Alguien "Normal" podría decirle a Bill que está demente, pero a él le importa muy poco.Anotarse como ayudante del equipo de fútbol (lo que implica lavar sus apestosas camisas y toallas) solamente para poder ingresar sin impedimento alguno a sus vestidores y observar de cerca sus posibles siguientes presas, era algo que sus mejores amigos habían calificado como "descabellado". Pero, como anteriormente se ha mencionado, a Bill le importa realmente muy poco.
No era absolutamente nada divertido tener que cargar con una asquerosamente maloliente mochila llena de toallas y camisetas sudadas por el pasillo de la universidad y en su auto para la lavandería mas cercana, pero todo era grafiticamente recompensado en el momento en el que sus compañeros ingresaban a las duchas después de jugar y a medio vestir.
Bill no sabía como disimular a la hora de pasar cabina por cabina en busca de sus prendas sucias y al mismo tiempo, echar una breve mirada a los musculosos cuerpos de cada uno de los jugadores.
Andreas no había recibido información falsa. Todos estaban considerablemente bien dotados... Pero ninguno llegaba a sorprenderle.
Incluso había tenido que descartar a Georg Linsting de su lista en que se supo que empezó a salir con un chico de intercambio recién ingresado. Así que su busca continuaba tranquilamente.... O al menos así fue hasta que apareció Tom Trümper.
¿Quién demonios era Tom Trümper?
Tom era otro más de aquellos estudiantes de intercambio que habían ingresado a la universidad a aquellas alturas del año.
Un niño bueno, educado, inteligente, aburrido, en exceso respetuoso... Un cerebrito, ratita de biblioteca, Sheldon Cooper 2.0... entre otros calificativos algo más graciosos. Usaba unos lentes redondos, pantalones extremadamente anchos y se ponía camisas muchas tallas más grandes que el. También usaba sudaderas increíblemente grandes. Tom era aquel chico que jamás mostraba más piel de la necesaria.Bill no tuvo absolutamente nada qué ver con el chico ( de hecho, desconocía de su existencia) hasta que Tom se vio obligado a hacer parte del equipo de fútbol americano. Contrariamente a lo que todos pensaban, Tom era increíblemente bueno en los deportes, tan solo odiaba practicarlos, pero las chicas de la universidad enloquecieron cuando el muchacho se dejó ver por primera vez con el uniforme del equipo puesto.
¿Quién diría que una simple ratita de biblioteca podría tener tales muslos gruesos y fibrosos brazos dignos de un modelo a la altura de marcas como Armani?
Si, ni siquiera Bill se habría dado cuenta de ellos de no ser porque el chico necesitaba ganar puntos extra en el área de gimnasia y educación física, ya que era lo único en lo que no destacaba.Desde ese día, Tom no pudo tener sus momentos a solas en la biblioteca cada tarde, pues las chicas le perseguían hasta en el almuerzo.
Sin embargo, Bill, aunque podía admitir que el chico tenía una cara que podría derretir a los polos y unos brazos en los que te quisieras morir lentamente, no lo encontraba demasiado llamativo y eso era debido a que era un mojigato; el chico esperaba a que todos sus compañeros saliesen de las duchas para ingresar él y hacer su aseo privadamente.
Bill no lo entendía, pero no le importaba.O al menos así fue hasta ese insignificante día en el que tuvo que quedarse hasta tarde recogiendo la ropa sucia de los jugadores. El día anterior había faltado a la universidad y, por lo tanto sus horas extras como ayudante del equipo, por lo que la ropa sucia se acumuló y se vio obligado a buscar formas creativas de poder llevar dos tandas a la lavandería sin morir en el intento, así que decidío (por mucha flojera que le diese) hacer dos viajes.
Y justo ahí, cuando volvía de la lavandería por la segunda tanda, que vio por primera vez lo que se convertiría en el mayor de sus deseos más oscuros: Tom Trümper se desnudaba a sus espaldas, sin tener la más mínima idea de su presencia y sin ser pudoroso como Bill se había acostumbrado a verlo. Y, oh, santo infierno.
El rastudo era jodidamente lo más delicioso que Bill había visto en mucho, mucho tiempo.
Bill ahora se podía sentir identificado con aquellas chicas que no le dejaban en paz ni en el almuerzo. Porque el chico era... era sublime. Joder, se había quedado sin palabras. Su piel no era tan bronceada como la de los demás jugadores, era más clara y se veía verdaderamente tersa y apetecible. Cada vez que se movía, incluso lo más mínimo, los músculos de su espalda se flexionaban y salían a la vista, viéndose tan imposiblemente exquisitos que Bill estaba empezando a delirar; se podía ver a sí mismo lamiendo con dedicación cada uno de esos preciosos músculos pliegue a pliegue, quería pasar su lengua por todo eso perfecto y tonificado cuerpo de dios griego que le estaba causando un dolor horrible en la...— ¡AHH!
Bill saltó en su lugar, asustandose de modo que avanzó un par de pasos al frente y se resbaló gracias al agua regada por todo el lugar. Cerró los ojos un segundo, intentado recomponerse y cuando los abrió, creyó haber sido realmente muy buena persona en su otra vida, pues el enorme -realmente enorme- miembro de Tom Trümper era lo que estaba frente a su cara en el momento que abrío los ojos.
"Madre santa, esos son mínimo veinticuatro..."
Sin embargo, tan pronto como el chico terminó de ayudarle a levantar, se cubrió con lo primero que encontró: la ropa que recién se había quitado. Sus mejillas y las de Tom coincidieron para ponerse rojas como tomates tan pronto como se miraron a los ojos, la diferencia era que el menor tenía un par de pensamientos un poco cándidos en su cabeza que era la razón de su del color en sus pómulos, pero Tom estaba en una situación completamente diferente, preocupándose más por cubrir su cuerpo que por otra cosa.
— Lamento haberte asustado...— susurro el chico, apartando la mirada lo más rápido posible— Pero... En mi defensa, tu me asustaste primero.
El mayor suelta una pequeña risita torpe que hace que el estómago de Bill se sienta extraño. El chico era una preciosidad... Y tenía una gran, gran, graaan amigo allí abajo. Bill empezaba a mirarlo con otros ojos.
Estaba sin palabras, no sabía que decir. Lo único que quería arrodillarse frente al rastudo semi desnudo frente a el y rogarle que le dejara exprimir hasta la última gota de un orgasmo que Bill estaría complacido de causarle con sus propias manos... quizá su boca podría ayudarle.
— ¿Estas bien? — pregunta Tom, mirándolo con ojos preocupados. No traía sus lentes y sus preciosos y grandes ojos cafés le estaban haciendo sentír estúpido. Había conquistado extranjeros desde Alemania hasta Chicago y no podía abrir la boca frente al cerebrito nuevo de la universidad.
Cuando estamos nerviosos decimos tonterías, lo primero que se nos viene a la cabeza en la mayoría de los casos y quizá pasamos las mayores vergüenzas de nuestras vidas... pero Bill Kaulitz sobrepasó el límite.
— ¿Me dejas chupartela?
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Falofilia (adaptación Toll)
Fanfiction"Porque diecisiete centímetros no son suficientes..." Créditos a su autor o autora original Nota: No recuerdo muy bien la mayoría de los personajes, entonces hay algunos cambios en estos