Capítulo 7: Una lluvia de confesión

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Notas de la autora:

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Cada voto me ayuda muchísimo. 

Gracias por leer.

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Estaba claro que algo debía hacer con sus sentimientos. Necesitaba tomar una decisión: seguir adelante o detener toda ésta locura. Para ello contaba con un par de horas.

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"Al diablo todos los prejuicios" es lo que quería gritar, pero en vez de eso estaba de pie mirando el monumento a los caídos el día que el Kyubi atacó la aldea.

— ¿Qué debería hacer? — dijo para sí mismo — ¡Por todos los cielos Kakashi! sueno como un pre-adolecente que intenta confesarse a su primer amor.

Llevándose una mano al cabello decidió que esto no debía seguir así. Sus intenciones en un principio eran no decir nada, porque de confesar lo que esta flama en su interior ya estaba iluminando y que al final todo fueran sentimientos unilaterales, pondría a la Haruno en una posición incómoda a tan sólo unos días de su cumpleaños, pero eran esas señales que, con su ojo experto, sus años bien vividos y su experiencia le decían que a ella no le era del todo indiferente.

El encuentro en Ichiraku se dio sin retraso. La comida ayudó a relajar la tensión invisible que se creó entre ellos dos al momento de sentarse sobre los taburetes. Ella le contó sobre su misión en el País de las Olas y él le escuchó con más interés de lo normal para un tópico tan neutral como lo eran las misiones de ayuda y rescate. Después de que Kakashi pagará he insistiera en hacerlo aun sin haber consumido nada, puesto que comer allí fue su idea, ambos arrancaron sin rumbo por las calles llenas de peatones.

La brisa seguía soplando con enojo y las nubes en lo alto se agrupaban con sus vientres grises y púrpuras advirtiendo del aguacero que caería pronto. Con todo y amenaza ninguno de los dos mencionó la idea de volver a casa y refugiarse. Kakashi hizo algunos comentarios sobre su tediosa faena con el papeleo y sobre los nuevos shinobi que no llegaban a entender que detalles tales como: cuántos takoyaki comieron durante la misión, no eran relevantes en lo absoluto.

— En uno de los reportes, alguien escribió acerca de cuántas latas de comida para gato debió de comer porque las confundió con sus suministros para la misión — dijo Kakashi llevándose una mano por detrás de la cabeza y mirada al cielo.

Sakura soltó una carcajada.

— La comida para gato no es tan mala, esta tiene más nutrientes que todos los ramen instantáneos que Naruto siempre llevaba consigo.

— En eso te doy la razón.

Ambos se sonrieron el uno al otro y en eso la primera gota cayó aterrizando sobre la nariz de Sakura.

— Creo que el mal clima del país de Las Olas nos ha alcanzado. Deberíamos buscar un refugio.

Ambos apretaron el paso y mientras buscaban un resguardo el agua se derramó sin más preámbulos. En el azogo por buscar un tejado ambos terminaron refugiándose en un pequeño templo. Una caja de madera donde y apenas cabían los dos apretados el uno contra el otro. Sakura estaba completamente empapada, las gotas corrían por su rostro algo ruborizado. Kakashi vio como ella en vano intentaba escurrir el agua de sus ropas, su mirada viajó rápidamente de abajo hacia arriba, la parte de arriba se le adhería a su contorno, moldeando sus pechos y su delgada cintura. Avergonzado de su comportamiento él decidió voltear la mirada hacia la dirección opuesta. Fue entonces cuando la kunoichi tuvo su oportunidad de apreciarlo. Las gotas resbalaban de las puntas de su cabellera plata. Con el rostro ladeado se apreciaba como otras gotas se arrastraban por su sien hasta morir en la máscara.

Mi mejor cumpleañosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora