13. Reproducción de la estirpe

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NARRA ERIS

Hoy es un día grande y es por ello que me estoy vistiendo con uno de los conjuntos que más odio.

Has leído increíblemente bien y tú vista no te ha jugado una mala pasada al final de la frase anterior: odio el vestido negro con flecos que estoy terminando de abrochar ahora mismo.

—¿Estás lista? —pregunta mi padre, uno de los hombres más importantes de nuestro mundo.

No le contesto, simplemente salgo por la puerta al pasillo dándole, algo más fuerte para su gusto, en el hombro, como era de esperar él gruñe y no se mueve ni un milímetro de su sitio detrás del marco.

Siempre tan estirado como siempre.

No lo echaba de menos en absoluto.

Poco después veo a Poe corro hacia él. No pienses mal. No me tiro a sus brazos, en vez de eso le digo:

—Mi padre está aquí. Es mejor que corramos antes de que le dé por coger su precioso aplastador de cráneos.

Él ríe.

La verdad es que el hecho de que mi padre esté aquí no me hace nada de gracia. Y más cuando se supone que iba a dejarme tranquila, y eso implicaba encontrarnos en lugares para Novenos.

No lo necesito ni a él ni a sus queridísimos amigos.

Seguro que sigue planeando casarme con alguno de sus hijos.

—Hola.

Por fin. Un seco Damián Fox se une a la fiesta.

Decidimos salir al exterior cuando una señal de neón y un camarero apuntan al patio trasero de la doble mansión. Allí, el séquito negro, todos parecían estar a punto de moverse como tal marea negra que era. Pronto un trueno los movería a todos en varias direcciones.

Este año no había laberinto pero sí que nos habían informado de que la Cacería tendría lugar en los alrededores del pueblo o dentro de él. A mí el plan me parecía demasiado arriesgado, más de lo que nosotros mismos estábamos acostumbrados a ser expuesto en un mundo donde los crímenes son un castigo social, al igual que muchos de los más veteranos como Verne.

Deduzco que alguien estaba diciendo algo (o que está a punto de hacerlo) porque no paraban de susurrar. No puedo escuchar de que están hablando. Las voces inundarían la mayor altura que alcanza cualquier edificio de New York.

De pronto, alguien subió al escenario que se había preparado con antelación y empezó su discurso.

—Venís desde muy lejos y queréis vuestro día especial como si se tratase de un pilar de oro...

El típico programa de inicio de siempre. Lo he escuchado tantas veces que ya he empezado a cansarme.

Siete horas más tarde los Novenos empezamos a movilizarnos dando comienzo a un baño de sangre.

Damián, junto con los más sádicos de nuestro grupo, sonreía de oreja a oreja con su cuchillo de caza en la mano. En la otra, llevaba otro más que se guardó en un bolsillo del pantalón antes de empezar a correr.

Aquello nos excitaba a todos por igual —la caza, la sangre, la ansiedad de las presas...—, era algo habitual al desatar nuestra naturaleza. Nos daba igual llenarnos hasta las cejas de manchas.

Sin embargo, Poe y yo nos miramos nerviosos. Esto no nos gusta.

—¡Es hora de salir y demostrar quiénes dominan el mundo! ¡Salid y aniquilarlos a todos para poder ser más en un futuro! —termina de decir Jim MacNabb, trotando y dando comienzo a la masiva Cacería que se había visto desde siglos.

POE VERNE, ¡DÉJAME!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora