2-El baile

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Adentrándome en el bosque de Beacon Hills, dejé atrás los sonidos y las luces de la civilización, sumergiéndome en la oscuridad y el silencio del entorno natural

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Adentrándome en el bosque de Beacon Hills, dejé atrás los sonidos y las luces de la civilización, sumergiéndome en la oscuridad y el silencio del entorno natural. Cada paso que daba resonaba entre los árboles, creando una sensación reconfortante.

A medida que avanzaba entre los senderos cubiertos de hojas caídas, mis sentidos se agudizaban, alerta ante cualquier movimiento o sonido inusual. La brisa susurraba entre las ramas, y el crujir de las hojas bajo mis pies era la única música que acompañaba mi travesía. La sensación de estar sola en medio de la naturaleza era tanto emocionante como un poco inquietante, pero no me detuve.

El sonido repentino rompió el silencio del bosque, haciendo que me detuviera en seco. Giré lentamente para enfrentar la fuente del ruido, con la mano ya aferrada firmemente al mango de mi pistola. Entre los árboles, vislumbré la figura de un hombre, cuya presencia me tomó por sorpresa. Era un chico de unos años más que yo, con una chaqueta de cuero negra y una mirada penetrante y, con la tenue luz de la tarde, pude ver sus ojos brillar con un intenso azul eléctrico.

Le apunté con el arma, ya que no parecía ser un humano normal, cuando vi cómo sus manos se transformaban, sus uñas alargándose y afilándose hasta convertirse en garras amenazantes.

Un hombre lobo, un omega.

—Esto es propiedad privada, cazadora —dijo el hombre con voz profunda, interrumpiendo el tenso silencio.

—¡¿Quién eres?! —respondí, con la pistola aún dirigida hacia él.

—Podría hacerte la misma pregunta yo, baja el arma —instó él, con cierto enojo pero con determinación.

—Cuando tú guardes tus garras —contraataqué, manteniendo mi postura defensiva.

—Nia, ambos sabemos cómo acabará esto —advirtió el hombre.

¿Qué? ¿Había escuchado bien?

¿Cómo rayos sabía mi nombre?

—¡¿Quién demonios eres tú y cómo sabes mi nombre?! —exigí, mi voz firme con una mezcla de confusión y desafío.

—Derek —respondió él, con una simple palabra que resonó en el aire como un eco ominoso.

—Así que un Hale. Sé lo que le pasó a tu familia —dije, recordando la historia que mi madre, Kate, me había contado.

Me dijo que su familia era unos asesinos despiadados y sangrientos, y que mataban incluso a niños pequeños.

El hombre, Derek, no dijo nada en respuesta, pero su expresión hablaba por sí misma.

—Se lo merecieron —sentencié, recordando las lecciones de mi madre y la determinación en su voz cuando hablaba de los Hale.

Se aproximó a mí de manera amenazante, como si mis palabras hubieran despertado su ira. Con cada paso que daba, yo retrocedía hasta que mi espalda encontró el frío respaldo de un árbol. Y de un solo golpe apartó la pistola de mis manos.

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