Preludio

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Era un día gris en la ciudad de Konoha. Las nubes colgaban bajas, como un pesado manto que reflejaba el sombrío estado de ánimo que se había apoderado del Tribunal Superior. 

Todos los presentes podían sentir la tensión en el ambiente, sobre todo por la clara mirada de odio y venganza del señor Azuma Sarutobi hacia la acusada; Hinata Hyuga.

Mientras la respetada cirujana pediátrica, estaba en el banquillo de los acusados, con la mirada gacha y es que todos podían ver que a pesar de querer mantener una expresión serena, la tensión del juicio y el duelo se reflejaban claramente en su apariencia. Normalmente cuidadosa con su aspecto, la médica ahora parecía más desgastada, con ojeras pronunciadas bajo sus ojos, producto de noches de insomnio plagadas de recuerdos y pesares. Su rostro, delicado y lleno de vida, había adquirido una palidez sombría, y sus movimientos, una vez torpes y tímidos pero en el trabajo fluidos y seguros, ahora eran más lentos y medidos, como si cada respiración y paso le costara un esfuerzo considerable. 

Al fin llegó al estrado donde debía sentarse para que ambas partes le pregunten algunas cosas y ella responda con la verdad.

Para la ocasión vino vestida con unos tacones bajos, falda negra hasta las rodillas, camisa blanca debajo de la casaca negra de vestir, así de serio era la situación. 

La mayoría allí la conocían, debido a que eran compañeros de trabajo u conocidos y a algunos les alegraba y sorprendía poder volver a verla, aunque fuera de esa forma, ya que a penas sucedió el hecho del porqué ahora estaban allí, ella no había vuelto al hospital. Primero, debido a que sabían que para ella debió ser demasiado esa perdida. Segundo, a penas una semana después del incidente, ella fue denunciada y hasta que no se resolvieran las cosas, no volvería a trabajar ejerciendo como tal.

Negligencia médica. De eso se le acusaba.

Pasó tres meses entre la denuncia, contacto de abogados, exámenes médicos, realización de la autopsia, declaraciones, etc., para que pudieran estar ahora ahí.

El caso había conmocionado a la comunidad: la muerte de Mirai Sarutobi, una niña de apenas seis años, durante una operación.

A fuera del tribunal estaban varios periodistas, claro, ambas partes eran personas reconocidas e influyentes, esperaban junto a algunos curiosos ansiosos por escuchar cada detalle del caso que había paralizado a la ciudad.

Terminó el rito para hacerle jurar que diría la verdad y nada más que la verdad.

Hinata sintió un nudo en el estómago al saber que las preguntas estaban a punto de comenzar. A pesar de que se había preparado previamente, el peso de la situación le era incontrolable. Sin embargo, había una fuente de consuelo en medio de esa maraña de nervios; Sasuke sería el primero en interrogarla.

Él era su abogado. A pesar de todo, él había permanecido a su lado demostrando una lealtad y un apoyo casi incomprensible e irreconocible. Hinata no podía evitar sentirse agradecida por su presencia constante y profesionalismo, lo que le daba un poco de estabilidad en ese tumultuoso período.

La verdad era que, sino fuera por él, ni siquiera le hubiera importado tratar de luchar por impedir que le quiten su licencia médica y limpiar su nombre. Porque desde el suceso, no quiso volver a entrar a un hospital y menos a un quirófano. Se sumió en la depresión y el alcohol. Solo quería que todo acabara y si moría por una sobre dosis, mejor, y si no era tan suertuda para eso, se conformaría con la cárcel, porque sí, se sentía culpable, se sentía la asesina directa.

Terminó de acercarse a ella para el interrogatorio directo. Su tono era suave pero firme, buscando mostrar a la corte, la competencia y el cuidado profesional con el que Hinata había manejado el caso de la niña.

EL CAMINO HACIA TI (SASUHINA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora