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El sábado empezó de la manera en la que solía hacerlo antes, con Coco subiéndose a la cama y lamiendo su cara para despertarlo, solo que esa vez despertó a ambos que habían estado durmiendo acurrucados a causa del frío que ya se hacía presente incluso en la ciudad.

—Qué cargoso sos, Coco —se quejó Valen, abrazando al perro para que se acostara encima suyo y dejara de prácticamente saltar sobre ellos.

—A quién me recuerda —mencionó el mayor, riendo ante el abultamiento de labios que hizo el chico con una mueca de “molestia” que terminó por desaparecer cuando le dio un pico en forma de saludo—. Buen día.

Valentín le sonrió y quiso responderle pero unos toques en la puerta entreabierta llamó la atención de ambos. Al mirar hacia la puerta, vieron a la adulta sonriendo al verlos felices.

—Niños, vayan preparándose. Almorzamos y partimos —les informó y Maxi murmuró un pequeño “bueno, ma”—. Vení, Coco, dejá que los chicos se levanten tranquilos —llamó al cachorro y este siguió a la mujer fuera de la habitación.

Ahora que estaban solos, Valentín se volteó hacia él, apoyando sus brazos sobre la cama para levantar su cuerpo y que así fuera más cómodo inclinarse hacia él.

Máximo llevó sus manos hasta el cuello ajeno y lo sostuvo cerca suyo mientras se besaban, a la vez que el pelinegro rodeaba su cintura con su mano. Los dos estaban felices de poder compartir nuevamente sus mañanas juntos y, a pesar de que Valentín no quiso hablar del futuro y lo que iba a hacer después de que regresaran del viaje, Maxi decidió ser paciente y darle su tiempo, iba a estar con él en cualquier decisión que tomara.

El almuerzo fue tranquilo, con la familia Perrone hablando con alegría y Valentín se sintió cómodo con eso, a diferencia de muchas veces que sentía que no encajaba.

Ninguno de los dos se molestaba por ocultar sus sentimientos ni muestras de cariño frente a los adultos porque sabían que no iban a juzgarlos y era un espacio seguro donde podían ser ellos mismos. 

Así que Valentín no se prohibió de los pequeños detalles que tanto le gustaba hacer y al mayor recibir, como las porciones de comida que le compartía de su plato o le servía sin que él le dijera nada, o cómo por debajo de la mesa acariciaba su pierna con gentileza queriendo contacto físico de alguna manera.

De esa forma el almuerzo finalizó y los cuatro terminaron de limpiar todo antes de empezar a preparar los bolsos y lo que llevarían para el viaje.

Valentín estaba muy emocionado y no podía dejar de pensar en todas las cosas que quería hacer con Máximo, principalmente en las ideas que se le ocurrieron para pedirle que fueran novios.

Le había gustado mucho que Máximo hubiera dicho que quería que fueran "novios", y no le había dicho que fuera "su novio". Era una tontería pero desde eso tan simple se notaba la diferencia de mentalidad con cualquier otra persona donde era común pensar que su pareja era de su pertenencia.

Le encantaba que incluso en algo tan pequeño, Maxi era tan lindo y sano.

Se le había ocurrido que podían ir a un mirador de noche y disfrutar de la vista estrellada en silencio antes de pedírselo, pero no sabía si era lo suficientemente especial para Máximo. 

Sabía que al chico le gustaban las cosas simples, esos detalles pequeños y apreciar lo que en la rutina la mayoría de personas pasaba por alto, pero tenía miedo de que fuera algo demasiado simple y no lo lograra sorprender.

Sin embargo, cuando Maxi empezó a mostrarle emocionado lo que veía por el camino, supo que no era tan mala idea.

Seguro sonreiría y sus ojos se iluminarían como siempre lo hacían cuando estaba emocionado. Seguro lo abrazaría y le diría que lo quería mucho.

chico malo - maxilengDonde viven las historias. Descúbrelo ahora