×Seven×

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- ¡Y Natalie me dijo que las hormigas se volverían gigantes si las metíamos en la piscina! Pero me mintió... -bufó Bill, cruzandose de brazos. Tom río.

- Seguro Natalie tampoco tenía idea de que las hormigas no iban a crecer si se arrojaban a la piscina -articuló Tom, con la vista fija en la carretera.

- Natalie siempre me miente...pero la amo...es mi mejor amiga...-empezó a balbucear el pelinegro, soltando pequeñas risitas -Pero Tom...no te pongas celoso. Yo también te amo a ti.

Tom no dijo nada, pues su vergüenza no lo dejaba.

- Es ahora cuando me dices que tú también me amas, Tom -le recordó Bill, sonríendo ampliamente, pero sin mostrar sus dientes. Ante aquella mirada de cachorro, Tom simplemente no pudo negarse.

- También te amo, Bill -murmuró, sonríendo, ruborizado.

Bill se calló en ese momento y los que siguieron después y Tom lo agradecía, pues no quería tener que morir de la vergüenza por otras cosas que se le pudiesen salir a Bill en ese estado de ebriedad, donde parecía no tener filtro alguno a la hora de hablar.

Un par de minutos después, ambos estaban frente a la casa de Tom, quien hace tan solo un par de meses vivía solo con su hermano mayor, Dereck, quien le había recibido con los brazos abiertos cuando volvió del intercambio estudiantil en Estados Unidos. Sus padres le habían pedido que volviese a Alemania, pero Tom prefirió vivir con su hermano y, después de conocer personas fantásticas como lo eran sus nuevos amigos, no se arrepentía de su decisión.

Salió del auto, pensando que tendría que abrirle la puerta a Bill y llevarlo él mismo hasta el interior de la casa, pero se sorprendió en cuanto el menor abrió la puerta y salió por su cuenta, caminando entre tropezones hasta la entrada.

- ¡Sam! -gritó Bill, deteniéndose unos metros antes de llegar a la puerta.

-Bill, Sam no se encuentra aquí, esta es mi casa -le hizo saber Tom, parándose frente a Bill, quien le miro con el ceño fruncido.

-¿Por qué me trajiste a tu casa, Tom? -preguntó Bill, enarcando una ceja.

- No tenías donde dormir, Bill. Yo me ofrecí a darte hospitalidad porque sé que mi hermano no pasará aquí la noche, además, a él no le molestará -le explico Tom, esperando que Bill le entendiese. Esté sonrío.

- Sí querías que durmiera contigo no tenías que inventar una excusa...-Bill hipó - Yo hubiese venido...si era contigo...sin importar nada...

Tom sintió calientes sus orejas.

-No, Bill...yo...y-yo...

- Silencio, Tom. Despertarás a Sam...-susurró Bill, mirando fijamente los labio de Tom, quien empezó a entrar en pánico de inmediato. ¿Y si Bill lo besaba? ¿Qué se supone que debe hacer si Bill lo besa? ¿Apartarlo? ¿Y si se sentía rechazado?

Pero no tuvo tiempo de pensar más, pues Bill le besó la nariz y se apartó, tambaleandose hasta la puerta, donde empezó a golpear aparatosamente, sin cuidado alguno. Tom tuvo que respirar más de tres veces, contando hasta diez.

Tom caminó hasta él y lo apartó levemente de la puerta, dándole tiempo para mirarlo con una sonrisa boba y abrazarlo por la espalda, trepandose en su cuerpo como un pequeño koala.

El mayor sonrío y abrió la puerta, luchando por no caer hacia atrás y herir a Bill. Cerró la puerta de su hogar una vez ambos estuvieron dentro. Bill enredo sus brazos en el cuelo de Tom y apoyo su mejilla en el hombro del menor, suspirando pesadamente.

- ¿Estas cansado, Bill? -preguntó Tom, caminando hacia la cocina por unas aspirinas y un poco de agua, estaba seguro de que Bill las necesitaría.

- Estoy...enamoraaaaado...Tom... -balbuceo el menor, con la voz adormilada. El corazón de Tom se agitó.

Falofilia (adaptación Toll) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora