welcome and goodbye

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Cada veinticinco de Julio la tristeza abundaba sobre june, y a pesar de que significaba un fecha importante para ella, esos días prefería quedarse bajo sus sábanas sin querer soplar las velas de su pastel de cumpleaños.

La abuela de June en todos sus cumpleaños se esforzaba demasiado en tratar de hacer sentir mejor a la pelinegra y siempre organizaba pequeñas reuniones con los únicos dos amigos de June, pero eso jamás pudo llenarla. Su abuela, era consciente de lo que aterrorizaba la cabeza de June en esas fechas, conocía perfectamente la historia de cuando June quedó bajo su cuidado tan solo unos días después de su cumpleaños.

En ese entonces, June no deseaba otra cosa que no fuera tener a su padre cerca, y en cada veinticinco de Julio al soplar las velas en el pastel en su mente solo pedía por volver a ver a su padre tan siquiera una última vez. 

Eran tantos sus martirios por ver a su padre que comenzó a descuidar su vida, se convencia a si misma que con el pasar de los días se quedaría atrapada viviendo con su abuela y que terminaría cuidando de ella sin nadie a su lado.
Es por eso, que esperaba, esperaba por su padre, esa guía que la empujaria a planear su vida y la aconsejaría en situaciones en su vida cómo; sí era buena idea salir con el chico barbucon de la secundaria o sí el puesto de comida rápida sería un buen empleo para ella.

Entonces espero y espero, pasando largos dias y largos años sin saber algo sobre su padre, y al poco tiempo provocando que comenzará a desilusionarse, hasta que un día simplemente dejo de esperar, comprendiendo que él jamás regresaría por ella.

Poco a poco, June dejo de sentirse atrapada en casa de su abuela y empezó a ser más responsable con su vida, tomo las riendas en el entorno de su casa y comenzó a comunicarse mejor con su abuela haciendo más fuerte su relación, fue más constante en sus estudios y pudo descubrir su talento en las matemáticas uniéndose a los mate atletas con sus dos amigos. Sin embargo, al igual que como en sus días de cumpleaños, June jamás pudo tapar ese vacío que le generaba la ausencia de su padre, seguía extrañándolo y preguntándose dia con dia sobre su paradero. Ella quería olvidarlo, no quería saber nada de él ni de su vida, estaba decidida a continuar su vida sin querer relacionarse con su padre, y para poder persuadir el sentimiento de vacío recorrió a los cigarrillos.

Parecía que la vida de June se había estabilizado, pasaba los días riéndose con sus amigos, su abuela la apoyaba en todo y  comenzaba a gustarle su cumpleaños. Pero entonces, él apareció. Después de tanto tiempo, este llego a casa por su hija como lo habia prometido hacia mucho tiempo.

Era un domingo por la noche; June se encontraba estudiando para su exámen de química, y mientras que de fondo su abuela miraba su telenovela favorita,
—eran las últimas semanas de trasmisión y su abuela no quería perderse ningún detalle.—
Ambas sumidas en su propio entorno fueron interrumpidas por el sonoro timbre de la puerta. Enseguida, June se levantó indicando a su abuela que ella abriría la puerta, ella suponía que seguramente sería un repartidor perdido o, inclusive dada la situación, su amigo Juan en busca de su tutoría para el examen de mañana.

Al llegar a la puerta abrió todos los candados de seguridad, y tras abrir la puerta, se encontró con un hombre alto de larga barba, dándole una apariencia cansada, su cabello era semi largo y estaba algo despeinado, su traje estaba mal arreglado y desgastado, al instante asustó un poco a June.

—¿Busca a alguien?.— Preguntó June con desinterés, tratando de intimidar al sujeto con su simple mirada, pero no fue así, ella creyó que tal vez el señor se iría a verla y darse cuenta que se había equivocado de departamento, pero el hombre siguió frente a ella por varios segundos con la expresión de impacto en su rostro. —¿Necesita ayuda?.

—June, soy yo...— Murmuró el hombre haciendo estremecer el cuerpo de June al reconocer su voz.
—Tu padre.

—¿Paso algo?— Al instante su abuela se acercó observando primero a June con la expresión de sorpresa mirando fijamente al hombre, entonces miro al hombre, reconociéndolo enseguida.
—¿John?.— Murmuró. —¡Oh!, hijo mío.— Rápidamente su abuela lo abrazo, siendo correspondida por él, palmeando la espalda de su abuela tratando de tranquilizarla.

Enredaderas| Peter Parker UCMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora