21. Lujuria.

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21. Lujuria.



Husk estaba vendado de su ojo, tórax y pierna. Le costaba mucho caminar por lo que salir de la ciudad pentagrama fue algo muy doloroso, ahora estaban en un nuevo lugar, la gente era más diferente.

— ¿Que se supone que rige aquí?

Preguntó Cherri, sentándose en la acera de la calle.

— La lujuria. Perfecto, siempre caigo en lo mismo, huyendo de lo mismo — Angel soltó el mapa. No podía seguir quedándose en pentagrama, ahí estaba Alastor y Valentino.

Tenía que huir de ambos y ahora más de Valentino. A un lado de Husk estaban las maletas y una mochila donde estaba Nuggets.

— ¿Dónde nos vamos a quedar? — Se preguntó a si mismo. Buscando en el periódico, empleos o rentas cerca de ahí.

— ¡Oh, oh! ¡Angel! Están buscando bartender  en Ozzie's club, Husk te puede guiar en como preparar las bebidas.

— ¡Claro! Podemos quedarnos en algún... callejón y yo iré a pedir informes ahora.

— Guapo, se va a presentar Verosika Mayday  — Cherri señaló la página. Angel leyó la nota.

— Meh, la creí más buena.

— ¡Oww, tranquilo bebé! Sigues siendo el más bonito del infierno, no tienes que tener celos.

— No estoy celoso. Solo es una opinión. Además si llegamos acá es para ver si alguna familia real tiene la forma de que mi alma se libere. Bien, ayúdame con Husk para llevarlo a un lugar más tranquilo.





Zestial volvió a gruñir con dolor, tirado y debilitado, levantó la mirada al demonio de traje rojo y astas sumamente crecidas.

— Lo siento amigo, se que nuestra amistad era buena pero debo obtener almas fuertes para poder hacerle frente a varios enemigos.

Alastor sonrió más cuando sintió las presencias atrás. Volteó más rápido sujetando el cabello a ambas chicas, que gritaban del dolor tratando de safarse.

Carmilla intentó clavar una lanza divina.

— Yo que tú, no lo haría, al menos que quieras ver muertas a tus hijas por segunda vez — Amenazó. Un aura roja rodeo a las chicas, provocando más dolor en ellas.

— Si fui capaz de matar a un ángel, ¿Crees que a ti no?

— Fue un golpe de suerte. Un descuido de ese ángel, yo no, yo no voy a tener ni un segundo de compasión con estás señoritas

Carmilla bajó su lanza, con cuidado observó a sus hijas que con su simple mirada pedían ayuda. Pero Alastor la tenía en sus manos.

— ¿Que quieres exactamente, Alastor?

— Las almas que tienen desde hace décadas.

— Si te damos todas, vamos a morir.

— Si, una lástima, pero las necesito más que  ustedes. A cambio de eso, liberó a tus hijas, te doy mi palabra.

— ¡No mamá! — La rubia le gritó, pero Alastor solo apretó más su agarre haciendo que ella chillara del dolor. Carmilla hizo un gesto de lo  horroroso que eso le resultaba.

Había dicho que por amor se peleaba pero también se sacrificaba.

Carmilla aventó lejos su arma y observó a Zestial quien asintió con la cabeza, aceptando el mismo destino para salvar a esas niñas con las que había convivido.

Estiró los brazos, dando a entender que se rendía. Alastor sonrió profundamente arrepentido por lo que iba a hacer. 

— Si vas a salvar a ese chico, asegúrate de hacerlo bien

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