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Cuando ambos estuvieron listos, ya bañados y desayunados, partieron hacia la escuela caminando mientras se agarraban de la mano. Ninguno de los dos necesitó hablar de algo en específico y el trayecto fue cómodo en ese silencio relajante escuchando el sonido de la ciudad de madrugada.

Aunque la tranquilidad se rompió apenas llegaron a la escuela y sus ex-amigos no tardaron en verlos llegar juntos.

—Con razón te alejaste de nosotros, si sos igual de maricón que esta puta —soltó uno.

Y a Valentín no le importó demasiado estar en la escuela para largarse encima del que había dicho ese comentario, causando un revuelo entre los estudiantes cuando dio el primer golpe en su rostro.

No creía que ese comentario lo hubiera afectado por el apodo a él mismo, sino por la manera en la que se había referido a Máximo.

Suficiente mierda había soportado el castaño como para seguir recibiendo ese tipo de comentarios.

A duras penas, Maxi logró separarlo del montón para que no siguiera recibiendo golpes ya que los duplicaban en cantidad y se preocupó cuando vio sangre en los labios del menor. 

Casi lo arrastró hasta el baño y los encerró a ambos allí, esperando que ninguno los persiguiera. Valentín no dijo nada y se mantuvo con el ceño fruncido mientras abría la canilla y se inclinaba hacia esta para enjuagarse la boca. El agua salió rosácea y tuvo que repetir el mismo paso hasta que se limpió toda la sangre de la boca.

—¿En qué estabas pensando? Te superan en número —le recriminó y Máximo se molestó cuando no recibió ninguna respuesta—. ¿Me vas a ignorar?

—¿Y qué querés que haga? —respondió con molestia, sin poder controlar su tono de voz—. No voy a dejar que esos pelotudos te sigan tratando mal.

Valentín no sabía cómo sobrellevar lo que estaba sintiendo en esos momentos y se sentía eufórico, pero no una euforia buena. Era esa euforia de impotencia que había sentido antes cuando no podía responderle a su padre y sentía que quería golpear cualquier cosa enfrente suyo, aunque sus nudillos dolieran por los golpes que había dado antes.

Se sentía horrible, porque quería proteger a Máximo de cualquier cosa mala pero ni siquiera eso podía. Todo le salía mal y eso lo hacía sentir peor.

Máximo vio los ojos cristalizados del contrario y cómo parecía estar teniendo un ataque de ansiedad, así que agarró la mano ajena y la colocó sobre su pecho.

—Mirame, Valen —le pidió y el chico se negó al principio pero después lo hizo un poco asustado—. Respirá conmigo —le indicó tomando aire y dejando que el contrario lo imitara hasta que su respiración se calmó.

Máximo pasó sus manos por la espalda ajena y juntó sus cuerpos mientras acariciaba su piel en un pequeño mimo en lo que el ajeno le devolvía el abrazo, pasando sus brazos por el cuello ajeno.

—Te quiero proteger y no puedo, no sirvo para nada —murmuró el pelinegro, intentando no volver a largarse a llorar.

—Valentín —lo llamó con un tono firme—, no volvás a decir eso —le recriminó separándose un poco para mirarlo, aunque pronto cambió su actitud y dejó un pico en sus labios—. De verdad que me encantaría que esto parase, pero si les seguimos dando bola van a seguir molestándonos y no quiero que termines metido en líos de nuevo —agregó mientras acariciaba su mejilla ligeramente del lado que le habían pegado.

—Es lo mínimo que puedo hacer después de todo —se excusó sin querer cambiar de postura. No quería ceder ante esos tratos que no estaban bien, eso solo hacía que se creyeran impunes.

—Yo me conformo con que estés conmigo —respondió, sin alejarse demasiado del ajeno—, si respondes de la misma manera que ellos, no vas a cambiar nada, y yo tuve que aprenderlo a la fuerza —explicó su pensamiento y Valentín lo escuchó con detalle. A pesar de que quería golpearlos hasta que dejaran de molestarlos, sabía que la violencia no iba a llevar a nada—. La única forma es dejar de darles bola hasta que se cansen de ser ignorados.

Sin embargo, Valentín no estaba conforme con eso. No quería solo “estar” para Maxi, quería hacer algo por él de verdad.

El castaño pareció comprender sus sentimientos por lo que hizo un pequeño sonido de pensar, parecido a un “mhmm”. 

—Entiendo que quieras hacer algo por mí, así que… —Hizo una pausa, mirando al chico y viendo que este lo observaba con curiosidad por lo que iba a decir, ya casi sin notarse algún rastro de enojo de su parte—. ¿Y si venís conmigo de vacaciones? Me encantaría que nos acompañaras —ofreció y Valentín lo miró con sorpresa, sin esperar ese comentario—. Mis viejos quieren ir al sur, ya alquilaron todo pero podemos dormir juntos si no llega a haber espacio —contó con ilusión. 

Valentín no pudo evitar que su corazón aumentara sus pulsaciones cuando vio la sonrisa de emoción en su rostro y sus ojos brillando por la felicidad que le causaba imaginarlos volviendo a compartir una salida.

Máximo era demasiado lindo, quería esconderlo de todo el mundo y cuidarlo para que nadie lo dañara, aunque supiera que el castaño no necesitaba que nadie lo hiciera porque ya era lo suficientemente capaz como para cuidarse solo.

Sin poder evitar sus acciones, se inclinó hacia él y conectó sus labios por unos segundos, cerrando los ojos y dejándose llevar por las miles sensaciones que sentía en su interior.

Cada vez que lo besaba volvía a sentirse vivo. Volvía a sentir que era alguien y tenía un propósito en esa vida. Máximo lo hacía sentir especial y humano.

—¿Y eso? —preguntó el chico con curiosidad aunque no le hubiera molestado y solo quisiera saber qué pasaba por la cabeza de Valentín. 

—Solo me dieron ganas de besarte —se sinceró, un poco apenado por tener esos sentimientos tan repentinos y tampoco poder controlarlos porque no quería privarse de ser de esa manera.

Había pasado tanto tiempo ocultando quién era que ahora solo quería gritar al mundo entero que le gustaban los hombres, que le gustaba Maxi, y que nada de eso era algo malo como muchos pensaban.

Solo quería ser feliz.

Máximo sonrió con alegría, aprovechando la cercanía para mantener sus rostros cerca, provocando que Valentín se pusiera un poco nervioso. Siempre que se animaba a hacer algo después se ponía nervioso y más cuando el mayor se empecinaba en acercarse a él y provocarlo para que siguiera besándolo. 

—Y era un sí —agregó mientras apoyaba sus manos en la cintura ajena, acercándolo a su cuerpo mientras lo abrazaba.

Jamás se iba a cansar de que sus cuerpos encajaran tan bien. 

Máximo fue el que esta vez lo agarró del rostro para dejar un pico en sus labios. 

—Nos vamos a divertir mucho —le prometió con una sonrisa y Valentín se contagió de eso.

Con alegría cruzó sus brazos por la espalda ajena para abrazarlo y lo levantó apenas unos centímetros mientras le decía lo mucho que lo quería.

El menor no podía dejar de pensar en cómo Máximo podía cambiar todo su estado anímico con tan poco y lo mucho que había necesitado tenerlo todos los días para darle aunque sea un mínimo de alegría y que no terminara pensando que toda su vida era una mierda. 

Quería y necesitaba demasiado tenerlo en su vida.

chico malo - maxilengDonde viven las historias. Descúbrelo ahora