• 7 •

132 15 7
                                    

A la mañana siguiente se despertaron por el sonido de la alarma del mayor. Los dos estaban durmiendo abrazados y Máximo fue el primero en moverse un poco en el lugar mientras se despertaba, alcanzando su celular para apagar la alarma. 

Valentín se quejó ya despierto pero sin ganas de abrir los ojos y mucho menos de soltar al mayor.

Máximo giró su cuerpo hacia el menor y no pudo evitar sonreír al ver al contrario con el ceño fruncido mientras lo abrazaba por la cintura. Había temido tanto que todo hubiera sido un sueño y siguiera peleado con él.

Llevó una mano a la mejilla ajena y la acarició en lo que sonreía con felicidad, observando las facciones del contrario, quien no tardó en abrir los ojos al sentir el contacto en su rostro. Cualquier emoción negativa se terminó esfumando al ver la sonrisa y los ojos brillantes del mayor.

Valentín se inclinó hacia él y conectó sus labios, moviéndolos gentilmente contra el ajeno mientras apretaba su cintura con su agarre, ansiando esa cercanía a pesar de lo pegados que ya estaban. Se besaron por unos minutos y a los dos les costó separarse, sin querer realmente dejar de sentir todas sus emociones floreciendo cada vez que se acariciaban de cualquier forma.

—Hola… —saludó Máximo y el pelinegro rió apenas aún con sueño, escondiendo su rostro en el cuello ajeno abrazándolo. 

—Por qué no nos podemos quedar durmiendo —comentó con flojera, claramente sabiendo la respuesta a su pregunta, pero aún así deseando que ambos pudieran faltar a la escuela para quedarse acostados abrazándose. 

—Dale, Val, pensá que ahora podemos estar juntos en la escuela, así que tan tortura no es —comentó mientras acariciaba su cabello.

A regañadientes el menor lo soltó y se sentó en el borde de la cama, estirándose antes de decidirse por levantarse para ir a buscar el uniforme que había lavado el día anterior y dejado secando, no sin antes buscar al menos su remera para ponerse, tampoco quería parecer impresentable ante los padres del chico.

Sin embargo, un pequeño quejido detuvo sus pasos y lo hizo girar hacia el dueño de este, observando que tenía una mueca en su rostro.

Con preocupación se acercó hacia él.

—¿Qué pasó? ¿Estás bien? —cuestionó, con temor de que Máximo estuvieran de esa forma por su culpa.

Nunca había tenido relaciones con nadie, pero había escuchado a sus ex-amigos hablar de cómo cogían con sus novias por primera vez y el malestar que llegaban a generarles después. Valentín había creído que era algo meramente del sexo heterosexual, así que no se había preocupado por eso hasta ese momento.

—Si estoy bien… Solo me duele un poco la cintura —mencionó y el rostro ajeno se transformó por la angustia.

—Perdón… —respondió sin saber qué más hacer.

Se sentía para la mierda, no lograba hacer una cosa bien que hacía cinco malas. Y su cabeza que ahora sobrepensaba todo no lo iba a dejar en paz hasta que admitiera que era una mierda de persona. 

—No es tu culpa, Val, si yo te pedí que cogieramos —intentó calmarlo mientras se sentaba en el borde de la cama y estiraba su mano para alcanzar su remera.

El menor lo ayudó agarrando la remera por él y poniéndosela, en un intento de apaciguar esos pensamientos malos que tenía. Lo mínimo que podía hacer era cuidarlo si aquello había sido su culpa.

—No lo digas así, qué vergüenza… —murmuró con un poco de inseguridad, acomodándose en la orilla de la cama para poder ponerle la remera.

—¿Por qué no? Es lo que hicimos… —respondió observando con cierta preocupación por qué Valentín estaba actuando así. El menor se quedó callado y Máximo se animó a acariciar su rostro—. ¿Qué pasa? Me podés contar, Val —dijo mientras lo observaba de cerca.

chico malo - maxilengDonde viven las historias. Descúbrelo ahora