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El resto del día fue más tranquilo por suerte y se basó en Valentín comprándole la merienda o pequeños detalles que siempre terminaban por hacer sonreír como un tonto a Máximo por lo mucho que le gustaba que fuera de esa forma. 

Le gustaba mucho que los dos tuvieran su forma de demostrar amor. Mientras el pelinegro era más de regalos o del contacto físico, a él le gustaba mucho pasar tiempo de calidad con el contrario o decirle cosas lindas cada vez que podía.

De cierta forma se complementaban bastante bien, porque cuando Valentín le daba regalos él era capaz de hasta darle un monólogo de por qué le gustaba tanto que fuera así, y cuando pasaban tiempo juntos, Valentín no se privaba para nada de estar pegado a él y hacerle mimos.

Como en esos momentos. Se encontraban en la puerta de la escuela esperando que los padres de Maxi los fueran a buscar para acercarlo a su casa y que pudiera llevarse todo lo necesario para el viaje.

Valentín no podía estar dos minutos sin necesitar estar cerca suyo y a Máximo no le molestaba en lo más mínimo. Es más, le recordaba mucho a Coco, y desde que pensó en eso no pudo dejar de traer siempre al presente la idea de que Valentín era como un golden retriever cuando quería cariño.

No se volvieron a cruzar al grupito hasta ese momento, donde los encontraron a un lado de la puerta, con Valentín apoyado contra la pared con las manos en la cintura ajena mientras el contrario estaba ubicado entre sus piernas.

Estaban charlando de las cosas que podían hacer durante sus días en el sur y Valentín era débil ante la imagen del mayor emocionado y sonriente. Se había prometido controlarse cuando estuvieran en público para no llamar la atención pero no pudo evitar besarlo en los labios por lo tierno que era, aprovechando su ataque de valentía para decirle lo lindo que se veía.

—Que asco. —Aquel comentario rompió su burbuja y Valentín no necesitó voltearse para saber de quienes se trataba—. Váyanse a su casa y no salgan nunca, son repugnantes.

A Valentín le dio cierta gracia el comentario y esa vez no sintió impotencia. Sentía que nada le iba a poder arruinar la felicidad que tenía en esos momentos. Algo dentro suyo quería burlarse de lo patético que eran y no podía creer que eso había hecho él en un pasado.

No le importó demasiado la situación ni dónde estaban, en su lugar solo le sonrió a Maxi antes de volver a inclinarse hacia él, conectando sus bocas una vez más.

Esta vez fue un beso un poco más demandante que sorprendió incluso a Máximo, pero aún así intentó seguirle el ritmo, dejando su pudor de lado y permitiendo que Valentín, básicamente, le comiera la boca frente al grupo de cuatro chicos.

Cuando se separaron Valentín sonrió mientras se relamía los labios, aún pudiendo sentir el sabor del mayor, para después mirar hacia el grupito a la vez que sus manos se ceñían a su cintura.

—¿Quieren seguir mirando? Pensé que les daba asco —comentó en burla y Maxi se rió de las caras de asco que pusieron antes de alejarse de ellos.

Máximo no pudo evitar morderse el labio inferior al ver el perfil del contrario mientras este observaba al grupo irse de ahí. Se veía demasiado atractivo y más teniendo en cuenta la fuerza que había usado para agarrarlo de la cintura como si alguien fuera a llevárselo.

No quería admitir que le gustaba que fuera posesivo con él.

Cuando Valentín volvió a dirigir su mirada hacia él, se quedó un poco confundido por la mirada que le estaba dando el contrario.

—Qué hot fue eso —comentó Maxi, haciendo reír a Valentín, un poco por los nervios—. Comeme la boca más seguido —agregó en broma, provocando que el pelinegro se quedara callado, sintiendo la vergüenza invadir su rostro.

chico malo - maxilengDonde viven las historias. Descúbrelo ahora