Capítulo 2

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—No te preocupes, mi amor. Todo irá bien. Te lo prometo.

—No me dejes...

—Jamás te dejaré. Siempre estaré contigo y no olvides que siempre te querré, pase lo que pase.

—¡No! Quiero irme contigo.

—No puedes... debes vivir.

—¿Cómo lo voy a hacer sin ti?

—Lo harás, mi vida, lo harás. Y no lo olvides: te quiero, te quiero, te quiero. Dan se despertó de golpe. Estaba sudando y el pulso lo tenía acelerado. Se quedó sentado en la cama y apoyó su ancha espalda contra el cabecero de la cama. No era la primera vez que soñaba con eso o, más que soñar, en realidad lo que hacía era recordar la última vez que estuvo con la única mujer que amó... la única persona que quiso y con la que conoció lo que era el amor verdadero.

Su recuerdo, sus palabras, su fortaleza, su valentía... ella le enseñó muchas cosas y le hizo ser quien era ahora. A pesar de los años, seguía doliéndole su ausencia y muchas veces había estado tentado de dejar de luchar en la vida e introducirse en los malos caminos de esta. Era normal que estuviera cansado de todo, pues toda su vida, sus largos veinticinco años, habían sido una lucha continua.

Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás para soltar un sonoro suspiro antes de masajearse las sienes.

Miró por la ventana y se quedó ausente observando el precioso paisaje que ofrecía el mar.

La casa que había alquilado junto con su mejor amigo, Tyler, estaba situada en la zona norte, justo enfrente de la playa y les había salido barata por ser la zona más pobre de Hocklast, además, estaba muy abandonada. No había demasiados habitantes allí y los que había, eran ancianos que llevaban toda la vida en sus casas. Incluso el colegio de esa zona estaba cerrado y su estado de abandono era visible. Daba pena verlo. Y claro, el Ayuntamiento no pensaba gastar ni un mísero centavo por gente considerada inferior a ellos.

Sin poder evitarlo, rememoró su encuentro del día anterior. No había cambiado nada. Nayra estaba igual que como la recordaba. Vale, sí, con unos pocos años más, pero cada uno de sus gestos seguían formando parte de ella. Esa costumbre de enredar un mechón de su cabello en torno a su delgado y largo dedo, sus prisas a la hora de despedirse, su inseparable cámara y esos ojos... jamás se había olvidado de ellos. Se había quedado completamente bloqueado cuando la tuvo tan cerca de él. Su cuerpo entero comenzó a temblar y se había quedado sin habla. Fue dispuesto a contarle todo, sin embargo, no fue capaz. Las dudas lo invadieron y actuó como si no la conociera de nada. Después de tanto tiempo, de desear cada día volver a estar con ella, le ponía nervioso que su mente le hubiera jugado una mala pasada y viera en esa joven a la niña que le hizo apreciar la vida. Por muchas coincidencias, cabía la posibilidad de que no fueran la misma persona.

Consiguió dejar de lado la nueva pesadilla con la que había soñado, así que se levantó para ir a la cocina a tomarse su dosis de cafeína. Procuró no hacer demasiado ruido, ya que Tyler había tenido turno de noche en el hospital como celador. Su amigo tuvo suerte al encontrar trabajo allí. Era lo bueno de tener estudios previos. Él, de momento, no tenía nada, aunque estaba estudiando y entrenando para convertirse en policía y, con los años, aspiraría a ascender puestos, pero por el momento, debía empezar de cero.

Cuando Todo AcabeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora