de tu público y deberías de hacerla —sin recibir como tal el permiso, se lanzó a besarlo, atrapando sus labios tímidos e inexpertos.

Bunny era tan inocente.

Aquella danza fue lenta, donde se tomaba el tiempo para enseñarle como debía de corresponderle, porque sí, en un impulso ciego, Dong Min trató de mover sus labios para responder a aquel beso que iba sobre él como llama viva. Pero es de saber que el chico nunca en su vida ha dado un beso. Jamás.

En realidad, nunca tuvo algún interés amoroso en alguien, por lo que aquel momento con ese hombre lo sentía sumamente intenso.

Colocó su mano en la nuca del muchacho, ladeando su cabeza para hacer más contacto, mordiendo y saboreando su boca con experticia, sumergiendolo en el placer de ser besado con tanta necesidad y fue tanto, que ni se dio cuenta que ya lo tenía entre sus piernas y su espalda pegada a la suavidad de aquel colchón.

—¡Aah!— gimió con la fricción qué hizo el hombre en su entrepierna y solo así pudo separar su boca de la contraria.

—Moon Bin —la confusión se vio reflejada en su rostro —Así me llamo, Dong Min —un escalofrío recorrió su cuerpo, ¿Cómo demonios sabía aquel hombre su nombre real?

—¿Cómo sabes mi nombre? —soltó de golpe, pero Bin evadió su pregunta y, se limitó a sacar unas llaves del bolsillo de su pantalón y comenzó a quitar los grilletes. Dong Min no insistió, si pudo entrar a su casa, ahora su identidad.

Era enfermo.

—Di mi nombre, bebé —pidió, no, ordenó, porque de esa forma salió su voz. Autoritario, escalofriante.

—Moon... Bin... —nuevamente lo besó, bajando los muslos del chico de su cadera y sorpresivamente lo giró —¡Auch!

—Grábate bien mi nombre, porque quiero que lo gimas en alto, mi amor.

—¡Esper-Ah! —llevó su mano a su entrepierna y acarició sobre la ropa, seguidamente, lo sentó de espalda sobre él para comenzar a quitar ropa y dejar besos por cuello, bajando a sus hombros y clavícula.

Y al pasar de los segundos, a pesar de que Dong Min intentó detenerlo, él siguió, incluso ahora acariciando su intimidad. Dong Min fue callado por la gran mano del mayor y abrió sus ojos en sorpresa, al sentir aquel pedazo de carne rozandose en su entrada, viró los ojos y un grito se dejó escuchar en el momento que el hombre lo penetró con sus dedos, como casi le obligaba a saltar. Y en realidad era así.

—Imagina que soy uno de tus juguetes.. Salta... — sabía que no podía negarse, no cuando su vida corría riesgo.

Pensó en hacer una de las tantas preguntas en su cabeza, pero prefirió quedarse callado, era mejor así. E hizo a como se le pidió.

Se movió suavemente sobre aquellos falanges enterrados en su entrada profundamente, de un lado hacia otro, despacio, sin ejercer demasiada fuerza.

—Tan apretado, Bunny —se oía excitado, horriblemente, Bin estaba en el paraíso cumpliendo su más grande deseo.

Aun cuando había sobrepasado los límites.

Pero él quería a Bunny para él y más nadie.

—¡Mierda! Me vuelves loco, pequeño —Cansado de esperar, se introdujo en él, gimiendo al unísono por el contacto. Dong Min sintió las lágrimas acumularse en sus ojos y brotar cuando intensificó las embestidas. Su cuerpo casi y cabalgaba sobre él sin lograr una estabilidad, solo estaba siendo sostenido por aquel hombre mayor, fuerte y de manos masculinas y venosas del que se dejaba poseer.

¿Se dejaba? Claramente es muy confuso, pero el extasis y el temor lo consumieron a un punto en el que el placer dominó sus sentidos y olvidó por un instante que estaba siendo abusado sexualmente por uno de sus seguidores.

La misma persona que se metió en su cabeza desde hace mucho tiempo....

Bunny |🔴| BinwooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora