El día había sido muy largo. Después del funeral, Nayra y Dan fueron a casa de este último y lo único que habían hecho allí había sido comer un montón de dulces, jugar con Toothless y ver películas. Necesitaban algo de tranquilidad tras la intensidad de las últimas horas.
En medio de esas horas, Tyler había llamado a su compañero para avisarle de que no pasaría la noche en casa. Dormir (bueno, dormir) con Theresa le parecía mejor plan que compartir cama con un gato que hacía poco había descubierto lo divertido que le resultaba jugar con sus largas uñas. Empezaba a ser hora de llevarlo al veterinario para que se las cortara, ya que, si lo hacía él mismo, el animal corría el riesgo de quedarse más lisiado de lo que estaba.
—¿Quieres quedarte aquí o prefieres que te lleve a casa? —preguntó Dan.
—Creo que paso de estar en mi cuarto escuchando a mi hermana y a Tyler...
Dan sonrió y cogió el móvil para pedir la cena. La comida basura era lo mejor para intentar superar más rápido los malos tragos de la vida. Además, su cocina estaba completamente vacía y sus ganas de cocinar probablemente se encontraran en la cuarta dimensión.
A pesar de querer mostrarse bien, Nayra estaba apagada y apenas pudo comer la mitad de su hamburguesa con patatas, aunque sí devoró el helado de chocolate que venía de regalo con el pedido.
A veces Dan la veía ausente. Su mente no estaba ahí con él y estaba convencido de que estaba pensando en su amiga, en lo que había pasado y en que poco a poco tendría que asimilar que ya no volverían a estar juntas. Se acabaron las charlas en el muelle de la playa, se acabaron las tardes tomando un café relajadas en una terraza mientras disfrutaban de los rayos de sol, se acabaron sus noches de cine y cena... Sin embargo, eso no era lo único que había acabado.
Cuando decidieron que era hora de ir a la cama, Dan le ofreció la suya mientras que él dormiría donde Tyler. A Nayra no le gustó demasiado esa decisión. Le habría encantado que, como dos días atrás en su casa, hubieran compartido sábanas. Pero fue incapaz de abrir la boca para conseguir lo que más deseaba.
Se quedó en la puerta hasta que vio como Dan entraba en el cuarto de Tyler con Toothless a su espalda. Cuando el animal traspasó el umbral, el chico cerró para que no volviera a salir.
Y así fue como Nayra sintió celos de un gato.
Se metió en la cama y durante tres horas, no dejó de dar vueltas. Le estaba siendo imposible dormir, aunque no sabía si por sentirse sola o porque tenía miedo de volver a tener pesadillas. Era lo único que invadía su mente cuando cerraba los ojos y prefería no dormir a soñar con horribles imágenes sobre Wendy. Las sábanas que hasta hace unas horas cubrían el colchón estaban arremolinadas alrededor de sus piernas. Molesta, Nayra terminó por tirarlas al suelo.
Finalmente, y cansada de ser incapaz de coger el sueño, se levantó y, tras echarse una fina manta por los hombros, salió de la casa para sentarse en las escaleras de la entrada. Las farolas del paseo estaban todas fundidas. La zona estaba tan marginada que ni el Ayuntamiento mandaba operarios para cambiar las bombillas fundidas, aunque ella lo agradeció. Así las luces blancas no impedían que pudiera contemplar las millones de estrellas del firmamento. Además, esa noche no había luna.
Se apoyó en el poste de madera de la barandilla de la escalera y se arropó más con la manta. El poco viento de la tormenta que aún no había desaparecido azotaba su cuerpo Su brisa fría hizo que la piel de sus brazos y piernas desnudas se estremeciera. Apretó más la manta contra su cuerpo y respiró hondo. Dejó que el aroma salado del mar inundara sus fosas nasales y, por unos minutos, se relajó con el sonido de las salvajes olas impactando contra las rocas o cualquier elemento que se le ponía por delante.
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Cuando Todo Acabe
RomanceDesde pequeña, Nayra es un absoluto desastre. O al menos ella se siente así hasta que un día un niño aparece en su vida para robarle más de una sonrisa. D.J. no ha tenido infancia. A los nueve años ha tenido que vivir cosas que nadie debería. Pero s...