Capítulo 06. Hipnotizado en un sueño

96 20 3
                                    

—¡Oh, adoro esta canción! —Nadja exclamó al escuchar el sonido del piano iniciar con una melodía que reconocía al instante, sus ojos se llenaron de brillos, y no pudo evitar levantarse torpemente mientras veía con una sonrisa a Gowther—. Gowther, ¿te gustaría bailar conmigo? —preguntó, algo avergonzada bajo la mirada de la reina de Camelot.

El nombrado por unos segundos se vio sorprendido, para después asentir con la cabeza y acomodar sus lentes. Sin pensarlo mucho se levantó de su lugar, y antes de que pudiera extender su mano como Edric había hecho antes, Nadja lo tomó por el brazo y lo jalo a la pista de baile con ella.

Sus pasos eran torpes al principio, pero después de algunos segundos, Gowther logró acostumbrarse al ritmo de la canción, y notando los diferentes patrones de las otras personas bailando, logró conectar con Nadja y disfrutar de la canción con ella.

—Es la primera vez que bailo, ¿cómo lo hago? —preguntó inocentemente, Nadja sonreía de oreja a oreja de tan sólo poder bailar su canción favorita.

—¡Lo haces bien! Mucho mejor que Edric cuando bailó conmigo la primera vez —dijo mientras soltaba una risa al recordarlo—. Debiste verlo, solía pisar mis pies por accidente, y después se disculpaba arrodillado. ¡Sus ojos solían estar llenos de miedo! —agregó mientras reía.

Aunque Gowther no rió con ella, por un segundo, utilizó su magia para poder ver el recuerdo de Nadja con claridad; era cierto, los ojos de Edric demostraban un claro miedo cada vez que se disculpaba, pero no miraba a Nadja, sino a su madre que se encontraba justo detrás de la princesa, con los brazos cruzados y su ceño molesto.

—¿Y tú lo perdonabas? —preguntó, aunque ya supiera la respuesta.

—¡Por supuesto! —asintió con la cabeza—. Nunca lo hacía apropósito —y de nuevo soltó una risilla.

Gowther le sonrió de vuelta, notando el buen corazón que Nadja tenía. A pesar de todo, no podía evitar pensar en el gran miedo que desde chico Edric solía mostrar hacia su propia madre, y cómo la misma princesa de Liones solía ignorar este hecho.

Tal vez era algo normal, algo que él no entendía de la cultura humana.

La pareja siguió bailando un par de canciones más, sin importarles las personas alrededor. Nadja, como siempre, era el centro de atención, era gracias a ella que estos bailes existieran después de todo. Las personas bailaban alrededor de ellos, esperando pacientemente su turno para poder bailar con la de cabellos lavanda.

Los ojos azules de Edric también se posaban sobre ellos; desde hace algunos minutos había vuelto al salón real, y se quedó paralizado al verlos bailar de manera tan animada. Estaba acostumbrado a ver bailar a Nadja con otras personas, pero por alguna razón, se sentía extraño verla bailar con el de lentes.

Una sonrisa melancólica se posó en el chico. La princesa no lo necesitaba, jamás lo había hecho. ¿Nadja sería feliz si nunca se hubieran conocido? Por supuesto que sí, él sabía que esa era la respuesta. Pero ya no podía cambiar el pasado, ni mucho menos el futuro que alguien más ya había escrito por él.

El de cabellos magenta sintió la mirada de Edric sobre ellos, y volteando disimuladamente, encontró su mirada con la de él. Gowther le sonrió levemente al verlo de nuevo, aunque esta acción tomó desprevenido al castaño, pero aún así, le regaló una sonrisa de vuelta.

Gowther... ¿quién era realmente él? ¿De dónde vino? ¿Cuál era su verdadera historia?

Edric finalmente apartó su mirada de ellos, y soltando un suspiro abrumado, decidió salir a tomar aire, dirigiéndose al gran balcón que el salón real tenía.

La noche era adornada por la gran luna y algunas estrellas. Las luces de las casas de Liones eran pocas, pero aún así brillaban con intensidad, dándole un toque tranquilo a aquella velada.

El castaño tomó una gran bocanada de aire, sintiéndose vacío al ver aquel escenario frente a él, dándole la espalda al salón real. A veces soñaba con que podía correr del castillo, alejándose de todos, viviendo en una pequeña cabaña alrededor de un campo de flores, comiendo uvas de su propia mano. Era un sueño ridículo, su corazón y mente lo sabían, pero no podía evitar imaginárselo de vez en cuando, soñando despierto.

—Edric —escuchó la voz de alguien justo detrás de él, causando que diera un pequeño salto del susto. Se giró sobre si mismo, tratando de disimular la sorpresa en su rostro. Supuso que al estar tan perdido en sus pensamientos, ni siquiera escuchó la puerta del balcón abrirse y cerrarse de nuevo.

—¿Sir Gowther? ¿Qué es lo que hace aquí? —preguntó al verlo a la cara, notando que el de vestido rojo se encontraba demasiado cerca de él, por lo que dio dos pasos hacia atrás.

—Quería saber adónde te habías ido —por alguna razón, esa excusa le sonó familiar a Edric.

—A-Ah, ya veo —respondió algo agitado, girándose de nuevo, dándole la espalda al muñeco, y concentrando su mirada en el paisaje—. Sólo necesitaba algo de aire fresco.

El de cabellos magenta ladeó su cabeza levemente al escuchar su respuesta. Se quedó en silencio algunos segundos, dejando que el príncipe pudiera descansar del ruidoso baile.

—¿No te gusta bailar? —preguntó de la nada, aún con sus ojos mirando detenidamente la espalda de Edric, quien dio otro pequeño salto al escucharlo.

—Es usted alguien demasiado curioso, sir Gowther —rió de manera nerviosa mientras se rascaba su mejilla suavemente—. Nunca se guarda lo que piensa.

—¿Entonces es verdad? —preguntó de vuelta, no se iría hasta conseguir una respuesta. Edric soltó un suspiro, y mirándolo de reojo, finalmente respondió con honestidad.

—No es algo que se me permita hacer mucho —murmuró, regresando su mirada al frente, avergonzado por sus propias palabras.

Gowther entendió al instante a lo que se refería. Comenzaba a notar la muy controlada vida del pobre príncipe.

—Yo no sabía hacerlo hasta hoy, es algo que disfruté mucho —Edric sonrió levemente al escucharlo.

—Me alegra saberlo. Debería regresar y seguir bailando, la noche apenas acaba de iniciar —dijo, cerrando sus ojos mientras soltaba otro suspiro.

Y de nuevo hubo silencio. Edric pudo escuchar como Gowther abría de nuevo la puerta del balcón hacia el salón real, y al no escuchar nada salir de él, supuso que había hecho caso a sus palabras y había regresado al baile.

—¿Me permite este baile, príncipe Edric? —preguntó de manera suave, justo como el nombrado había hecho antes una hora atrás.

—¿Eh...? —soltó sin pensar, dando media vuelta sobre su eje para poder ver con claridad a Gowther, quien seguía detrás de él.

El de cabellos magenta le sonreía con gentileza mientras le extendía una de sus manos, sin apartar la mirada de él. Edric no sabía cómo reaccionar; se sintió paralizado al encontrarse la mirada de Gowther, sin creer lo que estaba viviendo en ese momento.

Era como un sueño. Tenía que ser un sueño. No había forma alguna de que aquel muñeco con corazón le estuviera pidiendo tal cosa. Nunca nadie lo había hecho, entonces ¿por qué él sí?

Sabía qué era lo que tenía que contestar; un simple "no" sería suficiente para detener este momento. Pero las palabras no salían de su boca, era como si el tiempo se hubiera detenido en el momento en que intercambió miradas con el de lentes.

Estaba hipnotizado. Gowther lo había hipnotizado. No había forma alguna de que Edric estuviera moviendo su mano hacia la de él, respondiendo así su petición de bailar juntos...

Y sin más, se dejó llevar por Gowther hacia el salón real, donde la mirada de todos se dirigió solamente a ellos.

Uvas | GowtherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora