14. Los novenos siempre ganan

33 3 0
                                    

NARRA POE

—Paige, ¿sabes dónde he dejado la chaqueta del traje rojo? Hoy me apetece hacerme el dramático seductor...

No hubo respuesta.

Cuando volvimos de la Cacería descubrí que Paige no había aprovechado para escaparse por una de las ventanas que siempre «olvido» cerrar. No. Ella se mantuvo firme y prefirió servir a un asesino. En verdad, creo que lo hizo más bien por el hecho de que sabe y considera que soy el único que no la mataría por oler a presa si la necesito, como es el caso, aunque me las podría arreglar yo solito también.

La compañía «normal» me relaja. Dejémoslo ahí.

—¿Paige? —vuelvo a preguntar cuando estoy más cerca de la cocina—. ¿Me has oído?

Cruzo el umbral que va al comedor.

Me detengo al ver una sombra beber de uno de mis vasos de Whisky.

Maldito cobarde.

—Yo de ti no seguiría gritando así, alguien podría pensar otra cosa —aconseja el hombre.

A su lado escucho una risita impostada también de hombre.

—Déjalo, es muy joven para entender algo —contesta este último.

Aprieto los puños por detrás de mi espalda y relajo los hombres, de manera que no notan que me están cabreando.

—¿Se puede saber quiénes sois? —interrogo con voz calma.

Ambos se echan hacia adelante sujetando dos de mis pobres vasos de vidrio que dejan caer poco después. Al rozar el suelo con la punta de la base se hacen añicos.

«Tranquilo, Verne, son sólo dos idiotas con pasta», repito como un mantra para evitar derramar sangre en mi casa.

La última vez que ocurrió algo parecido tuve que mudarme dos veces en una semana. Ya sabes, ninguna se parecía lo suficiente a lo anterior.

—Jim MacNabb, nos conocimos en la fiesta de hace unos meses.

Me acuerdo de él y no me gusta nada.

—Y yo soy el padre de Eris.

Porras. Lo reconfirmo de inmediato en cuanto la luz de la ventana cerrada le da.

Esto se va a poner chungo en cualquier momento.

No dejo que noten que estoy pensando en que hay una larga probabilidad de que hayan descubierto qué hice el año pasado en una de las fiestas del bosque, porque, sí, los Novenos tenemos un jefe del jefe y ese ahora es McNabb.

El señor Hanson tomó el rumbo de la conversación.

—Te vas a casar quieras o no con mi hija. Es algo que ya pensaba hacer igual y que ella intentaba decirte, y que también ha intentado impedir que no ocurra, pero, querido Poe Verne, como los cazadores del mundo, siempre conseguimos lo que queremos.

—Y eso es que haya más Novenos sea al precio que sea —terminó de decir Jim.

POE VERNE, ¡DÉJAME!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora