Tercera Batalla Del Paso Del Fuego Negro

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Oscuras y pesadas nubes se cernían sobre las Montañas del Fin del Mundo, ocultando de la vista el Paso del Fuego Negro y emitiendo una luz grisácea y mortecina sobre el campo de batalla

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Oscuras y pesadas nubes se cernían sobre las Montañas del Fin del Mundo, ocultando de la vista el Paso del Fuego Negro y emitiendo una luz grisácea y mortecina sobre el campo de batalla. Las fuerzas del Imperio habían logrado encontrar a la horda Orca y la habían obligado a luchar en un estrecho desfiladero por el que descendía la vieja carretera enana, que bajaba por el paso desde las montañosas colinas. Si no conseguían detener a los Orcos allí, sembrarían el terror por las llanuras de Averland. Kurt Helborg, Mariscal del Reik, observaba el campo de batalla desde un peñasco que dominaba el terreno con una expresión de intensa preocupación en su rostro marcado por las cicatrices de la guerra.

"¿Puedes verle?", preguntó al Maestre del Gremio de Ingenieros, que escrutaba los tempestuosos cielos con la ayuda de su telescopio.

"Sí -respondió el Ingeniero-. Vuelve hacia aquí, pero su grifo vuela de una manera muy peculiar, me temo que ha sido herido....".

Pronto fue fácil distinguir la poderosa silueta de Garra de Muerte y la de su jinete, el Emperador Karl Franz. El grifo obviamente estaba en malas condiciones, ya que volaba de forma dolorosamente irregular.

Los dos altos oficiales y los Caballeros de la Reiksgard, que se mantenían como reserva en la base del peñasco, ignoraron momentáneamente la batalla en el desfiladero y siguieron con aprensión aquella pequeña mota en el cielo.

Los Caballeros aguantaban la respiración, temerosos por la seguridad de su Señor; pero la leal bestia, a pesar de sus heridas, consiguió llegar hasta donde se encontraba la Reiksgard, que la recibió con un grito triunfal. Inmediatamente, el Emperador fue rodeado por sus hombres. Su primera preocupación fue asegurarse de que el Grifo fuera llevado de vuelta a Altdorf en uno de los carromatos de avituallamiento. Sólo entonces aceptó un trago de cerveza y montó en su caballo de guerra, espoleándolo hacia la cima del peñasco donde se encontraba el Mariscal del Reik.

Mientras Karl Franz desmontaba, los dos viejos oficiales le preguntaron por el grifo; "¿Está grave Garra de Muerte, sire?".

"Vivirá, así que confío en que también pueda volar de nuevo -dijo Karl Franz tranquilizándoles. Luego advirtió la divertida expresión que aparecía en el rostro del Mariscal del Reik cuando su viejo amigo se dio cuenta de que el Emperador estaba completamente cubierto de una sustancia verdosa.- ¿De qué te ríes? -preguntó Karl Franz, sonriendo mientras apartaba parte de aquella sustancia de su propia armadura-. Sé que los gigantes no son muy listos, ¡pero te aseguro que tienen bastantes sesos como para que un hombre se bañe en ellos! Al menos, en el caso de este. Bien, ¿cuál es la situación de la batalla?".

Kurt Helborg volvió a ponerse serio y contestó

"En tablas de momento, mi Señor. Los Orcos intentan abrirse paso para salir del desfiladero, pero nuestra infantería se mantiene firme. Nos sobrepasan en número: son cinco por cada uno de los nuestros; pero, mientras les mantengamos en el barranco, no podrán utilizar la ventaja de su número. Además, están tan densamente agrupados que constituyen un objetivo perfecto para nuestra artillería; y nuestras armas les están causando innumerables bajas".

Gatehammer Fantasy Battles (Warhammer Fantasy Battles/Gate) VERSION 2.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora